La inflación, el fuego amigo y el pragmatismo perdido

Los precios de marzo hicieron recrudecer la interna oficialista. El ministro Guzmán se muestra sereno, pero cerca del Presidente reclaman una señal de autoridad.

Irrenconciliables. Las diferencias internas en el gobierno respecto al manejo de la economía.

Sin respiro. La gestión económica no encuentra paz en Argentina.
Pese a que una buena parte de los datos del tablero económico arroja luces verdes, algo que no sucedía desde hace tiempo, la incidencia y la profundidad de la luz roja en el botón que corresponde a la inflación, es tan grande, que hace tambalear todos los planes. Incluso los planes que hace apenas un mes se pusieron en marcha de la mano del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.


Los datos son reales. En apenas un año, la economía nacional recuperó toda la caída que generó la cuarentena por el Covid. Cualquier economista hubiese firmado esa dinámica de ante mano. Dicha recuperación estuvo acompañada de una reducción del desempleo en un 4% en solo doce meses, con la creación de 1,2 millones de puestos de trabajo. A ello hay que sumar una sensible reducción de la pobreza y una mejora en la distribución del ingreso en el segundo semestre de 2021. Todo ello, habiendo cerrado la re estructuración con los bonistas privados en medio de la pandemia, y habiendo re negociado con el FMI en condiciones sensiblemente más laxas que en otras épocas.

El gobierno no logra encontrar la receta para desentrañar el flagelo de la inflación, y por el contrario, parece agravarlo con cada decisión.

En otro contexto, el combo sería propio de una gestión exitosa y fuerte.
No es el caso. El gobierno luce débil y la continuidad del Ministro Martín Guzmán está puesta duda casi a diario.


No hay que indagar demasiado para encontrar fundamentos: el dato de inflación de marzo es demasiado fuerte. En especial por el impacto sobre el bolsillo de los que menos tienen. Cierto es que el gobierno no logra encontrar la receta para desentrañar el flagelo, y por el contrario, parece agravarlo con cada decisión.


Tan cierto como que la endeblez que exhibe hoy la gestión económica, halla su razón de ser en la política. La descarnada puja interna en el seno del oficialismo, es la principal amenaza que enfrenta hoy Guzmán y el propio Presidente Alberto Fernández.

Récord


Hasta esta semana, uno de los caballitos de batalla con que contaba el oficialismo, era el 53,8% de inflación anual que la gestión Macri dejó al salir del poder en 2019. Ya ni con ese recurso discursivo cuenta el gobierno: los datos publicados por Indec esta semana dan cuenta de una inflación acumulada del 55,1% en los últimos doce meses.


El dato de marzo es, por diversas razones, mucho más profundo que eso.
El 6,7% del tercer mes del año, es el dato mensual más alto de los últimos 20 años. Supera al 2,5% de septiembre de 2018, y emparda al 6,7% de abril de 2016.


Pero el matiz más delicado, el que más duele, es que tiene que ver con los alimentos. La inflación del rubro alimentos fue del 7,2% en marzo. Durante el último semestre, el rubro más sensible para los sectores más postergados, que gastan en alimentos la mayor parte de su ingreso, acumula un 35% de incremento. En casos puntuales como el de la leche y los lácteos, esenciales para la alimentación en la primera niñez, el aumento en los últimos seis meses supera el 50%.


La proyección es elocuente. Si el gobierno tuviese intenciones de cumplir la meta del 48% anual establecida en el acuerdo con el FMI, necesitaría que el ratio mensual se ubique desde el presente mes de abril y hasta diciembre, en el rango del 2,5% al 3%. Por mero arrastre estadístico, es evidente que el dato de abril será muy similar al 5% (al menos). La meta resulta casi inverosímil.


Si en cambio el gobierno lograse encaminar la inflación mensual a un sendero de entre el 3,5% y el 4%, entonces el año cerraría en torno al 62%. Significaría reducir la velocidad de los precios casi a la mitad, y aun así sería la inflación más alta en 30 años.


Pero si desde abril y hasta fin de año la inflación mensual se ubicara en el rango del 4% al 4,5%, lo que incluso podría ser hasta lógico en el escenario actual, entonces el acumulado anual sería del 67%.

Fracaso


Es más que evidente que la política anti inflacionaria aplicada hasta el momento, nada tiene que ver con una “guerra” contra la inflación.


El secretario de comercio interior, que en reiteradas ocasiones ha desafiado al propio ministro, no ha cosechado más que traspiés. Desde que asumió hace apenas seis meses con la misión de establecer acuerdos sectoriales y controles de precios, la inflación mensual no ha hecho más que acelerarse. Especialmente la inflación relacionada a los alimentos, sector donde la injerencia de Felletti ha sido directa y manifiesta.


“No puedo hacer magia. Para controlar la inflación hace falta política macroeconómica”, manifestó hace dos semanas Felletti ante la evidencia de su rotundo fracaso. La pregunta al secretario de comercio debería ser entonces cuál es la razón de ser de los controles que intenta aplicar, si él mismo reconoce que no sirven para contener los precios.

Desbocados. Los precios minoristas corren a una velocidad récord.


El ministro Martín Guzmán en cambio, elije de forma recurrente la moderación. En la entrevista televisiva que concedió el lunes pasado, luego de que todo el fin de semana corriera el rumor acerca de su salida del gobierno, se lo escuchó aplomado, sereno y seguro.


Al referirse a las causas de la inflación, Guzmán reconoce la profunda incidencia de la pata monetaria. No niega, sino al contrario, reconoce a la emisión como uno de los motores de la dinámica de precios. La suba de tasas aplicada en la tarde del miércoles por el Banco Central, que coloca la tasa comercial en torno al 57% anual, es toda una señal de la visión del ministro, y de la coordinación con el objetivo de tasas de interés reales positivas que trazó el Fondo Monetario.
No obstante, Guzmán también refiere a otras dos causas.


La primera es la componente expectativas. Cuando las previsiones de los agentes económicos están trazadas por el temor y la incertidumbre, es difícil trazar vectores firmes al sendero de los precios. Mucho más cuando los grandes formadores de precio, ven en un escenario de “río revuelto”, la oportunidad de incrementar el margen de rentabilidad. No hay fundamento económico alguno que justifique los incrementos de precio de entre el 30% y el 50% que exhiben productos puntuales de la canasta básica alimentaria, o los relacionados con la higiene personal por ejemplo, producidos por un puñado de mega empresas.

El momento en que el mundo empieza a sufrir nuevamente la inflación, la tendencia global encuentra a la Argentina con un piso de inflación del 50%.


La segunda es un dato no menor, que puede no ser la causa principal del problema, pero sí un catalizador en el cortísimo plazo: a diferencia de otras épocas, la inflación es hoy un problema a nivel global. Estados Unidos acaba de dar a conocer el dato de inflación más alto en 40 años, los principales países europeos ostentan la inflación más alta en 30 años, y entre los países vecinos, Perú se encuentra envuelto en una severa crisis social a raíz de la inflación.


Cuando el Covid comenzó a arreciar y la mayoría de los países del mundo debió cerrar su economía, el problema más grave que tuvo Argentina, era que para ese momento ya arrastraba dos años de recesión. De la misma forma, el momento en que el mundo empieza a sufrir la inflación luego de décadas de haber olvidado el problema, la tendencia global (que impacta a nivel interno), encuentra a la Argentina con un piso de inflación del 50%.


No es un consuelo de zonzos. Pero es un elemento más que suma a la ecuación.

Pragmatismo


Una de las frases más celebres de Jesucristo en los evangelios, es aquella que dice que “Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y una casa dividida contra sí misma se derrumbará”.
Es un principio básico. Si la gestión debe enfocarse en contener los embates que vienen por la espalda, difícilmente pueda con los sablazos que llegan por el frente.
Tal es la sensación permanente que ofrece el gobierno liderado por Alberto Fernández.


Quienes oponen mayor resistencia y operan en público y en privado para generar la caída de Martín Guzmán, son los propios integrantes del oficialismo. Como nunca antes desde que está en funciones, el ministro atravesó los últimos días bajo fuego amigo. La danza de nombres para sucederlo, no cesó en la última semana, antes y después de conocidos los datos de inflación.


La diversidad de miradas suele estimarse como valiosa en cualquier coalición. Lo que no se comprende es que esos matices se conviertan en palos en la rueda para el propio gobierno. Incluso si quien ocasionalmente conduce, entiende que el rumbo debe ser uno diferente al que predomina hacia el seno del espacio.


Quienes se atreven a repasar la historia en detalle, entienden que una de las principales características que ha tenido el peronismo a lo largo de su historia es el pragmatismo. Entiéndase por tal, a la flexibilidad para torcer el rumbo en base a las necesidades que impone el momento histórico.

En la segunda mitad del primer gobierno de Juan Domingo Perón se aplicó un enorme ajuste del gasto, se limitó los incrementos salariales, y se actualizó fuertemente las tarifas de los servicios públicos.


La lectura romántica lo omite de forma sistemática, pero la segunda mitad del primer gobierno de Juan Domingo Perón aplicó un enorme ajuste del gasto, limitó los incrementos salariales, y actualizó fuertemente las tarifas de los servicios públicos. Si el viejo líder debiera aplicar la misma receta en estos días, debería enfrentar quizá la misma resistencia que enfrenta hoy Guzmán.


La búsqueda del pragmatismo perdido, es una de las deudas del espacio oficialista. La radicalización ideológica propia, es hoy la principal enemiga de un gobierno que no exhibe demasiadas luces, pero que ha logrado surfear una pandemia, e intenta mantenerse a flote en un escenario global de guerra y aceleración de precios.


El momento histórico pareciera pedir medidas que pueden resultar antipáticas hacia el seno del oficialismo. El Presidente no se atreve aún a dar el paso, pese a que su círculo íntimo le pide una señal de autoridad y rumbo despojada de tapujos ideológicos.


El riesgo que enfrenta la gestión, no solo es la espiralización de los precios. Es generar un ambiente de funcionalidad para que tarde o temprano, esas mismas ideas lleguen al poder, pero en versión extrema.

Dato

62%
Sería la inflación acumulada hacia fin de año si los datos se proyectan con cierto grado de optimismo en un rango de entre el 3,5% y 4% mensual.


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