Los remedios de la abuela y la naturaleza

De la mano de críticas a ciertas prácticas de la medicina y la industria farmacéutica moderna, se han revitalizado recetas naturales y fórmulas “caseras” para mejorar la salud. Con distinta perspectiva, dos libros recientes tratan el tema. Por un lado, la doctora en Química Valeria Edelsztein revela aciertos y mitos de los famosos “remedios de la abuela”, con humor pero también profundidad científica, sin estigmatizar. Por otra parte, el médico generalista Roberto Vitale, afincado en Bariloche, también destaca el regreso a formas naturales de cuidado del cuerpo y la mente, como la alimentación, con mirada científica pero advirtiendo de los riesgos de sobremedicarse y atacar sólo síntomas y no causas profundas de algunas dolencias muy extendidas.

Carlos torrengo

carlotorrengo@hotmail.com

“Además de deleitarnos con postres de abuela y torres de caramelo, ellas siempre sabrán ofrecernos el remedio justo para el dolor de garganta, la tos o el mal de amores. Y ya se sabe lo que no mata, engorda o cura”, señala el biólogo Diego Golombek en el prólogo a los dos tomos de “Los remedios de la abuela”, de la doctora en Química Valeria Edelsztein. Adherida al saber científico y en respetuosa reflexión no estigmatizante sobre la medicina casera, Edelsztein aborda verdades y mitos de los consejos que deslizan la abuelas a la hora del nieto con revuelto de panza y etc., etc. Con humor e ironía, la investigación implica un meterse en nuestras propias historia y experiencia en eso que generalmente se llama “mi abuela”…

–Y, sí, de una manera u otra, la abuela siempre está y cuando somos pibes la seguimos, escuchamos sus consejos, ¡sus órdenes! Porque las abuelas –abuelitas suelen ser, no las enojemos aquí– suelen ser mandonas –dice Valeria Edelsztein. Y acota:

–Si ella nos dice que estamos bajo el flagelo de eso que desde el fondo de la historia llamamos “empacho” y que tanta polémica supo provocar entre el saber científico y el popular y nos dice que hay que “tirar el cuerito” para liberarnos del mal… bueno, nos entregamos a esa señora que “tira el cuerito”, que no es otra cosa que un masaje muy fuerte en la espalda mediante el cual se activa la mecánica del sistema digestivo: se libera, se corre a esos restos de alimentos que nos causan malestar… ¡Entonces, la abuela tenía razón!

–¿Y cuando no tiene razón la abuela – abuelita?

–¡Ah, muchas veces! Y a veces tiene razones a medias, compartidas con la ciencia, quizá sin que ella lo sepa…

–Pero si me tiro a la pileta después de comer, corro los peligros que ella dice… “¡ Te vas a acalambrar porque se cortará la digestión!”…

– “¡Que hay que esperar una hora! ¡Que… que…”. Bueno, razones a medias, digamos. Como señalo en mi investigación, el convencimiento de un mal inevitable si uno se tira a la pileta con media parrillada en la barriga, nace de creer que al flotar o nadar nos acalambraremos y ¡zas, nos ahogamos! Pero no hay ninguna evidencia con rigor científico que respalde lo inevitable de ese desenlace ¿Entonces? Podemos meternos en la pileta: sí…

–Pero en su libro usted advierte…

-Sí, ya sé dónde va. Digo que no falta cierta verdad de las abuelas en su consejo. Como sí lo hay en eso de curarse los calambres frotándose con un corcho. Pero para el “caso pileta” sucede que la digestión requiere, moviliza, un importante caudal de sangre hacia el aparato digestivo, mecánica durante la cual se reduce el caudal en músculos y se reduce el oxígeno. Y entonces, sí, es posible que surjan calambres. Pero a este punto de mira desde la ciencia también se afirma que el abastecimiento de oxígeno que tiene el cuerpo compensa las exigencias simultáneas de la demanda digestiva y muscular…

–Y tenemos la tos. ¿Es correcto inferir que, en materia de tos, la abuela luce su más amplia oferta de remedios?

–Y, es posible. Y la oferta de ella pivotea fundamentalmente en la miel para suavizar las membranas irritadas situadas en la parte posterior de la garganta. Con fundamento científico se señala que la miel tiene los efectos antioxidantes y antivirales.

–¿Por qué los pibes toleran más la miel que sus papás, por ejemplo?

–No sé, quizá porque a los pibes les gusta mucho lo dulce, lo que se parece a un caramelo. Y precisamente, la Organización Mundial de la Salud dice que es efectiva por su dulzura y textura de jarabe…

–¿Pesado al digerirse?

–Y en ese paso lento, suaviza…

–¿Descartamos atrapar un sapo, con lo que esto tiene de estresante para él y para uno, y acariciarlo tiernamente cual osito de peluche para que desaparezcan las verrugas?

–¡Sí, claro!… Y en alguna medida, ese consejo tiene que ver con el hecho de que a los pibes el sapo no les genera rechazo. Los corren, los tocan, luego repliegan rápido sus manos. Pueden quedarse un rato largo mirándolos… Los mayores, nada de eso. Rechazo. Sin duda, la asociación entre verruga-pibe-sapo tiene que ver con esa relación. Además, esa asociación “remedio” para las verrugas primaba fundamentalmente en el campo, donde los pibes están muy relacionados con la naturaleza. Hay, como en muchos de los remedios caseros, un mito dando vuelta. Y en materia de verrugas… infinitos. Uno de esos mitos, proyectado a remedio, dice que para quitarlas –lo explico en el libro– hay que conseguir un gato muerto, llevarlo a un cementerio y desgañitarse gritando durante un rato: “¡Diablo, sigue al difunto; gato, sigue al diablo; verruga, sigue al gato, ya acabé contigo!”…

¿Y?

–La verruga no seguía al gato. Su causa hay que buscarla en el más de centenar de virus que integran la familia de los virus papiloma humano. En general son benignas. Estéticamente, no quedan bien. Suelen desaparecer solas… suelen. Se tratan desde la medicina, especialmente cuando son genitales. La verruga es toda una historia en el espacio de los mitos. Hasta Mark Twain, que sin duda era muy inteligente, las metió en su literatura. En “Las aventuras de Tom Sawyer”, éste conversa sobre el tema con Huckleberry. Ahí se dice que las verrugas se curan en un bosque, solo y acostado de espalda sobre un tronco que flote y metiendo una mano dentro del agua mientras se dice: “¡Tomates, tomates, tomates y lechugas, agua y yesca, quítame las verrugas!”…

–Y el acostado terminaba con…

–Con un resfrío de aquéllos, para lo cual, si tenía abuela, sabrá que es bueno tomar una sopita de caldo de pollo. Deshidratada, es inhalante…

¿Aquí la abuelita la pegó?

–¡Y cómo!…

Modernismo mediante, ¿la sigue pegando?

–Al menos sigue recetando. Y los sigue en contemporaneidad con el creciente descreimiento existente con la industria farmacéutica que gana a ciertos planos de la sociedad. En términos de conspiración destinada a ganar plata. Sin importar la vida de la gente…

–¿Qué lastima –en tanto generalización– este convencimiento?

–Lástima mucho esfuerzo científico en la industria farmacéutica que pone orden, rigor, a mucho de lo que la abuela aconseja. No es su enemigo…

Si mañana tiene acidez estomacal ¿tomará un vaso de leche?

–No, es un remedio engañoso…

Ciencia


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