Cartas del horror desde los campos del nazismo
Drama de una familia judía en Polonia y la ex Checoslovaquia.
NEUQUEN (AN).- «Mis queridos, la carta de ustedes la recibí contento. Mi padre, Oskar, Otto, Hugo, Robert y Zsigo están juntos y les mandan saludos».
La carta llegó a las manos de Olga Grünmandl el 24 de agosto de 1943. Estaba en Bratislava, en la ex Checoslovaquia. El mensaje de sus familiares había sido despachado el 1 de mayo de ese año desde el campo de concentración nazi en Maidanek, en Polonia, a unos 500 kilómetros de Bratislava. La escueta correspondencia ocultaba el horror de una familia judía-checa que fue exterminada durante la Segunda Guerra Mundial.
«Esta carta es trágica porque Zsigo había muerto mucho antes del inicio de la Guerra», recuerda hoy Pablo Pissk, el único hijo de Olga y de Ludovico que alcanzaron a escapar de la persecución nazi en su país natal. Los padres de Pablo se transformaron en los únicos sobrevivientes directos de sus familias respectivas.
«Decir: mi padre, Oskar, Otto, Hugo, Robert están juntos con Zsigo quiere decir que estaban muertos. Esta era la forma en que podían escribirse las cartas que eran censuradas desde los campos de concentración», señala Pablo, que conserva algunas de las cartas que su madre recibió de sus familiares en cautiverio.
La mayoría, dice, las donó hace más de tres años al Museo del Holocausto, en Buenos Aires. «Las doné para que se sepa lo que pasó», explica.
Los padres de Pablo alcanzaron a escapar, cuando los nazis golpeaban a su puerta para deportarlos hacia los campos. Pero la Guerra los mantuvo separados hasta 1945. Su padre ocultándose por un lado, su madre por otro, en casas de amigos y conocidos que los refugiaron.
Olga había permanecido en la ciudad con papeles falsos hasta que un desconocido la denunció en septiembre u octubre de 1944 por judía. Estaba embarazada de Pablo. Tenía como destino Therezin, otro campo de concentración a unos 100 kilómetros de Praga. Allí, fueron a parar algunos de sus familiares. «Mi madre se salvó porque sobornó a uno de los soldados con uno o dos relojes», relata Pablo que nació el 17 de diciembre de 1944, en Bratislava.
Las cartas son el testimonio vivo del horror de su familia. Están descoloridas por el paso del tiempo, pero reflejan, en forma latente, el horror del holocausto judío que el viernes último conmemoró los 60 años de la liberación del campo de exterminio en Auschwitz, emplazado en Polonia. Allí, murieron más de un millón de judíos. La barbarie nazi alcanzó, además, a millares de gitanos, prisioneros de guerra rusos, comunistas, homosexuales y discapacitados.
«Hoy vamos todos juntos a una excursión con el señor Mayer». El breve mensaje oculta una advertencia que perdura 60 años después en la memoria de Pablo.
La censura obligó a sus familiares a escribir sus vivencias en clave, para que Olga estuviera al tanto de lo que ocurría en los campos de concentración. Son mensajes breves y escritos en checo.
Pablo advierte que, por la censura nazi, en la mayoría de la correspondencia, los familiares se encargaron de recalcar que estaban contentos.
«La carta que ustedes me mandaron la recibí con alegría, gracias a Dios estoy bien de salud. Trabajo en la cerrajería y estoy muy bien. Los hermanos Szaikgler están conmigo, escriban … estoy muy contento de recibir una carta, muchos besos, Heinrich».
La carta pertenece a uno de los hermanos de Olga y fue escrita en junio de 1943, en Maidanek, donde pereció meses después. Fueron los últimos contactos entre los hermanos.
«Le comunico a usted que viajo para Kosice y Presov, en Polonia, conmigo está mi madre Aranka, y el pequeño Pedro. Como ven, no nos escapamos de nuestro destino y lo siento mucho que no me pude quedar con ustedes, puede ser que podría estar trabajando hasta hoy, gracias por todo y por favor avisen también a mi hermano. El destino de ustedes que sea más feliz. Hasta pronto y un saludo para todos», lee Pablo. La carta era de Mobi, la prima de su madre que nunca volvió del viaje.
Tras la guerra, los padres de Pablo se embarcan en mayo de 1948 en Génova, Italia, hacia la Argentina. (ver aparte). Así se transformaron en los únicos sobrevivientes de una familia que hasta 1940 estuvo unida, pero que pereció en Maidanek y Therezín. «Murieron 11 familiares directos –recuerda-. Los abuelos maternos, la abuela paterna, hermanos de mis padres y primos».
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