Lula y el rol del Mercosur

El regreso al poder de Luis Inácio Lula Da Silva en Brasil, tras cuatro años de indiferencia y escepticismo del gobierno de Jair Bolsonaro al bloque, trae esperanza a quienes piensan que una mayor integración regional es la forma en que los países de América Latina debieran enfrentar el complejo contexto económico mundial actual. Las credenciales internacionalistas del líder de izquierda y su sintonía con el presidente argentino Alberto Fernández y otros líderes progresistas de la región hacen pensar en una revitalización de instancias regionales como el alicaído Mercosur. Sin embargo, más allá de las simpatías políticas, será necesaria una seria coordinación de variables económicas e intereses políticos estructurales si se quiere avanzar en este sentido.

Desde la campaña, Lula destacó que uno de los ejes de su presidencia sería “reinsertar a Brasil en el mundo”, en contraste con el aislacionismo de Bolsonaro. En sus primeros pasos, el líder brasileño confirmó el regreso de su país a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), su participación en la cumbre de la organización el 24 de febrero en Argentina, dio señales de reimpulsar el bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y hubo acercamientos con la administración de Joe Biden. En relación al Mercosur, prometió reimpulsar el acuerdo con la UE, congelado desde 2019, y el proyecto de una moneda común.

Para el bloque y la Argentina la llegada de un “viejo amigo y aliado”, que confirmó su visión de un mundo multipolar, que se presenta como una potencia emergente comprometida con el crecimiento con equidad, los valores democráticos, el medioambiente y que recupera a los países de América Latina (y en particular a la Argentina) como socios estratégicos, es una excelente noticia.

Sin embargo, no hay que dejar de lado que este tercer periodo de Lula en el gobierno de Brasil tendrá fuertes condicionamientos internos y externos.

En lo interno, el mandatario brasileño deberá articular sus políticas con sus aliados liberales, de quienes depende para la confianza en los mercados y la estabilidad política. Los vaivenes de la bolsa recordaron que el idilio del pasado con los mercados, debe reconstruirse. Por otro lado, está en minoría en un Congreso fragmentado y el bolsonarismo controlará las principales gobernaciones, en un contexto de polarización política. No le será fácil arribar a consensos.

En lo externo, no contará con el contexto favorable de otras épocas, en un mundo con bajo crecimiento y en riesgo de recesión, con altas tasas de inflación, crisis energética y alimentaria por las tensiones geopolíticas por la guerra en Ucrania y la creciente rivalidad entre China y Estados Unidos, que impacta en la región.

En relación al Mercosur, el principal desafío son la falta de rumbo (no termina de definirse como Unión Aduanera ni Zona de Libre Comercio) y las fricciones internas, reflejadas en el pedido de Uruguay de flexibilizar el bloque para negociar acuerdos comerciales con China. El proyecto de moneda única suena atractivo pero lejano, debido a que para lograrlo se deberán superar enormes asimetrías macroeconómicas, la volatilidad y el exagerado proteccionismo de Argentina, la baja institucionalización y escasos avances en infraestructura, servicios, inversión, normas técnicas y laborales del bloque . El acuerdo con la UE, más allá del renovado compromiso de Brasil con la conservación de la Amazonia, debe sortear la oposición proteccionista del sector agrícola de Francia, Bélgica e Irlanda, la verdadera traba para el acercamiento.

La afinidad política con el líder natural de la región y principal socio comercial del país sin dudas es importante, pero no es una panacea para los problemas del Mercosur ni de Argentina. Será necesaria la convergencia de intereses económicos y políticos de largo plazo de todos los socios si se quieren evitar errores del pasado. Desde Argentina, más que voluntad y discursos, se requiere un consenso interpartidario con una mayor apertura comercial y estabilidad macroeconómica, una reforma que modernice el Estado y una política exterior coherente, alineada con estos objetivos.


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