Violencia escolar en Roca: «¿Y ahora?»

El psiquiatra Jorge Pellegrini expuso su opinión acerca de los hechos ocurridos en la Escuela Secundaria N° 1. El caso tuvo repercusión nacional por los golpes de una madre a un alumno.

*por Dr. Jorge Luis Pellegrini

En “Crónica de una muerte anunciada”, Gabriel García Márquez comienza su novela con el desenlace: la muerte del protagonista. A partir de allí el libro nos va conduciendo a ese final. Hay un mensaje claro de nuestro querido novelista: para entender un hecho hay que conocer su gestación.

A través de los medios he conocido los hechos de violencia sucedidos en la ESRN No.1 de Roca, escena en la que se despliegan multitud de actores: jovencitos alumnos, preceptores, docentes, funcionarios, familiares, vecinos; muchos de ellos con pasiones intensas y posiciones irreductibles: hay que encontrar al culpable y proceder en consecuencia.

¿Qué vamos a hacer con todo esto? ¿Comprendemos lo que sucedió? ¿Es algo novedoso en nuestro país? ¿Era previsible? ¿Es un problema aislado? ¿Cómo se llega a este punto tan doloroso? Y, así, podrían llover más preguntas. Crónica de un dolor anunciado.

Un gran maestro que supe estudiar nos enseñaba: “Pensar es muy difícil. Por eso la mayoría prefiere juzgar “ Y, efectivamente, se está produciendo una cacería de culpables para sancionarlos. Es el camino habitual en estos tiempos, que indefectiblemente conduce al “no pasó nada”, “nadie fue”, o a cortar el hilo por lo más delgado hasta que haya otra noticia violenta más impactante.

La crispación social se ha hecho cotidiana. El malestar, las broncas, son el color de la calle. Vivimos y educamos para la violencia. No porque demos clases sobre ella, sino porque la violencia se ha transformado en el modo de “resolver” los conflictos humanos.

En ese marco entender las conductas humanas es imposible. Nadie quiere ser víctima o culpado por la violencia, la condena o el escarnio social. Que eso le toque a otro. Renunciamos a comprender las causas en el camino de recolectar las culpas. Y si alguien quiere entender lo que sucede suele ser tratado como sospechoso de complicidad.

Podría aislarse el hecho traumático del adolescente roquense golpeado y la mujer golpeadora. Pero eso transcurrió en una institución pública, y sacude a un gran y heterogéneo conjunto social.

¿Porqué ese sacudimiento? Parece que nos toca de cerca. Salir a buscar responsables (mientras no sea yo) es el modo de tomar distancia y desresponsabilizarse. El mundo está recorrido por estos hechos humanos que ya han trascendido a todos los espacios sociales. La calle, los hospitales, las rutas, registran a diario esta confusión de papeles, de normas, de autoridad, donde no se habla sino que se pasa directamente a la acción. Y ya en ese plano, como en la guerra, los valores y razones no importan: la única chance es ganar. Aunque familias, niños, ancianos, mujeres, barrios enteros, resulten víctimas y – a la vez – culpables de su propio padecer.

Se ha naturalizado que los fuertes maltraten a los débiles y los grandes a los chicos.

La violencia se nos enseña a diario, no sólo con hechos y palabras, sino con silencios, sorderas sociales, faltas de respuesta. Una palabra convence, pero el ejemplo arrastra.

Yo sé que estas líneas que escribo disgustarán a muchas personas. No es mi intención. Deseo que no sigamos haciendo lo mismo para lograr los mismos resultados. Invito a tratar de entender, porque este ejemplo vivido en mi querida ciudad ha enseñado a mucha gente con la obstinación brutal del hecho violento. Creo sinceramente que eso nos desafía a todos.

¿Cuáles son hoy las normas que indican lo que se debe y lo que no se debe? ¿Son todos derechos sin obligaciones? ¿Los funcionarios y conductores cuidan al sistema normativo? ¿Pueden/quieren hacerlo?

Pareciera que la norma es la ausencia de ella. Y, entonces, cada cual tiene su propia norma y pugna por imponerla. Es lo que algunos llaman anomia, base de la destrucción de los espacio y lenguajes comunes que habiliten el diálogo, sin el cual es imposible abordar los conflictos. Primero para entenderlos y luego para solucionarlos.

El camino de la búsqueda de responsables en que todos somos jueces de las conductas ajenas ya ha demostrado que solamente habilita la impunidad, la repetición de los hechos dolorosos, y el agravamiento de la crispación social.

Quizás haya quienes encuentren momentáneo alivio señalando culpables. Pero deberán aceptar también que el mecanismo disparador de nuevas violencias sigue montado. Con la diferencia que los hoy socialmente condenados suman nuevas heridas.

Cuando no se entiende no hay Justicia. Y cuando no hay Justicia hay venganza.

En el triste suceso de Roca las amenazas de venganza ya han sido públicamente pronunciadas.

¿Qué vamos a hacer?


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