Cómo hizo una una investigadora del Conicet para identificar el primer diccionario castellano

La filóloga Cinthia Hamlin logró establecer, tras el hallazgo casual de dos hojas en un archivo de la Universidad de Princeton, un vocabulario castellano-latín impreso entre 1492 y 1493.

Cinthia Hamlin es filóloga, investigadora del Conicet y la responsable de una investigación que logró establecer que Alfonso de Palencia, uno de los más grandes humanistas del siglo XV, fue el artífice del primer vocabulario castellano-latín impreso entre 1492 y 1493, hallazgo que tuvo como punto de partida dos hojas que se cruzó revisando documentos en la Universidad de Princeton y cuya autoría cotejó a partir de detectar errores en común con otro texto del autor: “El error es el centro de esta teoría”, dice a Télam.


Con esos dos folios fotografiados y de regreso a la Argentina, la filóloga continuó el trabajo al que luego se sumó Juan Héctor Fuentes, latinista y también investigador del Conicet. Según pudieron determinar ambos, se trataba del fragmento de un incunable, que incluía el prólogo completo y setenta y siete entradas de la letra ‘A’ que se correspondían con un vocabulario manuscrito completo del siglo XV, del cual hasta el momento no se había podido determinar el autor ni la fecha precisa de su realización.
Los incunables son los libros impresos entre mediados y fines del siglo XV, más precisamente, entre el momento en que Johannes Gutenberg inventó la prensa de imprenta con tipos móviles y el año 1501. En el caso de esta pieza, se trata de un trabajo anterior al diccionario español-latín de Antonio de Nebrija, aparecido en Salamanca en 1494-95 y que hasta este descubrimiento estaba considerado el primero en lengua castellana.
Sobre el proceso de investigación, la importancia del error para construir conocimiento y las posibilidades de la ciencia en la Argentina dialogó con Télam la también docente de las universidades de Buenos Aires y La Plata y autora del libro de poesía “Lepidolita”.

Una tarde en Princeton
Esta investigación, cuenta Hamlin, comenzó con una visita a la Universidad de Princeton en la que estuvo revisando ejemplares del texto que sigue estudiando, la primera traducción impresa de la Divina Comedia, por Fernández de Villegas, que es de 1515. El ejemplar tenía una rareza en su encuadernación por lo que se acercó a consultar y como el único que podía responderle era el curador, lo mandaron a llamar. Él vio que estaba trabajando en un texto de castellano antiguo y les hizo preguntas referidas a los primeros vocabularios, diccionarios y le comentó de esos folios que estaban insertos en el Universal Diccionario de Alfonso de Palencia, que es de 1490, en latín, con una traducción en castellano al lado. Esos dos folios que no eran de ese diccionario y eran castellano latino, se los trajo a la investigadora argentina, quien les saqué fotos y, a su vuelta a Buenos Aires, se puso a investigar.
Para organizar su trabajo, Hamlin acotó la fecha a partir de los tipos móviles que son las pequeñas letras con las que se escribía y que están todas catalogadas. “Eran letras de molde y como se gastaban y se hacían cada dos o tres años, eran artesanales, entonces se podían distinguir los años y las imprentas”, apunta. Además, uno de los dos folios está dedicado a la reina Isabel y como la menciona como reina de Granada se puede distinguir la fecha porque Granada se conquista en esa fecha.
Una vez resuelta la cuestión de las fechas, Hamlin intentó relacionar el vocabulario utilizado con los que ella conocía: el de Nebrija y el de Santaella. La conclusión es que lo que la filóloga tenía enfrente era un incunable desconocido, un libro de los primeros años de la imprenta de 1501, que nace con Gutenberg en 1465. “Revisé todos los catálogos de los libros que salieron por la imprenta que se pudieron identificar a través de los tipos móviles y, a partir de ese punto, invité a la investigación a Juan Fuentes que empezó a revisar y trabajamos juntos. Él fue quien encontró el dato de un vocabulario castellano que se transmite en un manuscrito y no se sabe de quién es y cuya fecha no era precisa. Ese manuscrito fue editado en 2007, se lo transcribió y al contrastar los folios impresos resultó que era el mismo. Al tener el diccionario entero me empecé a dedicar al estudio lexicográfico de las fuentes con la hipótesis de que el autor era Palencia, porque al estudiar el vocabulario me di cuenta que usaba el mismo método lexicográfico que Palencia en su Universal Vocabulario”.

El error fue la llave
Alfonso de Palencia fue el mayor humanista antes de Nebrija, destaca Hamlin. Estuvo 10 años en Italia, formándose con los más importantes humanistas italianos y a su regreso estuvo al servicio de Enrique IV, el medio hermano de Isabel. Hasta su muerte, en 1492, siguió trabajando en distintas obras. Una de ellas sabemos ahora que era este diccionario castellano latino. Ya era considerado un lexicógrafo por su Universal Vocabulario de 1490 aunque se lo consideraba más que nada lexicógrafo latino. Con la particularidad de que es el primero que incluye una lengua romance, el castellano, en un diccionario en toda Europa porque este diccionario de 1490 tiene las definiciones latinas y al lado una traducción en castellano. Ahora se sabe que es el primer lexicógrafo de nuestra lengua, elaboró un diccionario cuya lengua de partida es el castellano. Antes se consideraba que era Nebrija el primero que había hecho esto con su diccionario de 1494 y 1495.
El impacto de este hallazgo es cómo repercute en la historia de la lexicografía y en lo que se estudia sobre los inicios de la lexicografía en nuestra lengua, remarca Hamlin. “Por lexicografía se entiende el estudio del léxico, de los vocabularios. Ya no es Nebrija el padre de la lexicografía, el que se dijo que era el autor del primer vocabulario en nuestra lengua, sino que ese rol, ese mérito pasa a Alfonso de Palencia. El enfoque no varía, sino que se adjunta una obra que es anterior, por lo cual esto genera nuevos estudios sobre esta obra, tratando de establecer las relaciones con la siguiente que sería la de Nebrija. Es la primera vez que un término se registra en castellano escrito porque no hay manera de acceder a cuándo se comenzó a utilizar un vocablo de manera oral. En el Vocabulario de Palencia se incorporan muchos términos de origen arábigo, primeras documentaciones”.
Un error, una falla, fue clave para determinar la autoría de Palencia porque, para Hamlin, el error es el centro de esta teoría y lo que hace es probar que dos textos tienen un parentesco porque comparten el mismo error, derivan del mismo o son uno copia del otro. El error es el gen que permite unir textos. Así, el método utilizado fue el de la crítica textual que lo que hace es tratar de descubrir el parentesco entre manuscritos, entre textos que se derivan de manuscritos antiguos. A partir de los errores puede filiarse qué manuscrito deriva de cual. “Al cotejar citas buscaba errores en común, hallé varios. Dos eran muy notorios porque en ninguno de los textos que podría haber consultado se transmitía ese error y lo compartían en citas que utilizan fuentes distintas. Eso me permitió concluir que era el mismo autor”, revela Hamlin.
La investigadora hizo un trabajo de estudio de las fuentes lexicográficas y una de las cosas que más le llamó la atención fue que los dos vocabularios, el Universal de Palencia 1490 y este vocabulario castellano latino, incorporaban los mismos términos. “El universal tiene términos en latín y se dan ejemplos de cómo se usan a través de citas de autoridad como pueden ser algún verso de Virgilio, por ejemplo. Me di cuenta que este vocabulario ‘anónimo’ hacía lo mismo en los mismos términos latinos: incluía las mismas citas entonces las empecé a cotejar entre sí y a analizar con las fuentes que se habían utilizado”, concluye.


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