«A veces perdía para no hablar», la dura confesión de Gabriela Sabatini
"Leía que no iba a ser la número uno nunca porque no me preparaba bien. ¿De dónde sacan esto?, me indignaba", afirmó la mejor tenista argentina de la historia.
«Sabía que si llegaba a la final seguro tenía que hablar. Pensaba en eso y a veces perdía en semifinales porque no quería enfrentar esa situación. Era una cosa de locos, increíble». La sentencia es de Gabriela Sabatini, la tenista más importante de la historia argentina, dueña de una gran carrera tan admirable como sufrida, por la constante comparación con jugadoras de la talla de Steffi Graf, Martina Navratilova, Christ Evert o Mónica Seles.
Ganadora del US Open en 1990, finalista del mismo torneo en 1988 y de Wimbledon en 1991, Gaby supo pelear con todas e incluso estuvo a un suspiro de ser la Nº 1 del ranking en ese torneo del césped inglés. Dejó una huella imborrable, pero también fue criticada, y años después, queda claro que se suelta para hablar.
De un perfil muy bajo y a los 55 años, no suele brindar entrevistas. Por eso, la charla que tuvo con el ex rugbier de Los Pumas Agustín Creevy dejó tela para cortar por una inesperada revelación. Gaby confesó que la pasaba mal al tener que pararse ante los periodistas, al punto de que eso la condicionaba en su desempeño

La cruda revelación sobre Gabriela Sabatini
Sabatini reconoció que lo trabajó con «psicólogos deportivos que me ayudaron adentro y fuera de la cancha. De chiquita, a los 8 años, era cascarrabias, tiraba la raqueta y decía malas palabras. Cuando llegué a profesional tuve que haber un cambio para superar la situación». Con el tiempo eso cambió y hoy «me encanta quedarme con la gente y charlar, intercambiar, saber algo del otro aunque no lo conozca».
Por eso consideró que «fue toda una transformación mía porque era extremadamente tímida e introvertida. En el colegio tuve algunos temitas, me costaba mucho pararme y hablar. No me gusta ser el centro de atención. Era totalmente introvertida y con el tiempo yo creo el tenis en ese sentido y en muchos más, obviamente, me ayudó un montón a poder expresarme y hablar más», señaló a corazón abierto.
Solitaria, con lapicera en mano
Acerca de su personalidad, Sabatini profundizó: «Siempre fui muy solitaria y me gustó competir conmigo misma y buscar la salida dentro mío. Por eso escribía mucho, era la alternativa que encontraba para poder descargar. Hoy lo hago menos, pero cada tanto lo hago. De vez en cuando leo aquellos diarios y me da mucho cariño y ternura. La Gaby mayor quiere abrazar a la personita que estaba escribiendo eso».
«Yo leía en los diarios que no iba a ser la número uno nunca porque no me preparaba bien. ¿De dónde sacan esto?, me indignaba. Había que ser muy frío. Agradezco no haber tenido en esa época las redes sociales porque hubiese sido muy difícil de manejar», agregó.
Añadió que «uno está en una burbuja y no se da cuenta de lo que genera. Recién cuando dejé de jugar entendí muchas cosas de lo que signifiqué y me quedaba sin palabras por lo que me decía la gente».
«Steffi sacó lo mejor de mí»
De la camada de tremendas jugadoras que enfrentó, Sabatini destacó a Graff, con la que ganó Wimbledon en pareja: «Steffi sacó lo mejor de mí, era una competidora espectacular, increíble. Una atleta con una mentalidad muy fría, firme y determinante. Hasta el último punto sabías que no tenías ganado el partido. Nos enfrentábamos un montón y el padre de ella un día dijo: ‘¿por qué no juegan doble juntas?’. Era muy loco porque no nos hablábamos tanto».

Sabatini contó que vive en Suiza, donde está «la mayor parte del año. En estas épocas me traslado a la Argentina por el clima y para pasar las fiestas. Buenos Aires me encanta y para mí es la ciudad más linda del mundo».
"Sabía que si llegaba a la final seguro tenía que hablar. Pensaba en eso y a veces perdía en semifinales porque no quería enfrentar esa situación. Era una cosa de locos, increíble". La sentencia es de Gabriela Sabatini, la tenista más importante de la historia argentina, dueña de una gran carrera tan admirable como sufrida, por la constante comparación con jugadoras de la talla de Steffi Graf, Martina Navratilova, Christ Evert o Mónica Seles.
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