Marta Anaya de Sandoval, docente y escritora neuquina

Su padre fue gerente de la recordada tienda New London, en la primera cuadra de la Avenida Argentina, y su madre poseía la casa de regalos El Galeón, en calle Tucumán al 200. Marta nació en Buenos Aires el 1° de septiembre de 1945. Era hija de Blas Roberto Anaya, doctor en bioquímica y farmacéutico, y de Raquel Salomé Jorcino. Su abuelo paterno fue comisario de la policía federal y por su trabajo arribaron a estas tierras. En “Cartas de amor sin arena”, cuento que Marta incluyó en su libro “Cuentos que no son tan cuentos”, la autora relata la vida, no muy feliz de sus padres, en los primeros años de matrimonio. En un frío día del mes de mayo partieron los cuatro -sus abuelos, Salomé y Marta- rumbo al sur. Tras casi veinticuatro horas de viaje en tren arribaron. Si bien el frío era atemorizante comparado con el clima de Buenos Aires, la menuda población los impresionó favorablemente.

La casa del comisario, su nueva residencia, era sumamente amplia, confortable, bastante bien amoblada, pues en ella vivía desde hacía poco más de tres años el subcomisario, en ese entonces a cargo de la comisaría, don Ricardo, como lo llamaban afectuosamente en la comarca. Este, ni bien vio llegar al flamante comisario con su familia, se puso a su disposición. Según relata Marta, el subcomisario y su abuelo trabaron una importante amistad: lo llamaban el tío Ricardo, y, luego de cuatro largos años fue trasladado y ascendido a comisario de la vecina ciudad de Cipolletti. Un buen día Salomé-mamá de Marta- recibió una invitación del tío Ricardo para ir a cenar a Neuquén, al Hotel Confluencia. Marta relata lo acontecido a raíz de esa cena, a la que también había concurrido don Carlos, el gerente de una importante tienda neuquina.

Nuestra homenajeada narró: “Don Carlos es un hombre bien parecido, tiene recién cuarenta años, viudo desde hace año y medio con un hijo de once años. Hasta el fallecimiento de su esposa fue un hombre felizmente casado, hogareño, y ahora vive para su trabajo e hijo”.

“Sin embargo, su puesto de gerente de una tienda tan importante, New London, le obligaba a Carlos a realizar frecuentemente viajes a la ciudad de Bahía Blanca, viajes en los que aprovechaba para ver a su hijo. Nació así una prolongada relación epistolar, en la que cada uno de ellos volcaba lo más profundo de sus sentimientos”. Con estas palabras Marta describió el encuentro entre su madre y Carlos, su papá del corazón.

“Alondra” era el seudónimo con el que escribía; con el relato de la pérdida de su amado padre, relatado por la carta de su mamá Nené, Marta cierra el cuento que narra su propia vida, la de su madre y la del hombre que fuera su papá del corazón. En esas páginas, la ficción cede su lugar a la anécdota real, retratada con sinceridad y emoción. Marta estudió en la Escuela Nacional de Comercio Gral. San Martín, se recibió de Maestra Normal Nacional, y en la Universidad Nacional del Comahue, donde obtuvo el título de Profesora en Letras. En el Neuquén de los 60, Marta conoció a Bernardino del Carmen Sandoval, Nino, recordado radio aficionado, quien fue Presidente de la Asociación Argentina de Telegrafistas Radio Afines, forma parte de la Asociación Jerárquica de Empleados Profesionales de Comunicaciones, entre tantas tareas. Se casaron el 5 de enero de 1967. Tuvieron tres hijos: Bernardo Carlos, Rosa Beatriz y Omar Alberto, que, a su vez, les dieron nietos y bisnietos. En la foto la vemos con colegas maestras.

Marta posee en su haber varias obras literarias: Cuentos para aprender a soñar, Cuentos para perfumar el alma, Cuentos para soñar con nostalgia, Cuentos que no son tan cuentos, Nuevas historias para vivir y renacer, Amalgama de historias para soñar despiertos y Pinceladas de vida. Además, era voluntaria del Hospital Central de la capital, Dr. Eduardo Castro Rendón, en donde llevaban a cabo una encomiable labor junto a muchas compañeras que brindan su servicio en ayuda física y espiritual.

También coordinaba en su hogar un taller literario de adultos. Esta es la historia de una neuquina que perpetuaba en poemas la historia y la fantasía, hace unos días partió a otro plano. La propia historia de su vida ha sido la fuente de inspiración para crear ese hermoso poema de amor entre sus padres: dulce fuerza que ni la muerte diluyó. Nuestro homenaje.


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