Ariel Azcurra, el actor todoterreno del teatro neuquino
Radicado en Neuquén desde 2013, protagonizó las obras más destacados del teatro regional. En esta entrevista con Diario RÍO NEGRO, cuenta su historia con la actuación y cómo fue que descubrió el kung fu, disciplina que le cambió la vida, arriba y abajo del escenario.
Todas las células del cuerpo de Ariel Azcurra respiran teatro. Entre la multiplicidad de personajes y obras sobre las tablas, la fascinación que provoca en el público, la verosimilitud que logra en los personajes que encarna, el compromiso que ofrece al público, el impacto que provoca, este artista que canta, baila, se enoja, se ríe, sufre, se divierte o parece divertirse sobre el escenario.
Es como una montaña rusa de emociones: La concentración que logra, sorprende. Hasta sus sutiles muecas y gestos son potentes, es afinado y maneja los matices de su voz. Un actor al que es posible creerle todo.
Del teatro a las artes marciales
En diálogo con Diario RÍO NEGRO, el actor radicado desde hace tiempo en el Alto Valle ofreció, para comenzar, una especie de bio en sus propias palabras: “Nací el 18 de mayo de 1970, en Buenos Aires. Mi viejo es militar, por lo que viví en varios lugares durante mi niñez (Mar del Plata, Bahía Blanca, Santiago de Chile). Recién en la secundaria me instalé en Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires.
”A los 20 años, hice mi primera experiencia en el teatro: entré en el taller Andrés Sachi, de La Manzana de las Luces y, al año ya estábamos con otros chicos del taller y actuábamos en boliches y fiestas. Hacíamos cosas locas, payasadas, ni idea cómo lo podía recibir la gente. Nunca nos llamaron de vuelta de ningún lugar, así que no sé.
”Después de dos años en La Manzana de las luces, estudié algo de clown, otros talleres barriales en Lomas de Zamora y no mucho más. Siempre tuve la suerte de ser convocado para participar de elencos. Me acuerdo de que hicimos temporada con “Ensayo para un suicidio”, en el Teatro Vitral de Buenos Aires; “Quién, ¿yo?”, de Dalmiro Sáenz, en el teatro Municipal de Cañuelas, cosas así, todo independiente. Escribí un monólogo que hice en varios lados raros, en una sociedad de fomento, en el Moyano, siempre con otros compañeros que armábamos estas cosas.

”En algún momento, tuve como alguna crisis con mi forma de actuar. De vez en cuando, me agarra que odio lo que hago, que no me creo nada. En ese momento, me sentía muy dependiente del texto dicho verbalmente, de la palabra, sentía mi cuerpo totalmente desconectado. Si no tenía nada para decir vocalmente, parlamentos, me sentía perdido.
”Me recomendaron hacer Tai Chi. En ese momento estaba haciendo una versión de ‘Pradera en Flor’, de Bernardo Cappa, creo, y antes de salir a escena la asistente de dirección nos guiaba en una serie de ejercicios físicos que aprendió en su escuela de Artes Marciales a la que iba. Así terminé haciendo kung fu”.

”Descubrir esa disciplina fue muy parecido al teatro. Me enamoré perdidamente, le dediqué todo mi tiempo, tanto que dejé de actuar; me dejaron de llamar y no lo volví a ver como parte de mi vida hasta mucho después. ¡Creo que pasaron 10 años!
De las artes marciales al teatro… de vuelta
”Cuando ya era instructor de kung fu, una alumna se enteró que alguna vez había actuado y me convocó para un proyecto, una intervención corta en un proyecto que tenía en el Camarín de las Musas y lo que hice fue malísimo. Me llamaron para un corto y también hice cualquier.

”En 2013, me vine a Neuquén y Judith del Pino me convocó para hacer una obra porque le interesaba mi parte física que traía por el kung fu. Hicimos ‘Habitus’, en 2016, y fue mi primera experiencia en el teatro Ámbito Histrión. Luego, me llamó Gustavo Lioy e hicimos ‘Esa extraña forma de pasión’. Fue la primera vez que trabajé con él y con un elenco numeroso, con los que volvería a laburar más adelante.
”Con Gus e Irma Tomasczik hicimos ‘El Tao del sexo’ y ‘La Historia de llorar por él’, ambas de Ignacio Apolo. Después me llamó Pablo Todero para la primera temporada de Microteatro y con él hicimos varias obras, ‘¿Y usted Quien Es?’, ‘Nuestras vacaciones’, ‘Criminal’, y, obvio, ‘Bajo terapia’, ‘Los Amigos de Ellos Dos’ y ‘Rotos de Amor”.
La última obra que protagonizó vimos con Ariel Azcurra en escena fue “Saveiro el cruel”, dirigida y adaptada por Ricardo Bruce. Fue un fuerte impacto y una novedad.

P: En cuanto a los directores/as, ¿cuáles son los que dejaron huella?
R: No puedo dejar de ver a Gustavo Lioy y Pablo Todero como mis directores. Hace mucho que no hago nada con Gus, pero siento que soy de ellos.
P: ¿Cuál es el peso del kung fu en tu trayectoria?
R: El kung fu es fundamental para mi forma de actuar. No sólo por la preparación física, sino porque me parece muy trasladable la noción de combate al teatro. Actuar es una especie de combate, no podés desconcentrarte un segundo. No lo aplico conscientemente a la escena, pero sé que está ahí y que es un plus en mi trabajo.
P: ¿Qué hay de nuevo en el futuro?
R: Ahora estoy preparando con Cristian Cardozo un unipersonal, lo vamos a estrenar en julio en el Histrión. Es algo nuevo, nunca hice un unipersonal.
Ariel Azcurra dicta su propio taller de teatro para adultos todos los niveles lunes, a las 20, en Zaguán (San Martín 239) Plottier. Informes al 299 6071575.
Ariel Azcurra y el kung fu
“Entreno y doy clases. Desde la primera clase que tomé supe que el Kung Fu me iba a acompañar por el resto de mi vida. De una forma misteriosa este arte marcial se fue metiendo en todos los ámbitos de mi vivir”. Kung fu para las infancias, martes y viernes a las 18, en la Biblioteca “Eliel Aragón” (Gobernador Asmar 1835) Neuquén. Informes al 299- 6071575.
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