Campañas negativas

Los argentinos enfrentan la semana previa a las elecciones nacionales para renovar el Congreso inmersos en un clima de incertidumbre sobre la situación económica y como espectadores de una campaña muy negativa, pobre de ideas y propuestas de futuro, que termina reafirmando la desconfianza y la desafección de la política del ciudadano común.

Como bien ha señalado el experto en comunicación política Mario Riorda, hace tiempo que las campañas electorales (a nivel mundial) han dejado de lado su función de ser ámbito de debate de futuras políticas públicas, orientando a los ciudadanos para tomar decisiones basadas en el análisis de propuestas y el debate ideológico. Hoy son “verdaderos plebiscitos emocionales de los ejecutivos de turno”, donde el diálogo democrático se deja de lado y su ausencia se llena con hostilidad y agresiones, prima la negatividad y se argumenta más sobre el pasado que sobre el futuro.

La falta de sustancia del debate político tiene también que ver con investigaciones de las neurociencias que hallaron que, contrariamente a nuestra imagen de seres 100% analíticos y racionales, nuestro cerebro funciona la mayor parte del tiempo “por defecto” en un modo rápido, intuitivo y emocional. Quienes planifican campañas saben que la mayoría de los electores se definirá no por un análisis meticuloso de las plataformas sino por aquel candidato con el que se identifican (“es como yo”), les genera confianza por algún rasgo de personalidad o consideran que encarna valores que el momento histórico necesita. El ecosistema de medios y plataformas digitales potencia estos factores al generar cámaras de eco que confirman sesgos ideológicos e identitarios. Las campañas se concentran en desacreditar al otro, a menudo desinformando para destruir su reputación personal y se privilegia conservar el voto “duro” a ampliar la base de apoyo.

Los votantes argentinos evidencian cierta fatiga ante un calendario electoral que este año no ha dado tregua, incluso con la suspensión de las PASO, dado que muchos distritos adelantaron sus comicios por cálculo político. En Capital Federal y la Provincia de Buenos Aires terminaron nacionalizándose, al igual que sus consecuencias políticas.

Si hoy se le preguntara a alguien al azar si recuerda alguna propuesta concreta o algún spot de campaña, difícilmente pudiera nombrar alguno. Seguramente mencionaría escándalos de presunta corrupción que envolvieron al oficialismo o a la oposición. El resto serían consignas superficiales, chicanas o frases hechas de algún candidato.

Lo cierto es que el Congreso que saldrá del 26 de octubre debatirá cuestiones que afectarán la vida cotidiana de las personas.

El presupuesto, que definirá los recursos que tendrán la producción, la salud, la educación y la Justicia a nivel nacional, o cómo se repartirán los fondos a las provincias. Cómo se cambiará el cobro y el reparto de impuestos. La reforma laboral, que fijará modalidades de empleo e indemnizaciones. La reforma penal, que abordará la inseguridad y decidirá sobre la libertad de las personas.

Hay proyectos de cambios en la ley de Salud Mental, donde crecen sin parar consultas e internaciones desde hace años, y suben las cifras de adicciones. El futuro de las jubilaciones, la transición energética, las nuevas tecnologías y su impacto en la privacidad, el trabajo, la formación y la vida diaria. Nada de eso se ha analizado en profundidad en esta campaña.

El riesgo de apelar a la negatividad permanentemente es generar un escepticismo generalizado que merme la participación y afecte la legitimidad de una institución clave de la república como es el Congreso. Lo que sirve para ganar un comicio puede no ser útil para gobernar, que requiere de consensos y responsabilidad política.

Las encuestas dicen que los argentinos concurrirán este próximo domingo a las urnas con sentimientos en su mayoría negativos: miedo, incertidumbre, enojo y desconfianza en partidos e instituciones.

El desafío de la dirigencia es tratar de generar una expectativa colectiva de futuro que permita superar la compleja coyuntura actual. Como señalaron los empresarios de IDEA, no se puede tener una economía (y una sociedad) “que tiembla cada dos años” porque los argentinos votan.


Los argentinos enfrentan la semana previa a las elecciones nacionales para renovar el Congreso inmersos en un clima de incertidumbre sobre la situación económica y como espectadores de una campaña muy negativa, pobre de ideas y propuestas de futuro, que termina reafirmando la desconfianza y la desafección de la política del ciudadano común.

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