Sobrevivientes: la clase media argenta se resiste a desaparecer
El ascenso social y progreso en base al esfuerzo siguen siendo motores aspiracionales. No obstante hay 9 millones de personas que se perciben de clase media, pero no lo son. La progresiva caída del sector que desde hace siete décadas caracteriza a la Argentina.
Hacer el viaje a Disney, cambiar el auto, comprar la casa y presenciar la entrega del título a “mi hijo, el doctor”. Las aspiraciones que movilizaron a cuatro generaciones argentas de clase media siguen estando vigentes.
Una gran mayoría de los argentinos se sigue sintiendo interpelada por la posibilidad de acceder a ciertos bienes y servicios representativos e identitarios, por la cultura del crecimiento en base al esfuerzo y por la búsqueda del ascenso social generacional.
No obstante, si bien el grueso de los argentinos se identifica aspiracionalmente en ese segmento social, resulta que la porción de la población que verdadera y fácticamente pertenece a la clase media es cada vez menor.
El fenómeno es particularmente llamativo en ambos extremos de la pirámide social.
En la parte baja, existe un gran número de personas que se auto percibe de clase media pero no logra el soporte de ingresos para acceder al consumo de bienes y servicios necesarios para “pertenecer”. Familias que durante mucho tiempo tuvieron cierto nivel de bienestar que se perdió en el camino, y se niegan a ser catalogados como “clase baja” en base a su nivel de ingresos actual.
En la parte alta, existe cierta autopercepción “vergonzante” de parte de personas que tienen un nivel de ingresos que los ubica como “clase alta”, pero que se niegan a abandonar “el ideal” de pertenencia aspiracional de clase media que los llevó a ese lugar.
El punto fue abordado por un reciente informe publicado por la Fundación Pensar, el think tank creado por el PRO para la reflexión social y política. El estudio fue elaborado a principios de octubre en colaboración con la Consultora CasaTres de Mora Jozami y la Consultora W que dirige Guillermo Oliveto, en base a una encuesta nacional de 2.319 casos efectivos respetando parámetros poblacionales de representatividad por demografía, sexo, y edad.
“El consumidor de clase media es, entonces, naturalmente aspiracional. A mayores logros, mayor poder. Y sobre todo, mayor seguridad. Más goce, pero especialmente menos temor”
Fundación Pensar
El trabajo se introduce en la relevancia que tiene “el consumo para la gestación y la consolidación de la identidad en las sociedades contemporáneas”. Con esa premisa afirma sin tapujos que “El consumidor de clase media es, entonces, naturalmente aspiracional. A mayores logros, mayor poder. Y sobre todo, mayor seguridad. Más goce, pero especialmente menos temor”. Agrega luego que “Los objetos de consumo se transforman en señales que indican la solidez de su posición en la estructura social”.
Cuando esa aspiración se traslada de generación en generación, opera como plusvalor irrenunciable de cara al futuro, pese a lo complejo que pueda resultar el presente. Tal es la imagen que sigue arrojando hoy el ideal argento.
Soy lo que soy
En base a los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que elabora el Indec, la sociedad argentina presenta en la actualidad una estructura en la que es posible distinguir por el ingreso mensual de los hogares entre clase baja, media y alta.
Aquellos hogares que no logran reunir al menos $2 millones al mes, se catalogan como de “clase baja”. Dentro de ese segmento, los hogares que logran reunir hasta $1,1 millones al mes, son pobres.
De la misma forma, los hogares que perciben ingresos mensuales de entre $2 y $6,5 millones, son considerados de “clase media”, y dentro de ese rango quienes reúnen hasta $3,5 millones son “clase media baja”, y quienes superan esa suma son “clase media alta”.
Existe una visible dicotomía entre la autopercepción respecto de la pertenencia a la clase media, y los ingresos reales que ubican a las familias «dentro o fuera».
Por último, quienes superan los $6,5 millones de ingreso mensual, son catalogados como “clase alta”.
El llamativo aporte del estudio realizado por Fundación Pensar radica en la visible dicotomía entre la autopercepción de los consultados y su realidad en base a los ingresos.
A diferencia de Indec, Fundación Pensar divide la clase media en tres (media baja, media y media alta). Ante la consulta acerca de “a qué clase pertenece” el 65% de los consultados responde “a la clase media”. Sin embargo, al contrastar esa respuesta con los ingresos de los encuestados, resulta que solo el 43% de los consultados verdaderamente pertenecen a este segmento.
El sesgo es particularmente visible “en los bordes”. El estudio señala que “El 35% de aquellos que pertenecen a la clase baja se consideran de clase media y el 80% de aquellos que pertenecen a la clase alta se consideran de clase media”. En efecto, un 36% de los encuestados dice ser de “clase media baja” cuando solo un 22% verdaderamente lo es, mientras que solo un 34% dice ser de “clase baja” cuando verdaderamente hay un 52% de los encuestados que pertenece a ese segmento de ingresos. En el otro extremo, solo un 1% se dice de “clase alta” siendo que un 5% de los encuestados ingresa en esa categoría en base a sus ingresos.

En otras palabras, la “clase media argentina” es un ideario. Un lugar al que se quiere llegar con esfuerzo, sacrificio y renunciamientos en pos del progreso y la realización personal y familiar. Asimismo, consiste en la capacidad de acceder a un nivel de bienestar que permita lograr ciertos hitos como la casa propia o el ascenso social de los hijos y nietos.
Los argentinos sienten orgullo de pertenecer, de haberlo logrado, de saberse merecedores del bienestar. La dificultad no es pertenecer, sino permanecer.
El dolor de ya no ser
Por más de siete décadas, la clase media argentina se consolidó sobre la base del acceso al empleo formal, al sistema de protección social, y un entramado sólido de salud y educación públicas que generó cierto nivel de vida homogéneo para el grueso de la población.
Fue esa caracterización la que le valió a la Argentina el apelativo de “la Europa de Latinoamérica” en la segunda mitad del Siglo XX.
El informe de Fundación Pensar estipula que entrada la década del ‘70, al menos un 75% de la población argentina era de clase media, mientras que las estadísticas de la época señalan una pobreza de solo el 4%. El estudio identifica tres hitos que dañaron de forma progresiva esa configuración: el “rodrigazo” a mediados de los ‘70, la híper inflación de finales de los ‘80, y la crisis de 2001.
Lo cierto es que mientras gran parte de la población dice ser aspiracionalmente de clase media cuando en realidad no lo es, los datos señalan que el porcentaje de familias que pertenece realmente a la clase media argentina es cada vez más pequeña. Al respecto, el estudio de Fundación Pensar señala al menos tres indicadores.
Un círculo virtuoso generacional se rompió: los jubilados se sienten fuera de la clase media, los adultos luchan por permanecer dentro, y los jóvenes sienten que no llegaran a pertenecer.
El primer indicador compara entre el presente y el pasado en base a un elemento fundacional: el ascenso social. Si hay algo inherente a la clase media argentina, es la certeza de que, en base al esfuerzo, el trabajo y el ahorro de los padres, los hijos podrán gozar de un bienestar mayor. Y que, si esa secuencia se repite a lo largo del tiempo, los nietos podrán vivir mejor que sus padres y sus abuelos.
El estudio de Fundación Pensar señala que el 41% de los consultados afirma tener un presente económico peor que el de sus padres. Agrega además que solo un 27% afirma tener hoy un nivel de bienestar mayor al de sus padres, cumpliendo con la premisa básica que movilizó históricamente a la clase media.
El estudio de Fundación Pensar describe un círculo virtuoso generacional que se rompió: los jubilados se sienten fuera de la clase media, los adultos luchan por permanecer dentro, y los jóvenes sienten que no llegaran a pertenecer.
El segundo indicador, está anclado en el presente. El estudio indaga sobre cuáles son los consumos que la clase media debió resignar para sostener el equilibrio económico en la coyuntura actual. Los cinco primeros ítems de la lista, son más que descriptivos: en medio de la caída real de los ingresos y a fin de sostener cierto nivel de bienestar, la clase media resignó en 2025 el esparcimiento (54%), comenzó a consumir segundas marcas (34%), redujo la compra de indumentaria (34%), resignó vacaciones (27%) o se dio de baja de las plataformas de contenido (23%).
La investigación de Fundación Pensar atribuye esta dinámica a la “inflación de la clase media” que avanza a una velocidad mayor a la del Índice de Precios al Consumidor. En este sentido atribuye ese proceso al “sinceramiento tarifario y el aumento por encima de la media en algunos servicios” y agrega que “el auge de compras en bienes duraderos, inmuebles y viajes al exterior responde principalmente a la capacidad de consumo de los sectores altos y medio-altos”.

El tercer indicador, se proyecta a futuro. Fundación Pensar consultó “qué es lo último que resignaría o que evitaría resignar” en la canasta habitual de consumo. El top 3 también es elocuente: un 27% jamás se daría de baja de la prepaga, un 15% no resignaría las actividades de los hijos y un 10% evitaría enviar sus hijos a una escuela pública.
El estudio cierra con una conclusión elocuente: el 54% de los consultados afirma que su capacidad de consumo es menor hoy que hace un año. El deterioro de esa matriz económica individual en el corto plazo se suma al del entramado social que daba soporte histórico aspiracional a la clase media: la universidad pública, el trabajo registrado, la seguridad social, el acceso a la salud.
No obstante los valores que movilizan al grueso de la población argenta se mantienen intactos: trabajo arduo, ahorro, ascenso social generacional. Ese motor sigue esperando los incentivos necesarios para volver a ponerse en marcha.
Hacer el viaje a Disney, cambiar el auto, comprar la casa y presenciar la entrega del título a “mi hijo, el doctor”. Las aspiraciones que movilizaron a cuatro generaciones argentas de clase media siguen estando vigentes.
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