Creció en Cipolletti, vive en Portugal y escribió su primera novela después de un hecho que le cambió la vida

“El alma en blanco” es la primera novela de Felicitas Fernández Peón. Habló con RÍO NEGRO sobre su libro, los desafíos que enfrentó y la importancia de los lazos familiares.

Felicitas Fernández de Peón pasó su infancia y adolescencia en Cipolletti. Fue al colegio 17, nadó en el Club Cipolletti, y jugó al hockey en Marabunta. Después se fue a estudiar abogacía a Buenos Aires y se mudó a los Estados Unidos para especializarse en Desarrollo de Recursos Humanos en FIU (Florida International University). Pero su vida dio un vuelco: tras regresar al en 2001 y trabajar un tiempo para el ACNUR como asesora legal, se contagió de meningitis.” Estuve un mes internada, al borde de la muerte, y eso marcó un antes y un después”.


En ese antes y un largo después que incluye la pandemia y otras mudanzas, se inscribe algo que no tenía planeado: escribir “El alma en blanco”, su primera novela, que transcurre entre Boston, Buenos Aires y San Martín de los Andes, un lugar que atesora desde aquellos días de infancia en el Alto Valle.
“Si bien nací en Buenos Aires, la familia de mi padre es de Cipolletti y nos mudamos a Cipo cuando yo tenía tres años. Pasé toda mi infancia y adolescencia ahí. Luego la vida nos fue llevando, y aunque tuve la suerte de vivir en muchos lugares interesantes, mi corazón siempre va a ser albinegro”, asegura.
“El alma en blanco”, editado por Editorial Autores de Argentina, se publicó en 2022, pero es un proyecto que nació mucho antes y que postergó varias veces.


El libro narra la vida de Malena García Goyena, que decide regresar a la Argentina llena de dilemas, y también la de su familia, cruzada por una enfermedad hereditaria, y algunos secretos que amenazan con desarmar todo. En diálogo con RÍO NEGRO, la autora, que en este momento vive en Portugal, contó cómo surgió este libro y lo que la llevó a contar esa historia. “El título me llegó antes que la historia y la intención en un principio era transmitir la idea de que, más allá de los obstáculos que nos pone la vida, una puede encontrar la fuerza de reescribir su propia historia. Pero para llegar hasta allí, hay que transitar un camino, muchas veces difícil, de dudas, fracasos, autoconocimiento. En 2007, nos mudamos a Caracas, y al tiempo de llegar mi esposo se lesionó gravemente jugando al rugby. No podía manejar, y yo debía llevarlo casi a diario a las sesiones de rehabilitación a la clínica La Floresta, y quedarme ahí esperando. Un día se me ocurrió comprar un cuaderno, y empecé a escribir. La historia de Malena comenzó a salir un poco a borbotones, desordenada. No sabía muy bien donde me iba a llevar el relato, pero escribía sin parar. Y así, sin haberlo planeado, Malena se subió a un avión a Buenos Aires y me llevó a pasear por esos lugares que extrañaba tanto.


Esta es una historia familiar, en la que se cruzan engaños, problemas de salud, descubrimientos. Pero, los temas de salud toman un rol preponderante, no sólo los de Lola (la hermana de Malena), y la necesidad de trasplante de riñón, sino el alcoholismo de Tomás, un posible cáncer de mama.
-Creo que a lo largo de la vida una va absorbiendo todo lo que ve, escucha y lee, historias y vivencias propias y ajenas que alimentan la imaginación, y así fue surgiendo la historia y los personajes. Personalmente, me fascina la complejidad de las relaciones humanas. “Uno ve caras y no corazones” suele decir mi madre, y creo que es verdad. Cuando uno observa una familia desde afuera, no sabe las cruces y los desafíos que están transitando. Quería contar una historia de gente real, con problemas, pero al mismo tiempo, mostrar que es en los momentos difíciles cuando el apoyo de la familia es fundamental para salir adelante y sobreponerse. Si bien “El Alma en Blanco” es una novela de ficción, hay algo que llevé desde mi propia historia y es la poliquistosis renal hereditaria. Mi abuela estuvo muchos años en diálisis y mi madre fue donante renal cuando yo tenía diez años. Si bien fue una situación que en mi familia vivimos con mucha naturalidad, siento que marcó mi infancia y, aunque desde otro lugar, sentí la necesidad de abordar el tema.


-Aunque a todos les pasan cosas, el centro de la historia es Malena, ¿cómo construiste ese personaje en particular?
-El nombre me surgió por el tango, y lo elegí adrede para reflejar esa “pena de bandoneón” que Malena lleva en el corazón. En algunos aspectos me identifico mucho con ella, por esa sensación de vivir con el corazón desgarrado, de estar físicamente en un lugar, pero al mismo tiempo añorar estar cerca de los afectos. Los portugueses tienen un término que según dicen no tiene traducción, y es “saudades”. Una mezcla de añoranza, melancolía y apego, todo en una sola palabra. Es parte de la cultura e identidad portuguesas y se siente también en el Fado, su música tan típica. Creo que la vida me trajo a Portugal para ayudarme a entender ese sentimiento tan profundo que siento por mi país, Argentina… esas eternas “saudades” de mi tierra que creo que se reflejan en mi escritura, en todo lo que yo añoro de Buenos Aires, del Sur, de la gente y es algo que hay en común entre Malena y yo.


– Algo que guía los capítulos es el tango, además del nombre de la protagonista. ¿De dónde viene ese interés por el tango?
– Sí, cada capítulo comienza con la estrofa de un tango, anticipando lo que va a ocurrir Mi padre siempre estaba escuchando música. Era muy ecléctico y en casa se escuchaba de todo un poco desde Alan Parsons Projects a Serrat, pero también tenía su lista de tangos preferidos: Malena, Naranjo en Flor, Volver… yo crecí escuchándolos y les fui tomando cariño. Si bien mientras vivía en Argentina no era muy tanguera, cuando me fui a vivir al exterior los tangos tomaron otro significado, fortaleciendo mi conexión con mis raíces.


— La historia transcurre sobre todo en Buenos Aires, pero tiene sus capítulos en la Patagonia, ¿hay algo especial que te une a San Martín de los Andes?
-San Martín de los Andes es un lugar muy especial para mí. De chica pasábamos los veranos en Quila Quina con mi familia y tengo muchísimos recuerdos hermosos. Luego seguí yendo de adolescente, pero no había regresado desde que me fue a vivir al extranjero. Hace un par de años regresé con mi esposo y mis hijos. Fue una experiencia muy emotiva volver luego de haber escrito el libro y mostrarles todos los lugares que mencionaba en la historia. De hecho, siguiendo los pasos de Malena, cruzamos el lago en lancha y caminamos juntos hasta la virgencita de Quila Quina.


– Pese a todos los contratiempos, es una novela esperanzadora. ¿Qué mensaje querías transmitir?
-El tema principal se enfoca en los desafíos y las falsas expectativas que implican volver -con la frente marchita, como dice el tango-, pero a la vez, mi intención era abordar otros temas como el valor de la familia, la maternidad, el coraje para dejar atrás lo que pesa, la fe y la búsqueda de la felicidad.


-¿Cómo empezaste con la escritura, y por qué se demoró este proyecto, tal como decís en los agradecimientos del libro?
-Escribir un libro requiere de una gran cuota de dedicación, esfuerzo, y de hacerse el tiempo para sentarse a escribir y corregir. Cuando mis hijos era chicos me costaba encontrar ese tiempo para mí. Cuando nos mudamos a Portugal me tomé una pausa profesional, y encontré tiempo para retomar el manuscrito.
Luego, llegó la pandemia y fue un momento de mucha reflexión para mí, quizás porque puso de manifiesto lo frágiles que somos y lo efímero que es todo. Yo siempre fui de postergar pero de pronto sentí una sensación de urgencia por completar proyectos y creo que fue lo que me empujó a avanzar hasta ver el libro publicado.


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