Debate global por los ataques a la libertad de expresión y autocensura

La pregunta es: ¿se deben aceptar posturas políticamente incorrectas, que ofenden, o se juzga obras pasadas con criterios actuales?

A través de una carta publicada en la revista Harper’s, escritores y académicos destacados de Estados Unidos aplaudieron las recientes protestas por la justicia racial y social, por una mayor igualdad e inclusión, pero alertaron sobre la autocensura que empobrece el debate público: “Debemos preservar la posibilidad de discrepar sin consecuencias profesionales funestas”, señalaron.

Unos 150 intelectuales y artistas, entre ellos Noam Chomsky, Gloria Steinem, Margaret Atwood, J.K. Rowling y Wynton Marsalis, expresaron su preocupación por la “intolerancia hacia las perspectivas opuestas, la moda de la humillación pública y el ostracismo” que está ganando fuerza en Estados Unidos.

La misiva se produce después de varios despidos en el mundo académico y editorial , la prohibición o retiro de exhibiciones de obras de arte por ser consideradas “ofensivas” para la sensibilidad de alguna minoría y el acoso en las redes para quienes sostienen opiniones que no son consideradas políticamente correctas

Expresamos nuestra preocupación por la intolerancia hacia las perspectivas opuestas, la moda de la humillación pública y el ostracismo.

La carta abierta que también firman Francis Fukuyama, Salman Rushdie o Fareed Zakaria, denuncian una creciente ‘intolerancia’ por parte de cierta parte del activismo progresista estadounidense (y por extensión de Europa y de otras partes del mundo )hacia ideas discrepantes.

Los firmantes se preguntan si el nuevo umbral de tolerancia cero hacia inequidades como el racismo, el sexismo o la homofobia no está alimentando también algunos excesos que buscan silenciar cualquier disidencia.

Consideran que esto hace mella en ambientes académicos y culturales, donde hay señalamiento y boicoteo, ‘castigos desproporcionados’ y una consiguiente ‘aversión al riesgo’ o autocensura que empobrece el debate público. Entre las respuestas que el texto ha recibido ha habido réplicas agudas, pero también reproches virulentos que corroboran lo que denuncia el escrito.

El episodio en sí refleja lo que se debate estos días en el país más poderoso del mundo: dónde acaba la libertad de expresión y empieza la incitación al odio, cuál es el límite entre la tolerancia cero al abuso y la censura.

Los firmantes aplauden el “necesario ajuste de cuentas” que se está produciendo tras las protestas antirracistas y las demandas de igualdad e inclusión, pero también denuncian que eso “ha intensificado una nueva serie de actitudes morales y compromisos políticos” que debilitan el debate público.

“El libre intercambio de información e ideas, que son el sustento vital de una sociedad liberal, está cada día volviéndose más estrecho. Aunque esperábamos esto de la derecha radical, lo censurador se está extendiendo más ampliamente en nuestra cultura: la intolerancia hacia las perspectivas opuestas, la moda de la humillación pública y el ostracismo, y la tendencia a disolver asuntos complejos de política en una certitud moral cegadora”, escribieron.

El lingüista, filósofo y politólogo Noam Chomsky, uno de los firmantes del manifiesto contra la intolerancia.

Los intelectuales señalan que cada vez es más frecuente escuchar llamadas a imponer “represalias rápidas y duras en respuesta a lo que se percibe como transgresiones del discurso y el pensamiento”, y sostienen que lo “perturbador” es que los líderes institucionales están dando castigos desproporcionados en lugar de reformas meditadas”.

“Los editores son despedidos por publicar piezas controvertidas, los libros son retirados por supuesta falta de autenticidad, se prohíbe a los periodistas escribir de ciertos temas, los profesores son investigados por citar trabajos de literatura en clase, un investigador es despedido por divulgar estudios académicos revisados, y los jefes de las organizaciones son cesados por lo que a veces solo son errores torpes”, explicaron.

En ese sentido, recordaron que la restricción del debate, ya sea por parte de un gobierno represivo o una sociedad intolerante, perjudica a quienes tienen menos poder y reducen la capacidad de participación democrática.

“La manera de vencer a las malas ideas es exponiendo, argumentando y convenciendo, no intentando silenciar o apartando. Rechazamos cualquier falsa elección entre justicia y libertad, que no pueden existir la una sin la otra. Como escritores necesitamos una cultura que nos deje espacio para experimentar, tomar riesgos e incluso cometer errores”, sostuvieron.

La reciente cancelación del filme “Lo que el viento se llevó” por su visión racista, reflotó una vez más la discusión acerca de si es pertinente mirar a la historia del arte en retrospectiva desde el sistema de valores actual, como“los grandes maestros de la pintura”, un debate que no encuentra consenso entre los principales especialistas consultados.

Figuras como Pablo Picasso, Egon Schiele, Edgard Degas, Paul Gauguin o Toulouse Lautrec, no son sólo creadores de obras maestras de la historia a la luz de la sensibilidad contemporánea, sino también misóginos, abusadores, racistas, pederastas o colonialistas.

Una obra del pasado no tiene por qué encajar con lo que pensamos del mundo hoy y no podemos exigir que desaparezca”

Elena Oliveras, ensayista

Las sociedades mutan y -con suerte- van creando una mayor conciencia acerca de las desigualdades, algo que se torna evidente en el vocabulario, al pensar en cómo cambiamos “crimen pasional” por “femicidio”, por ejemplo. ¿Es atinado medir a los artistas del pasado desde el sistema de valores actual?

“Por supuesto que es atinado medirlos desde el sistema de valores actual, siempre miramos el pasado desde nuestras perspectivas actuales. Eso no quiere decir que tenemos que quemar obras o quitarlas”, aclara la curadora Andrea Giunta, autora del libro “Contra el canon”.

Para la ensayista Elena Oliveras, “la única perspectiva válida desde la que podemos interpretar y juzgar una obra (cinematográfica, de artes plásticas, literaria) es la que da el presente. Pero una obra del pasado no tiene por qué encajar con lo que pensamos del mundo hoy y no podemos exigir que desaparezca”.


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