Día Mundial del Medio Ambiente: Qué puedo cambiar

Es hora de asumir la responsabilidad que tiene cada individuo de recomponer el equilibrio de la biodiversidad. El regreso a la huerta, a una alimentación sana, a la lactancia materna, a una sopa hecha con producción de vegetales propia, símbolos de una cambio probable y muy necesario.

Cuando se leen o se escuchan las estadísticas sobre los efectos del cambio climático en la vida parecen datos alejados, como una información abstracta. Incendios, inundaciones, tormentas o huracanes no parecen afectar al barrio, sin embargo ¿qué tiene ver con nuestro presente más inmediato?, ¿qué grado de responsabilidad asumimos?, ¿se puede hacer algo para reparar tanto desastre más allá de lo que deban hacer los Estados?, ¿hay algo al alcance que contribuya a mejorar estas condiciones?

Medio ambiente, naturaleza, ecosistema, hábitat, biósfera… son todas palabras que utilizamos al referirnos al sistema que nos contiene. Entender que somos parte de él es un gran paso, somos apenas una mínima porción entre el reino de los animales, plantas, hongos, bacterias. Como sistemas abiertos los seres vivos intercambiamos materia y energía con el medio. Sin el agua, la energía lumínica o los minerales que nos proporciona el medio no es posible la vida.

Dado que el actual sistema de consumo, que todo lo cosifica, entiende a la naturaleza como una instancia proveedora de materia prima, es urgente cambiar la mirilla hacia otro modelo productivo. ¿Sabías que cada uno de los ingredientes que entran en nuestro plato conllevan una serie de decisiones que van generando efectos positivos o negativos sobre el medio ambiente? ¿Sabías que el actual sistema de producción industrial de alimentos genera nefastos impactos en el ambiente y la salud? Sí, se trata de un modelo extractivista que produce monocultivos, con semillas transgénicas que necesitan de un cargamento de agrotóxicos, además de los costos que genera la distribución de esos alimentos.

Sin duda, con esta realidad, los patrones alimentarios deben cambiar no sólo para generar mayor equidad (acceso de toda la población a alimentos sanos y seguros) sino para mejorar la salud de la población y la salud del planeta.

Si pudiéramos reiniciarnos en la vida, o para quienes están por venir, el camino más saludable para transformar el patrón de consumo y hacer un aporte al medio ambiente sería tomar la teta. La leche materna es un alimento que cubre el 100% de las necesidades nutricionales en cantidades exactas de grasas, agua, azúcares, proteínas y minerales. Qué maravilla, un alimento que no genera gastos de envío, ni residuos en su envoltorio, y que además construye lazos y fortalece vínculos saludables entre la madre y la primera infancia.

Una alimentación saludable implica consumir en cantidades moderadas una variedad de alimentos para asegurarnos la incorporación de nutrientes necesarios para mantener la vida. Bien, ¿cualquier alimento? ¿cómo hacer para desintoxicar un poco nuestras alacenas de productos industrializados y, por lo tanto, desnaturalizados?

Quizás una primera decisión podría ser adquirir ingredientes, no productos elaborados comestibles. ¿Para qué? Para cocinar. Mezclar, batir, hidratar, licuar debieran ser actividades integradas a la vida diaria. Porque aunque parezca más sencillo abrir un paquete de un polvo confuso que promete ser ñoquis de calabaza, el impacto ambiental que genera esa fórmula de laboratorio nada tiene que ver con pelar y cocinar calabaza al horno (tener en cuenta este dato a la hora de los ñoquis).

Qué sucede pues, si en vez de productos cargados de saborizantes que podrían recordar a una sopa de verduras, elaboramos la sopa con verduras reales. Cebolla, puerro, apio, zanahoria, perejil, vaya si no podemos tener esos productos disponibles en una pequeña porción de tierra. Al menos, la sopa, que nos permita acceder a una fracción del plato cargada con hortalizas que cambian según la estación, sanas, seguras, nutritivas, nacidas de un suelo sano sin aditivos de ningún tipo.

Entonces, de la teta a la huerta podría ser el camino más amoroso que contribuya al cambio de patrón alimentario, ¿cierto?

La agroecología, como base de la soberanía alimentaria de los pueblos, tiene la llave de acceso a una forma de vida saludable. Se trata de una propuesta sistémica que advierte sobre las dimensiones sociales, ambientales, económicas, climatológicas, culturales, que inciden la producción agropecuaria. El acceso a la tierra, a las semillas criollas y a la información son elementos claves de la propuesta.

En la actualidad, en la región del Alto Valle de Río Negro y Neuquén cada vez son más las familias que integran a sus espacios domésticos o de construcción colectiva la huerta agroecológica. Sin duda se trata de una herramienta al alcance de toda la población.

El suelo: un elemento fundamental para comenzar con la actividad de huerta. El suelo está conformado por millones de bacterias, vegetales, hongos, insectos, relacionados entre sí en perfecta armonía. Mantenerlo nutrido favorecerá el crecimiento de las plantas y frutos. Algunas dosis de abono animal, abono orgánico vegetal o lombricompuesto antes de cada temporada incrementará la calidad de las plantas.

La diversidad: cuanta más biodiversidad haya de plantas, animales y organismos del suelo en la huerta más saludable será el sistema agrícola. Las asociaciones de cultivos permiten controlar naturalmente las plagas, aprovechar la energía del sol, enriquecer el suelo, entre otros beneficios.

Las semillas: una pepita cargada de tanta información genética y cultural no puede venir de otro lado que no sea de otra familia agricultora. Las semillas criollas son el resultado de un proceso de domesticación llevada adelante por familias campesinas y pueblos antiguos. Recuperarlas, cuidarlas, compartirlas es parte de continuar el ciclo evolutivo de prácticas ancestrales. La autoproducción de semillas evita que se vaya perdiendo tanta riqueza concentrada, por lo tanto evita que se desvanezca nuestro patrimonio cultural alimentario.

Es tiempo de atender los impactos que tienen cada una de nuestras decisiones en el ambiente. Transformar la manera de alimentarnos es promocionar la vida, o no. Es urgente asumir la responsabilidad de recomponer el equilibrio de la biodiversidad. A través de la Agroecología, se producen alimentos sanos que nutren comunidades comprometidas y sostienen el equilibrio natural y cultural.

@victoriarodriguezrey


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