«No somos ñoquis»: un científico y una actriz de La Patagonia hablan sobre el discurso que instaló Milei; «la descalificación cansa»

La tristeza y el desánimo embargan a referentes de sectores y organismos que están en la mira de la motosierra libertaria. Un psicólogo analiza los alcances de ese "ataque gratuito a sus autoestimas"

Hay impactos de los que se habla poco, pero son como gotas de tinta que enturbian progresivamente el agua. El desánimo es una de esas marcas que está ganando terreno. Se siente en la suma de voces apesadumbradas, y en esa pulsión que las lleva a poner en palabras lo que valen tareas que, hasta hace poco, eran reconocidas por la sociedad. Esas personas qué «heridas van sin ir sangrientas» (como escribía Pablo Neruda) son referentes de sectores y organismos que están en la mira de la motosierra libertaria. Pero padecen, más que nada, el latigazo de un discurso que desprestigia y acusa sin distinción.


«Es muy triste, estos fueron unos meses bastante duros. Y lo peor de todo es el desánimo que se siente por la desvalorización de lo que se hace. Yo creo en el sistema científico, en las universidades, en las instituciones de ciencia y técnica. Y es importante entender que la gente que está en ellas no lo hace por el dinero, sino porque creen en su trabajo, y sienten una vocación de servicio. Cuando ves que buena parte de la sociedad no sólo no aprecia lo que hacés sino que siente que le estás robando o que sos un ñoqui (sin haberse informado mínimamente) realmente da mucha impotencia».


Con estas palabras describió Gustavo Villarosa, vulcanólogo y científico del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) las sensaciones que lo embargan. Fue durante una entrevista en Río Negro Radio, a la que fue convocado para hablar del complejo volcánico Cordón Caulle Puyehue. Pero antes de abordar ese tema, se permitió reflexionar sobre el ánimo que lo acompaña desde que se puso en duda la continuidad del organismo que integra, y arrancaron los recortes y despidos.


«Nosotros hemos perdido gente, entre colegas e integrantes del sistema administrativo. Y hay chicos que en este momento se sienten bastante desanimados. Eligen otros caminos, dejan su vocación científica de lado. Becarios que trabajaron en su doctorado 5 años y se recibieron de doctores están repensando sus tareas.El impacto es muy grave» se lamentó.


«El Conicet debe ser la institución más meritocrática del país, donde ninguno ingresa sin concurso. Y no se puede permanecer en el sistema sin criterios de evaluación realmente estrictos, que no se ven en otros ámbitos. Aún así, desvalorizan lo que hacemos» compartió, apenado.


También se refirió a ese malestar la actriz Virginia Fdel. Ella forma parte de la «Asamblea de Teatreros Rionegrinos», que integran salas, técnicos, productores y actores que, ahora, están manifestando su preocupación por la posible disolución del Instituto Nacional del Teatro.


«Hay una parte en este discurso actual en la que parece que, por ser trabajadores de la cultura, somos ñoquis del Estado. O que el Estado es el único sostén de nuestros espacios. Y es importante poner el foco en que cualquier subsidio o línea de apoyo que se largue, no se da sin antes averiguar la manera en la que desarrollás tu actividad, más allá de ese aporte» consideró, angustiada.


«Hay que desterrrar esa mirada de que los artistas o el sector cultural sólo se sostienen del Estado, porque no es así. Pero prescindir de ese apoyo será mortal para la subsistencia de salas y de eventos, que son generadores de trabajo. Aunque el discurso descalificador cansa» aseguró, agobiada.


El análisis de un psicólogo


El licenciado en psicología Gustavo Andrés Marín reflexionó sobre ese desaliento, que está instalado como una mancha.


«No se puede echar todo en la misma bolsa. El mensaje extensivo y absolutista lleva a un ánimo menoscabado. El desprestigio generalizado hace que todos se sientan cuestionados sin justa razón. Es un ataque gratuito a sus autoestimas» analizó.


«Ante esto, algunos responden de manera depresiva. Otros se indignan y se pone en funcionamiento su ‘yo digno’. Es el ‘yo humano’ que exige respeto, que no quiere doblegarse y que pone el justo límite en lo que no es negociable ni saludable aceptar» continuó.


«Actualmente en nuestro país vivimos un momento particular, donde muchos trabajadores se encuentran transitando por situaciones de incertidumbre» graficó. ¿La contrapartida? apelar a la «autoafirmación y fortalecimiento. Cuando se menoscaba nuestra dignidad personal no hay mejores herramientas que ésas» aconsejó, esperanzado.

Escuchá al vulcanólogo Gustavo Villarosa del Conicet en «Abramos las Ventanas», por RÍO NEGRO RADIO.  

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