Juan Martín y Clara son de Zapala, son padre e hija y escribieron juntos un libro de cuentos: «La sociedad impensada»
Él tiene 52, ella 13. Él llegó a la escritura porque extrañaba mucho su casa y a su familia cada vez que tenía que alejarse por varios días, por su trabajo en un paso fronterizo. Ella escribe desde los 9, cuentos, sensaciones, poemas, que iba a notando en agendas. Hace un año decidieron juntar sus trabajos, ilustrarlos y publicarlos. Van por la tercera edición.
En Zapala hace tanto calor como en todo el norte patagónico. Del otro lado de la pantalla, Juan Martín Gutiérrez Othaz y Ana Clara, su hija, toman tereré, sentados juntos en un sillón.
Esa imagen mínima, doméstica, condensa el clima en el que nació su libro: entre rutinas familiares, conversaciones y la necesidad de transformar la experiencia en palabras. En esa ciudad neuquina, un cruce de rutas y vientos, nació un proyecto literario que desarma las categorías habituales: un libro escrito a dos voces, por un padre y su hija adolescente.
Se llama “La sociedad impensada”, y detrás de ese título se esconde una historia de escritura compartida, de cuadernos y agendas pintadas a mano, de ferias del libro y presentaciones familiares, de cuentos que hablan de pérdidas, de migraciones, de emociones y también de fantasías y miedos.
La historia comenzó casi como un juego. Ana Clara, que hoy tiene trece años, escribía desde los nueve en cuadernos y agendas, llenó páginas con poemas breves, sensaciones, escenas mínimas. Juan Martín, su padre, había empezado a escribir mucho antes, trece años atrás, cuando trabajaba en Migraciones .
El régimen de viajes lo alejaba de su casa por semanas, y la escritura apareció como un modo de canalizar la angustia y la tristeza. Sus primeros cuentos eran todos “sobre gente que se quería ir, que buscaba escapar», dice Ana Clara, un poco cómplice, un poco comprensiva.
Durante un tiempo, cada uno escribía por su cuenta. Ella en su habitación, él en los ratos de trabajo. Pero un día decidieron juntar esos textos en una especie de agenda artesanal, con tapas pintadas y dibujos propios. Lo que iba a ser un recuerdo íntimo se transformó en un libro. Primero pensaron en hacer cinco ejemplares para regalar a familiares y amigos. Después, alentados por la buena recepción, se contactaron con una profesora de literatura que les dio estructura, los ayudó a agrupar los cuentos por temáticas y a pensar el conjunto como obra.
Así nació “La sociedad impensada”. El título, cuentan, surgió de la inseguridad inicial: al principio lo llamaban “Casi un libro de cuentos”, porque no se animaban a creérsela. Fue la profesora la que los empujó a buscar un nombre que los representara. En el prólogo, escrito por Mariela -madre de Ana Clara y esposa de Juan Martín- apareció la idea de la sociedad impensada: un proyecto inesperado, nacido de la diferencia de edad y de experiencia, pero también de la coincidencia en la necesidad de escribir.
De los pequeños pasos a las tres ediciones
El libro salió a fines de 2024, con una primera edición de cien ejemplares que se agotó en diez días. Luego vinieron dos ediciones más, hasta sumar casi 250 libros vendidos en Zapala, en la Feria del Libro local y también en Buenos Aires.
La recepción fue cálida: el Consejo Deliberante de Zapala les hizo un reconocimiento, los diarios locales los entrevistaron, y los vecinos compraban ejemplares para regalar.
Pero más allá de la circulación, lo que importa es el proceso. Ana Clara y Juan Martín escriben de manera distinta. Ella prefiere textos breves, centrados en emociones, en descripciones de estados de ánimo, que quedan condensados en cuentos como “Gris”, “Niño malo”, “Raro”, cuentos que no tienen nada de infantiles.

Él se inclina por cuentos más largos, con personajes y situaciones, muchas veces inspirados en su experiencia laboral en los pasos de frontera. Sus relatos fantásticos -como “La niña mariposa” o “El controlador”— conviven con otros más sencillos, que narran la tristeza de estar lejos, el extrañar, los pequeños lujos de invierno.
Todo en familia
La dinámica familiar también es parte de la obra. Mariela escribió el prólogo y acompañó el proceso. Los hermanos mayores, Benjamín y Santiago, participaron como críticos y lectores. “Benjamín incluso escribió un cuento y dibuja muy bien; Santiago, más inclinado a los números, aportó desde otro lugar”, dicen. La tapa y los dibujos interiores fueron diseñados por ellos mismos, reforzando la idea de un proyecto artesanal, hecho en casa.
La escritura, dicen, surge de la vida cotidiana. Ana Clara escribió un cuento dedicado a su abuelo fallecido, como forma de canalizar la emoción. Juan Martín transformó en relato una situación vivida en un semáforo. La literatura aparece como un modo de procesar la experiencia, de darle forma a lo que duele o a lo que los ha conmovido.
Ana Clara cuenta que siempre lleva un cuaderno a mano, y que además participa en un elenco de teatro independiente en Zapala. Desde los siete está en clases de teatro, y a los once ganó los Juegos Culturales Neuquinos en la categoría de teatro unipersonal, donde compitió con adolescentes de hasta dieciocho años. Juan Martín, en cambio, se reconoce más cercano a la melancolía cotidiana, influenciado por la lectura de Alejandro Dolina, cuyos libros relee y cuyos tonos se filtran en sus cuentos.
Impensada, pero sólida
«La sociedad impensada» es también un cruce de géneros. Hay cuentos fantásticos, realistas, poéticos. Hay relatos de migración, de pérdidas, de violencia, como “Prejuicio”. Hay textos breves y otros más extensos. Algunos cuentos fueron escritos mucho antes del libro, otros surgieron para completar las secciones. Solo uno fue escrito a cuatro manos: “El pozo”, que empezó Ana Clara y terminó Juan Martín.
Zapala y sus alrededores aparecen como telón de fondo. No siempre de manera explícita, pero sí en la experiencia de volver a casa, en los paisajes patagónicos, en la necesidad de arraigo. Juan Martín dice que siempre quería volver a Zapala, que la ciudad era su refugio después de los viajes de trabajo. Ana Clara reconoce que muchos cuentos están situados en bosques y fábricas de Neuquén, en la Patagonia. La literatura se nutre de ese territorio, aunque no lo nombre directamente.
«La sociedad impensada» es, en ese sentido, una metáfora de lo que puede surgir cuando se cruzan generaciones, cuando se comparte la necesidad de narrar. Hoy, cada uno sigue escribiendo por su cuenta. Juan Martín trabaja en Migraciones, pero ya no en los pasos de frontera, sino en oficinas, lo que le permite estar más cerca de su familia. Ana Clara continúa con el teatro y con sus escritos, y sueña con estudiar arte dramático en Neuquén, en Roca o en Córdoba. No tienen planes inmediatos de publicar otro libro juntos, pero la experiencia quedó como huella.
“Fundamos una sociedad impensada. Nos separan los años y la experiencia. Nos unen el amor y las ganas. Avanzamos a pesar de los pesares, y mientras Freddie canta su rapsodia, nos transformamos en cientos de interlocutores para contar lo que queremos contar. Fundamos una sociedad impensada para quedarnos un poco más (…) Somos el árbol que silba a la sombra de un muro de frustración”, escribieron los dos en el epílogo de un libro que reúne 47 cuentos.

Aunque Juan Martín tiene 52 recién cumplidos y Ana Clara esté cerca de los 14, en el trato y en la escritura, no parecen separarlos tantos años. Los dos están entusiasmados con la sociedad que formaron. Y aunque no tengan planes inmediatos de seguir escribiendo juntos, los dos están dedicados a lo que los une: los cuentos, los dibujos, las agendas que ahora arman de dos. Vistos así, desde este lado de la pantalla, son una sociedad familiar, quizás impensada, pero con ADN artístico.
En Zapala hace tanto calor como en todo el norte patagónico. Del otro lado de la pantalla, Juan Martín Gutiérrez Othaz y Ana Clara, su hija, toman tereré, sentados juntos en un sillón.
Esa imagen mínima, doméstica, condensa el clima en el que nació su libro: entre rutinas familiares, conversaciones y la necesidad de transformar la experiencia en palabras. En esa ciudad neuquina, un cruce de rutas y vientos, nació un proyecto literario que desarma las categorías habituales: un libro escrito a dos voces, por un padre y su hija adolescente.
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