La demanda de Clara que hizo historia: a 30 años del pedido de un chica que sólo quería jugar al fútbol y la AFA no la dejó
La imposibilidad de conformar equipos mixtos, la falta de vestuarios para las chicas y los supuestos peligros a los que estaban expuestas las mujeres que se decidían a practicar la actividad, fueron algunos de los argumentos que dejaron sin equipo a esta neuquina que actualmente vive en Viedma.
Hace exactamente 30 años, el simple pedido de una nena neuquina de 14 años modificó para siempre las frágiles estructuras montadas alrededor del fútbol femenino. Una actividad hasta ese momento reservada exclusivamente para los hombres.
María Clara Mantilaro y sus ganas de jugar a la pelota chocaron de frente contra la burocracia y los mandatos impuestos hasta entonces, donde una chica, por más que quisiera, no podía seguir en eso de hacer gambetas, pases y goles. Con 14 años, Clara no pretendía mucho del fútbol en sí. Le gustaba jugar en las canchitas de tierra con los varones en los recreos de la escuela Don Bosco de Neuquén, pero tenía otra mirada del juego. Buscaba aprender y su pretensión no era ser una estrella del fútbol ni mucho menos. Sólo que la dejaran practicar lo que más amaba, que era patear una pelota.
“Fue todo muy raro en ese momento para mí, a la edad que tenía, que se armara tanto revuelo en torno a eso”, nos cuenta Clara hoy, quien recuerda perfectamente la conmoción que provocó su caso, que alcanzó a los más altos niveles dirigenciales del fútbol en ese momento.
“Las chicas no éramos muy bien recibidas por los varones en los recreos. Los tiempos eran cortos, todos querían ocupar las canchas, entonces en ese momento mi mamá y papá me compraron una pelota de fútbol para que no tuviéramos que lidiar con los chicos. Ahí arrancó esto del gustito por el fútbol. En esa época también jugaba el hockey, pero entre las dos actividades me quedé con el fútbol”.
Cuando tenía 12 años sus padres decidieron anotarla en una escuelita de fútbol infantil para que pudiera seguir desarrollando su juego. El problema comenzó dos años después. La categoría de Clara se disolvió y tuvo que salir a buscar otro espacio para seguir aprendiendo. Varios clubes le cerraron las puertas por ser mujer, hasta que llegó al club Pacífico. El Decano le hacía un lugar al sueño de Clara.

“En esa época no había fútbol femenino ni eso del fútbol mixto… Directamente era fútbol masculino y nada más. Cuando llegué a Pacífico no me pusieron ninguna objeción sobre el tema, y me brindaron el espacio. Mis compañeros nunca tuvieron ningún problema. Al contrario, siempre me recibieron súper bien. Habré entrenado un par de meses, era la única mujer dentro del plantel y llegó el momento en que me tenía que fichar para poder jugar la Liga… Ahí comenzó todo ese alboroto y mi tema de repente se volvió una cuestión nacional”.
La Liga de Fútbol de Neuquén debía resolver una situación inédita: darle lugar a una mujer dentro de un equipo de varones y técnicamente hacerlo mixto. La noticia fue tomando fuerza y de un día para el otro, la casa de los Mantilaro comenzó a ser asediada por los medios, no sólo regionales, sino también nacionales. Era fines de mayo de 1995.
“En uno de esos días estábamos haciendo un guiso de lenteja con Francisco, uno de mis hermanos, y vino el Diario Río Negro. Me hicieron poner la camiseta argentina y me hacen la nota. Todo como algo lindo. Pero al otro día estaba Canal 9 de Buenos Aires en la puerta de mi casa. Empezó constantemente a sonar el teléfono, y ya ahí se volvió algo incontrolable el asunto”, recuerda Clara sobre la exposición que tuvo el tema.

Su caso fue llevado a la tapa por el diario Clarín, también Página 12 y su situación fue tratada por todos los medios del país. “Llegó un momento que mis papás tuvieron que hacer una conferencia de prensa, todos los días era salir en la tapa o en alguna de las partes del diario. Yo me terminé yendo a la casa de una de mis mejores amigas de Neuquén, Celina Reising, que me abrió las puertas de su casa, porque en la mía yo no podía estar. Los periodistas estaban afuera todo el día”.

El 30 de mayo de 1995 desde Zurich, sede de la FIFA, Julio Grondona fue terminante con el tema: Clara no podría integrar oficialmente un equipo conformado por varones porque “la FIFA lo impide”. Un comunicado frío, escueto y frustrante para la joven futbolista. Fueron días donde varios actores del mundo del fútbol dieron su parecer sobre el tema. Carlos Bilardo, por ejemplo, opinaba que “hay diferencias fisiológicas muy marcadas entre ambos sexos y esto impide de que compitan en igualdad de condiciones. La limitación tiene que ver por una cuestión física”.
La falta de vestuarios para las chicas en caso de un equipo mixto y los supuestos peligros a los que estaban expuestas las mujeres que se decidían a practicar la actividad, fueron algunos de los argumentos que dejaron a esta neuquina que desde los 20 años vive en Viedma, sin equipo.
“Imagínate que en esa época no sabía quién era ni Grondona, ni Bilardo, ni nadie. Lo único que yo quería era aprender a jugar fútbol, me gustaba el juego. Con toda mi inocencia era eso. Todo fue una locura, me llamaban de los programas de televisión, hasta de la producción de Susana Giménez. Mi mamá le dijo que no y le decían, ‘¿pero cómo no? Nadie le dice que no a Susana Giménez’. Mi mamá no tenía nada de cholula”.

Los padres de Clara dejaron una huella muy profunda dentro de la sociedad neuquina de aquellos años. Adolfo Coco Mantilaro fue un médico cirujano, pediatra, que trabajó muchos años en el Hospital Castro Rendón, con un compromiso muy grande con los más necesitados, al igual que tu mamá Ana María ‘Brasa’ Nápoli Luzuriaga. “Forjaron una gran amistad con don Jaime de Nevares. Al tiempo de llegar a Neuquén desde Buenos Aires, mis papás compraron un terrero donde hacen su casa, cerca al barrio Canal 5 sobre la calle Pilar. El terreno, en la zona de chacras, era bastante grande y donan una parte al Obispo de Neuquén con el proyecto de hacer el hogar de tránsito que, bueno, mi mamá fue la que lo lleva adelante. Muchos años trabajó por el hogar, por la gente, por las madres, por los niños que venían con sus mamás. Era un hogar de tránsito. Se llamaba Hogar Cristo del Amor”.

‘Brasa’ Napoli Luzuriaga falleció hace un tiempo, mientras que Coco Mantilaro, que tiene actualmente 85 años, si bien dejó de ejercer en la pediatría, trabaja ad honorem junto a un grupo de médicos del hospital en cuidados paliativos, para aquellos pacientes con enfermedades terminales.
Clara no olvida al Club Pacífico, que fue la institución que le abrió las puertas hace 30 años, tampoco a su entrenador Henry Prado. “Un muy buen entrenador y siempre con una gran calidez humana”. En el Decano tampoco la olvidan. “Siempre fue un orgullo para nosotros que una niña de 14 años haya logrado instalar el tema del fútbol femenino. Hoy tenemos una realidad completamente diferente gracias al empuje que ella hizo en su momento, con el acompañamiento de su familia también”, rememora Alejandro Garay, secretario de la CD de Pacífico. “Fuimos el primer club en trabajar en inferiores con el fútbol femenino. Hoy en total hay cerca de un centenar de chicas, entre todas las categorías, que practican fútbol en nuestra institución”, agrega por su parte el DT Rodrigo Canale.

“Acá en el club hace algunos años estamos trabajando en un gran proyecto con el fútbol femenino. Nada de eso hubiera sido posible sin el empuje de esas mujeres pioneras, que tuvieron ganas de patear la pelota y demostrar también que las chicas pueden. Como en ese momento una de las discusiones era qué vestuario debía utilizar Clara, nosotros aquí tenemos la idea de llamar al vestuario femenino con el nombre de María Clara Mantilaro. Dentro de poco esperamos hacerlo oficial”, revela Ale Garay.

Después del no de la AFA, el horizonte futbolero de Clara se fue afinando. “Probé con un equipo de mujeres, pero la verdad que no me sentí cómoda. En ese tiempo, el fútbol femenino, al estar como recién surgiendo no se dividían por categorías. Yo fui a jugar a los barrios aledaños a la zona donde yo vivía, San Lorenzo, Valentina Sur… Yo tenía 14 años y jugaba con chicas de todas las edades. Terminaba el primer tiempo y las de 40 por ejemplo, se ponían a tomar una cerveza o a fumar un cigarrillo. Habré pasado por un par de equipos más y me cansé. Yo era muy chica y no me sentía bien con personas mucho más grandes que yo. Así que dejé de jugar”.
A los 20 años María Clara recaló en Viedma para estudiar el profesorado de Educación Física y allí tuvo a sus dos hijos, Morena de 17 años y Agustín de 16, con su ex pareja, el palista olímpico Javier Correa. Su pasión por el fútbol la reemplazó por el hockey y asegura que la técnica que le enseñaron de pequeña en el Neuquén Rugby Club le sirvió muchísimo para destacarse en la disciplina. De alguna manera sigue ligada al fútbol porque su hijo juega en las inferiores del CEFF, Centro de Entrenamiento Formando Futuro, club fundado por su actual pareja, Ulises Basualdo. El club actualmente compite en divisiones inferiores de la Liga Rionegrina.

“Cuando vine a Viedma, integré un equipo de mujeres por un un tiempito. Después probé futsal, que me gustó, pero era algo totalmente distinto. Me costaba un poco más acomodarme en la cancha, pero estaba bueno…”. Clara siguió dándole forma a su deseo de jugar al fútbol, a pesar de que le cortaron las piernas. La burocracia dirigencial de aquellos tiempos y la idea de los supuestos riesgos que corrían las mujeres al practicarlo, se metieron en medio de sus sueños. “Era chica y en ese momento me costó mucho entender lo que pasaba. Yo nada más quería jugar al fútbol”.
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