Dura polarización entre laicos y religiosos

Contexto

Egipto vive una profunda convulsión política desde el decreto del 22 de noviembre, con el que Mohamed Morsi, primer presidente islamista del país, amplió sus poderes y blindó sus decisiones y la comisión que redacta la nueva Constitución ante cualquier intervención de la justicia. Las medidas y las movilizaciones sumieron a un Egipto ya polarizado en la peor crisis política desde el derrocamiento del autocrático Hosni Mubarak. El país se halla dividido en dos campos, ambos con gran apoyo popular: Morsi, la Hermandad Musulmana y los salafistas versus grupos laicos y de izquierda. Los detractores del proyecto de nueva Constitución, adoptado a marchas forzadas por una instancia dominada por los islamistas, aseguran que no protege derechos fundamentales y abre la puerta a la más estricta de la ley islámica. La división política se acentuó cuando el presidente anunció el sábado que el 15 de diciembre próximo se votará en referéndum la nueva Constitución, redactada por una comisión dominada por sus correligionarios. El jefe del Estado asegura que su decreto es “temporal” y defiende que el objetivo es acelerar las reformas democráticas con un poder ejecutivo fuerte. La oposición lo acusa de arrogarse poderes “dictatoriales”, y le exige que anule su decreto y el referéndum. El poder judicial, al que el presidente prohíbe impugnar sus decisiones, también está dividido, con una mayoría de magistrados que boicotea el referéndum y otros dispuestos a supervisarlo.


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