30 años de Chaco, el manifiesto definitivo de Illya Kuryaki and The Valderramas
El 21 de mayo de 1995, el dúo conformado por Emmanuel Horvilleur y Dante Spinetta editaban su tercer disco. Tan exitoso como influyente, cambió definitivamente la escena musical latina.
“Estábamos con Emma caminando por Nueva York y pasó un auto con todos tipos latinos de allá, puertorriqueños, chabones con afros enormes, escuchando ‘Abarajame’ a todo volumen. Nos miramos y dijimos: llegamos”. Así recordaba Dante Spinetta aquel momento de fines de los 2000 -en una entrevista con Diario RÍO NEGRO– el impacto que había tenido Chaco. Porque así de importante fue ese disco de los Illya Kuryaki and The Valderramas, no solo para la propia banda, sino para toda la industria y la cultura latinas de los 90, la de acá y la de allá, de Nueva York.
Editado el 21 de mayo de 1995, Chaco fue el tercer disco del dúo conformado por dos pibitos que se conocía desde muy chicos, pues sus padres también eran muy amigos. Esos pibitos eran, son, Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur y sus padres, Luis Alberto y el fotógrafo “Dylan” Martí.
Chaco fue muchas cosas y muy importantes, no solo para los dos músicos, sino para toda la industria discográfica y del entretenimiento, que dos años antes le había devuelto un contrato porque su segundo disco Horno para Calentar los Mares (1993) había vendido apenas diez mil discos y los Kuryaki habían firmado por un piso de quince mil. Sin contrato, sin discográfica y sin plata, hicieron Chaco, que vendió 250 mil copias.
Los Kuryaki crean un nuevo universo
Ahora bien, que un disco no venda lo esperado y una discográfica rompa con esa banda son cosas pueden pasar. Lo que no suele suceder es que, desde allí, la banda cree algo que no existía porque eso fue lo que hicieron los Kuryaki en Chaco: crearon un universo allí donde no existía nada parecido.
Las canciones de Chaco son un mundo nuevo, sonoro y lírico. Nadie hasta entonces había compuesta música como esa en Argentina ni la había dotado de una lírica que combinara diversas cultural populares.
Chaco fusiona patadas voladoras, artes marciales, Bruce Lee y un montón de tipos como Bruce Lee, horas y horas de vehacheeses y blaxploitation linkeado con el soul, funk & rap, Prince, Stevie Wonder, más dosis del cancionero del primer rock argentino, mucha cultura pop oriental, ambientes neblinosos donde se alojan la mafia japonesa, la china y toda densidad similar, el mundo del comic y el anime, todo humor, mucho ingenio y, sobre todo, con la cabeza y los pies acá, no allá, en los suburbios neoyorquinos.
“En el disco hay canciones en que se da «la voz Kuryaki», que es un tercer color de voz resultado de la mezcla de los dos. No se entiende bien si es Dante o es Emmanuel”.
Luis Alberto Spinetta, sobre los IKV en el programa «Mejor Hablar de Ciertas Cosas», de la MTV.
Y eso fue lo original: como dos beastie boys porteños, Dante y Emma trajeron a su ciudad lo que vieron y escucharon que pasaba en otras de allá. Por eso Chaco fue tan importante para todos y por eso fue que ambos sintieron que habían llegado cuando escucharon que allá cantaban a todo volumen la canción que habían hecho acá.
La versión de Chaco para la MTV Unplugged, que los Illya Kuryaki editaron en 1996 bajo el nombre Ninja Mental. Fue el primero en español del ciclo de shows del célebre programa
Pero ese universo tan original para la escena fue de acá porque encontró su anclaje en las tempranas noches porteñas que ambos tomaron por asalto cuando recién estaban queriendo salir de la adolescencia. “Empezamos a salir de muy chicos”, confiesa Emma en una larga entrevista con Rolling Stone, a propósito de los veinte de Chaco. “Nosotros usufructuamos la noche de los 90”, aporta Dante. “Había otro tipo de mística en la noche”, se convence Emma.
“Yo me acuerdo, no sé, de salir de la Nave Jungla y que esté Crazy, que era un payaso que nosotros usábamos en los shows… Un payaso con un bolso con serpientes, lagartos…”. “Peleándose contra travestis… la Nave era muy bueno. Estaba el Indio Watanga, que aparecía con un látigo y le sacaba los cigarrillos a la gente: “¡Watanga!”, sigue ilustrando Dante. “Y enfrente estaba La Mary, que era un bar re stone donde se cagaban a trompadas. Esos boliches eran como nuestras casas. Íbamos todos los putos días”, resume Emma.
Coollero Connor y Groova Chaco
Grabado entre enero y abril del ‘95 en La Diosa Salvaje, el estudio de Luis Alberto, Chaco es un discazo por la altísima inspiración de Emma y Dante y por la impresionante conexión que hubo siempre entre ambos, pero esta vez en particular. Por ejemplo, como surgió el hit “Abarajame”:
“Yo me había ido a Cabo Polonio y Dante a Garopaba”, cuenta Emma en la mencionada nota con Rolling Stone. “Y cuando volvemos a encontrarnos, le muestro la situación esa de: ‘Mi nombre es Coolero Connor, soy cruza de potrillo y de perra…’; todo lo que canto yo en la primera parte. Y Dante me dice: ‘Mirá lo que hice yo’, y también había escrito con un alter ego”.
“Groova Chaco”, afirma Dante. “Y no lo podíamos creer, porque nunca habíamos escrito con otros nombres. Y unimos todo. Nosotros mezclamos la fantasía con la realidad siempre. Cuando salió ‘Abarajame’ fue drástico el cambio”.
También es un discazo por los músicos que participaron: Fernando Samalea, en batería; Gustavo Spinetta, en percusión; Gabriel Albizuri, en guitarra, (el solo de viola en Hermana Sista es tremendo); Fernando Nale, en bajo; Javier Maloscetti, en contrabajo; Claudio Cardone, en Harpsichord; Santi Vazquez, trompeta. Nicolas Cota, dedo mágico, percusión; Deborah Dixon, voz en “Jaguar House” y “Abismo”. Malala Fontán, chica francesa en “Jaguar House”; Gustavo Ridllenir, flauta; Machi, bajo, coros en “Ipanema” y “Mitad de la Canción del Caballo Violeta”; Catarina Spinetta es la chica latina en “Ipanema”; y Guadalupe Martí, reina of pulmonada en “Sirena”. Por último, Ernesto Frith, el legendario locutor de La Aventura del Hombre, pone su voz en “Nacimiento”. Todos ellos hicieron de Chaco el disco fue, por eso es importante nombrarlos a todos.
Las canciones de Chaco
“Chaco”, la canción; “Abarajame” y “Jaguar House” son la apertura perfecta de Chaco, el disco. En estas tres canciones está todo el universo kuryaki, el sonoro, el real y el imaginario.
El resto de las canciones, que son dieciséis (es un largo disco de casi una hora), oscilan entre piezas que bien podrían haber sido parte de cualquier disco del primer Luis Alberto, otras que combinan rap y guitarras pesadas que bien podrían anticipar el nü metal (“Remisero”, muy beastie por cierto) y otras que rapean a dos voces con fondo de soul & funk (“No es tu sombra”, “En el reino-La hija de la esgrima», “Hombre blanco” y hasta cierto punto “Hermana Sista”. Y está “Jalea”, balada cien por ciento Emma H. que tendrá sus réplicas en los futuros discos solistas.
Volvamos por un momento a esas que podrían ser del cancionero de Luis Alberto, pero que, no por nada son del de Dante: “Hermoza From Heaven”, Húmeda” y “Mitad de la canción del caballo violeta” (un nombre para Pescado, sin dudas). En estas baladas Dante pareciera jugarle una broma (merecida, por cierto) a la industria que siempre soñó con un hijo (Dante) siguiendo los pasos de su padre (Luis Alberto). Pero no. Como si al rasgar la guitarra en “Hermoza From Heaven” Dante les dijera, a su modo, vean qué bien me sale eso que ustedes quisieran que yo hiciera toda mi vida, pero no.
Chaco, contado por Fernando Samalea en su libro «Qué es un long play» (Sudamericana)

Mientras la ola de calor de enero de 1995 castigaba, nos internamos en el estudio La Diosa Salvaje de la calle Iberá. (…) El puntapié del disco lo dio “Abarajáme”. Se buscaba un sonido estridente, así que armamos mi Yamaha Recording en el patio trasero, donde funcionaba la cocina, y no en la sala acustizada. El bombo quedó apuntando hacia la puerta del baño, donde se colocaron micrófonos, bajo el bidet y el inodoro. El ingeniero Mariano López hizo que el asunto cobrase ritmo de inmediato.
—Todo listo. ¿Vamos con “Abarajáme la bañera”? —se escuchó desde el talkback.
Nico disparó el loop con su teclado, en tiempo real, y los restantes tocamos encima de la base, apoyando cortes y frenadas con unas chapas Rimtech. Al día siguiente, grata sorpresa, llegó al estudio Javier Malosetti –ya toda una estrella del jazz, a esa altura—, para sumarle un contrabajo a la canción. Luego, fue el turno de teclados y guitarras y la incisiva trompeta de Santiago Vázquez, un multiinstrumentista que también se las traía.
—¡Hagamos “Chaco”, loco! —gritó Dante por el micrófono de la sala. –Podríamos hacer unos loopcitos con esas grabaciones de wichis y tobas que trajiste de allá, ¿no? —agregó, mirándome. Se refería a un viaje relámpago que había hecho a la reserva de Costa Iné, Saenz Peña y al barrio toba. En el caso de la batería acústica, la registramos acelerando el grabador a cinta, para lograr un sonido más pesado cuando se reprodujese a velocidad normal. Era un antiguo recurso zeppeliniano, que tenía poco de original.
Para “Hombre blanco”, Dante y Emma hicieron sampleos en un VHS, rescatando frases como “los que siempre se rehusaron a aceptar nuestra sangre”, “la venganza indígena” y “blood in, blood out”. Cada uno portaba su propio cuaderno escolar Rivadavia de tapa amarillenta, con decenas de letras e ideas para el futuro. Habían crecido escuchando música norteamericana, a los Beatles y al propio Spinetta y a veces solían escribir juntos o dejarse espacio para el terreno “solista”: “Abismo” y “Jalea” era el mundo privado de Emmanuel y “Hermoza from heaven” y “Húmeda”, el de Dante.
Me gustaban “No es tu sombra” y “Hermana Sista”, que alternaba una melodía suave con la explosión sonora de la segunda parte. Tocar en ese contexto era un placer y los sets de batería fueron cambiando a lo largo de la grabación. En “Jaguar House” —inspirada en una casa imaginaria, para vivir en comunidad—, utilizamos un viejo tambor de 1925 que me prestó mi amigo José Luis Lopez, además de sumar cascabeles o chapas. Gabriel y Dante se turnaron las guitarras y Nalé grabó la mayoría de los bajos, aunque hubo excepciones, como “Remisero”, donde en verdad grabó Emmanuel. Esa canción se encaró como trío de guitarra, bajo y batería. ¡La registramos los tres en slip, dada la temperatura sofocante de la sala! Gustavo Ridilenir tocó su flauta traversa en algunos pasajes, el tecladista Claudio Cardone abrió el abanico armónico con su Kurzweil y Carlos Villavicencio sumó un par de arreglos que dieron un toque de distinción. Cuatro o cinco semanas de experimentación, incluyendo voces teatrales de Catarina Spinetta, Guadalupe Martí y Malala Fontán, dieron lugar a la etapa de mezcla. Curiosamente, a cargo de Machi Rufino, ex bajista de Invisible, que por entonces se dedicaba a la ingeniería sonora.
Los emergentes Kuryakis no dudaron en autodefinirse “modernos provincianos de fórmica”. Hicieron gala de un exilio interior, pero a la inversa. Es decir, como si dos citadinos emigrasen hacia las provincias. La “deformidad” se hacía presente, hablando de “desgracias valvulares” y criterios imprevisibles. Habían creado un mundo propio y estaban lo suficientemente inspirados para mostrarlo. Se conocían desde niños, estaban hermanados simbólicamente y sus familias habían convivido en Parque Leloir. Sabían del oficio, habían crecido entre instrumentos, palpando innumerables conciertos, camarines y pruebas de sonido de Spinetta o Fito Páez.
El disco dio lugar a numerosas giras por todo el continente, además de las inolvidables presentaciones porteñas en el Teatro Maipo y el Estadio Obras y el Unplugged para MTV «Ninja Mental», filmado en Miami…
“Estábamos con Emma caminando por Nueva York y pasó un auto con todos tipos latinos de allá, puertorriqueños, chabones con afros enormes, escuchando ‘Abarajame’ a todo volumen. Nos miramos y dijimos: llegamos”. Así recordaba Dante Spinetta aquel momento de fines de los 2000 -en una entrevista con Diario RÍO NEGRO- el impacto que había tenido Chaco. Porque así de importante fue ese disco de los Illya Kuryaki and The Valderramas, no solo para la propia banda, sino para toda la industria y la cultura latinas de los 90, la de acá y la de allá, de Nueva York.
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