El juego de la vida

Carta de Lector

Por Carta de lector

Javier Genoud, DNI 17.506.130

General Roca

La vida no viene con instrucciones, pero deja señales. Algunas son sutiles, otras duelen para que prestes atención. Si entendés estas once pistas, el juego cambia: no se vuelve más fácil, pero sí más claro. Antes de mover cualquier ficha, respirá. La mayoría de las jugadas que complican la partida nacen del impulso. Pensá antes de responder, observá antes de juzgar. La serenidad no te hace lento, te hace preciso. En este juego, lo que no agradecés se convierte en peso; lo que sí agradecés se transforma en fuerza.
La gratitud te centra y te da perspectiva: te recuerda que cada paso, incluso el más pequeño, ya es ganancia. Acá no gana quien corre más rápido, sino quien sabe no perder tiempo. La disciplina es el arte de sostenerte cuando las ganas no aparecen. Es el entrenamiento secreto que convierte lo pequeño en poderoso. En este juego hay caos, dolor y obstáculos.

Pero no son los monstruos los que te derrumban, sino tu opinión sobre ellos. La fortaleza es seguir, aun cuando el tablero se pone oscuro, sabiendo que vos también tenés luz. Cada jugador que cruza tu camino sabe algo que vos no. La humildad te abre puertas, baja tensiones y te enseña a aprender incluso cuando creías saberlo todo.

En el juego de la vida, el ego siempre pierde. A veces, para avanzar, no hace falta hablar. El silencio te muestra caminos que el ruido oculta. Te enseña a escuchar de verdad, a observar lo que otros pasan por alto y a comprender sin imponer tu visión. No todos juegan con las mismas cartas. La compasión es acompañar sin cargar, es mirar al otro sin juzgar su forma de luchar. No es debilidad: es comprender que cada quien está haciendo lo mejor que puede con lo que tiene. La ansiedad te empuja al futuro, la culpa al pasado. La presencia te trae al único lugar donde podés jugar: el ahora.
Resistir lo inevitable solo te cansa. Aceptar es fluir sin rendirte, adaptarte sin perderte, entender que el sufrimiento no nace de la realidad sino de la pelea contra ella. En este juego no gana el que nunca falla, sino el que nunca abandona.

La determinación te mantiene en marcha, sin prisa pero sin pausa, sabiendo que la constancia vale más que cualquier golpe de suerte. Cuando dejás de jugar para agradar, empezás a jugar para vivir. Ser auténtico es tu mejor estrategia: te libera del personaje, de la máscara y de la ansiedad por encajar.
Porque en el juego de la vida no se trata de ganar, sino de jugarlo despierto, presente y de verdad. Y ahora que el tablero está más claro, ¿qué ficha vas a mover primero?


Javier Genoud, DNI 17.506.130

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