Consumos culturales en cuarentena: entre lo virtual y la incertidumbre del día después

Investigadores y analistas del campo cultural reflexionan sobre estos días de aislamiento preventivo en los que se impone una aceleración de la virtualidad y se instala la paradoja de que, mientras la cultura está presente en los hogares, los artistas y creadores están sin posibilidad de trabajar.

¿Cambiarán los consumos culturales después del confinamiento que virtualizó el acceso a la cultura y el entretenimiento con un clic? ¿Qué prácticas tienen chances de subsistir en sus formas tradicionales y cuáles se verán reconfiguradas, al menos en un futuro inmediato? ¿Qué significa este punto de inflexión para un sector que ya lleva más de un mes sin pisar sus espacios culturales, salas de teatro y de exposición, conciertos y espectáculos?
En el terreno de la hipótesis cuando el futuro parece incierto, tres especialistas del campo cultural, Cynthia Edul, Rodolfo Hamawi y Gustavo Varela, trazar algunas pistas sobre cómo podrían reconfigurarse las industrias culturales, o el acceso a este tipo de consumos, después del aislamiento social, preventivo y obligatorio.
“Desde que se declaró la cuarentena vivimos una situación paradojal: por un lado, la centralidad que han adquirido los consumos digitales de cultura. Por el otro, la cultura está en nuestras casas todos los días y a toda hora pero los músicos, actores, productores, cineastas, están sin posibilidad de trabajar”, advierte Rodolfo Hamawi, decano del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Avellaneda.

“Al ponerse en suspenso muchas de las actividades humanas, nos permite y obliga a pensar sobre ‘la normalidad’. ¿Dónde queremos regresar cuando esto pase?”.

Rodolfo Hamawi, decano del Departamento de Humanidades de la Universidad Nacional de Avellaneda.


Como repara Hamawi, la interrupción de la actividad cultural confirma la precariedad de gran parte del sector, uno de los más afectados por la crisis sanitaria.
“En épocas ‘normales’ los consumos tradicionales: salas de teatro, cines, librerías, daban una pelea despareja, pero seguían funcionando. A los problemas estructurales que venimos arrastrando desde hace tiempo, hay que sumarles la devastación que los cuatro años de macrismo produjeron en nuestra cultura. Las producciones culturales no estuvieron al margen del derrumbe general”, añadió.
Para Cynthia Edul, dramaturga, narradora, docente y gestora cultural, “podemos pensar la pandemia como un punto de inflexión de la vida en común, pero también como algo que devela cosas que permanecían ocultas y ahora están en el debate público. La cultura es un espacio de socialización que se fue construyendo, a partir de pactos sociales, en circulación a través de espacios como teatros, librerías, museos, centros culturales. De repente eso se interrumpió y no se sabe cuándo se podrá volver a circular y cómo. Entonces, creo que lo que debe ser repensado es la idea de socialización”.

A partir de la cuarentena, Divididos buena parte de su cancionero interpretados desde sus casas con videos muy bien logrados junto a invitados como Soledad.


“Pero no desde las redes o la virtualización porque eso se agota muy rápido: la virtualización de la vida llevó a un agotamiento, en el sentido de delgadez de la experiencia. Si la socialización que supone la cultura queda sujeta a la ´presencialidad´, no se estaría dando una respuesta cabal al problema. Lo que tenemos que repensar es ¿qué es la cultura? Hace mucho tiempo que no estamos tan de frente a la esencia de esa pregunta, hay que aprovechar la oportunidad para desautomatizar la práctica”, argumental Edul.
En opinión de Hamawi, “al ponerse en suspenso muchas de las actividades humanas, nos permite y obliga a pensar sobre ‘la normalidad’. ¿Dónde queremos regresar cuando esto pase? ¿Cuánto soportarán las pequeñas producciones nacionales e independientes, el creciente proceso de concentración y extranjerización de las industrias culturales? Tendremos que definir como sociedad si queremos fomentar una cultura diversa, pero con anclaje nacional o entregarla al mainstream internacional”.
Varela, filósofo y docente, piensa que “la reconfiguración de las prácticas culturales es una necesidad para poder sortear los inconvenientes que tenemos en este presente. Son prácticas que establecen relaciones con los otros y en este momento son relaciones que no nos habilitan a estar juntos, a abrazarnos, a convivir. La computadora nos pone de manera virtual a unos con otros donde el cuerpo deja de ser el cuerpo y pasa a ser una relación inmediata con lo virtual y aunque parezca increíble es muy sanador. Me parece interesante que en esta virtualidad nos podamos componer”.

Hoy no tenemos espacio en común, no tenemos espacio público, hoy no tenemos el cuerpo en el espacio público. Creo que ahí está el gran desafío de estas disciplinas. Pensar más allá de la difusión o de la virtualidad y volver a pensar el cuerpo y el espacio en común”.

Cynthia Edul, dramaturga, narradora, docente y gestora cultural.


Varela cree que hay prácticas “que pueden ir perdiendo su identidad y tendrán que empezar a generar nuevas formas” como las librerías y esa extensión del tiempo suspendido entre estantes y libros.
Por su parte, Edul piensa que el libro, más allá de su circulación en ferias y festivales, “tiene una forma de consumo que nunca rompió con la soledad y el aislamiento. Para leer se suele separar un tiempo de la vida, un tiempo de concentración y de reposo. Ahora muchos no podemos leer, pero porque el contexto es muy abrumador. Pero si se recupera cierta regularidad, para no decir “normalidad”, el libro no se vería tan alterado”.
Para ella, las disciplinas que suponen la “presencia comunitaria”, como el teatro, la danza o la ópera, así como el “aura” que supone el encuentro mano a mano con las artes visuales son las “que se verán más afectadas” porque “el soporte es el cuerpo, y el cuerpo es lo que se sustrajo. La biología detuvo al cuerpo y lo sustrajo del espacio público, que es el espacio común”.
“El teatro y la danza se fundan en el cuerpo, en un espacio en común. Si bien esos fundamentos han sido puestos en cuestión, desde las propias disciplinas, no dejaron de ser el soporte. Hoy no tenemos espacio en común, no tenemos espacio público, hoy no tenemos el cuerpo en el espacio público. Creo que ahí está el gran desafío de estas disciplinas. Pensar más allá de la difusión o de la virtualidad y volver a pensar el cuerpo y el espacio en común”, acotó.
En sintonía, Varela considera que en relación a las condiciones previas a la cuarentena, “una de las prácticas más dañadas será la del baile, con el encuentro de un cuerpo con otro cuerpo. Algo parecido a lo que sucede en un subterráneo. Pienso en el tango, que en términos culturales está muy sometido a la distancia y se hace a partir del abrazo y la estrechez del abrazo”.



Rodolfo Hamawi, Cynthia Edul y Gustavo Varela analizan cómo la virtualidad se ubica en el centro de la escena a la hora de pensar en consumos culturales en estos días de aislamiento: cuando las pantallas parecen ser un paso obligado, estos analistas señalan sin embargo que el alcance de estas formas de acceder a la cultura son un interrogante que aún no tiene respuesta.
Edul piensa que entre las cosas que llegaron para quedarse con la virtualidad que supuso el aislamiento es la necesidad “de un buen soporte virtual, una buena difusión en redes y el archivo digitalizado. Todas aquellas instituciones que no tenían un buen archivo digital, se las vieron difícil en este contexto y eso se puede ver en las respuestas que dieron: son respuestas más débiles, más aleatorias, sin un eje narrativo claro”.
También para Hamawi “el incremento de los consumos de pantalla se ha transformado, para buena parte de la población, en un recurso central para atravesar las horas de confinamiento. Películas, obras de teatro, recitales, exposiciones virtuales, música, libros o videojuegos, están más presentes que nunca en nuestros teléfonos, tabletas o computadoras”, sin embargo “los efectos específicos sobre las formas de recepción cultural, la combinación de sobreoferta de contenidos digital y una mayor disposición temporal de las personas para acceder” será respuesta de “futuras investigaciones”.

Hay disciplinas en las universidades que pueden dictarse por internet y el uso de las prácticas propias de la virtualidad. No pasará con todas las materias”.

Gustavo Varela, filósofo y docente de la Universidad de Buenos Aires.


“¿Cuántos ampliarán su interés por nuevos géneros, hoy con mayor presencia en las pantallas, como el teatro, la danza o músicos y cineastas no consagrados? ¿Se consolidarán los consumos según las franjas etarias o el encierro posibilitará experiencias compartidas por distintas generaciones, por ejemplo los videojuegos? ¿Los mayores tiempos para la lectura digital, incentivarán el mayor consumo de libros?”, se pregunta Hamawi, ex director nacional de Industrias Culturales.
Varela asegura que “hay prácticas que van a quedarse” como las vinculadas a la educación: “Muchas instituciones, escuelas, universidades transformaron ese saber presencial en un saber virtual con sus bemoles pero se va configurando, a pesar de que lo presencial tiene una condición distinta”.
En esa línea sostiene que “hay ciertas disciplinas en las universidades que pueden dictarse por internet y el uso de las prácticas propias de la virtualidad. No pasará con todas las materias. Seguramente habrá algunas que van a estar puestas en términos presenciales como requisito y aquellas que son como más lejanas irán a la virtualidad. En ese sentido, las universidades privadas ya está funcionando de esa manera y eso se va a propagar aún más”.


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