El Canto del Afilador: una original experiencia de teatro para escuchar

Vero Padín y Maxo Poles, poeta y músico, respectivamente, dieron forma a una original pieza auditiva de veinte minutos escrita, narrada y musicalizada en clave de monólogo teatral.

Quién no escuchó alguna vez el canto del afilador? Canto particular, por cierto. Porque el afilador no pregona su servicio, sino que lo interpreta con una diminuta flauta. Una que solo ellos tocan, por eso, cada vez que su dulce sonido irrumpía en la calma barrial, todos sabían que estaban llegando el afilador.
Esta vez, El Canto del Afilador, ya como nombre propio, toma nuevas sonoridades y se resignifica a partir de la voz de la poeta Vero Padín y del músico Maxi Poles, quienes desarrollaron un original trabajo al que describen como pieza de escucha, una experiencia sonora de casi veinte minutos hecha de elementos propios del radioteatro y del monólogo teatral.


Grabado, mezclado y masterizado por músico, compositor, guitarrista y productor de música electrónica y beatmaker, Juan Fort en su homestudio Bulug, El Canto del Afilador puede escucharse en Spotify, como así también en los respectivos canales de YouTube de sus autores.
Compuesto como monólogo en seis movimientos, esta pieza de escucha es una obra literaria y musical pensada y construida a lo largo de todo 2021 y narra la historia de una mujer, su vecina, un hombre y de un afilador mediante un juego y mixtura de lenguajes, el musical, el sonoro y el literario. Se puede escuchar, pero también está la dimensión literaria de la obra.
“No tiene ninguna continuidad con nada que hayamos hecho antes”, aclara Vero Padín en diálogo con RÍO NEGRO. Con experiencia en video poemas, donde la poeta experimentó con el lenguaje audiovisual propio del cine y del videoclip, esta vez se trató de otra cosa. Una experiencia más cercana al disco.


¿Qué es entonces El Canto del Afilador? “No es un audiolibro”, vuelve a aclarar la autora del texto. “Se nos ocurrió hacer esto completamente diferente. Es la primera vez que escribo una transición entre poesía y teatro. Nos juntamos varias veces con Maxi, yo tenía unas líneas para un texto teatral y pensamos en hacer algo solamente para escuchar”.
¿Por qué decimos que se trata de una experiencia creativa cercana a la de hacer un disco? Porque se trabajó con maquetas y hubo mucho trabajo de voces, composición y grabación en un estudio. “Las maquetas las hicimos en la casa de Maxi y grabamos en el estudio de Juan Fort. En función de eso, él buscaba las segundas voces, los fraseos, contrapuntos, la voz en elación con los instrumentos”, revela Padín.

Con la intención que la música no quedara relegada a una función de acompañamiento, fue surgiendo este diálogo entre lo sonoro y la voz a modo de contrapunto».

Maxi Poles, compositor e intérprete de la música de El Canto del Afilador.


El trabajo, que, si bien está presentado como una experiencia de escucha, puede ser llevado a escena, algo que sus autores no descartan a futuro. “Cuando escribí estás líneas el año pasado, tenía ganas de escribir un monólogo teatral. Después, surgió la idea de musicalizarlo y grabarlo. Por eso se puede leer en clave literaria, se lo puede escuchar y también representar”.
El Canto del Afilador propone una voz, la de Padín, interpretada, pero no intervenida. “Intenté interpretar un poco la voz, leo poesía, grabé en discos, pero acá, en cambio, está más interpretado porque es un monólogo de dos personajes. Así que, sí, lo interpreté un poco (risas)”.

“La preferida”, obra del artista plástico marplatense Ricardo Alfredo Valente es la portada del trabajo de Padín y Poles.


Que la voz no estuviera intervenida como ya había sucedido en otras experiencias fue una decisión técnica y estética, cuenta la escritora: “Acá tenía ganas de contar una historia en clave de monólogo, tenía ganas de que fuera a través de la voz interpretada, más que intervenida. Es la interacción entre la voz y el instrumento lo que le da el carácter a la obra y no a través de efectos de posproducción. La voz sin interferencias de máquinas y a la vez interpretada, actuada, fraseada”.


Por su parte, Maxi Poles explica la función de la música en esta pieza: “Con la intención que la música no quedara relegada a una función de acompañamiento, fue surgiendo este diálogo entre lo sonoro y la voz a modo de contrapunto. Y en el transcurso de la narración, la música va cumpliendo diferentes roles: contextos escenográficos, silencios y como un personaje más que acompaña la melodía natural en la interpretación que le dio Vero”.
A lo largo de El Canto del Afilador, se escuchan instrumentos acústicos, violas, violines, clarinetes y un bajo donde aparece Blas Cerezo como invitado, cuenta Poles. Y con ellos, lo digital: sintetizadores, collages sonoros y el trabajo en el estudio donde termina de redondearse ese carácter clásico y experimental.


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Quién no escuchó alguna vez el canto del afilador? Canto particular, por cierto. Porque el afilador no pregona su servicio, sino que lo interpreta con una diminuta flauta. Una que solo ellos tocan, por eso, cada vez que su dulce sonido irrumpía en la calma barrial, todos sabían que estaban llegando el afilador.
Esta vez, El Canto del Afilador, ya como nombre propio, toma nuevas sonoridades y se resignifica a partir de la voz de la poeta Vero Padín y del músico Maxi Poles, quienes desarrollaron un original trabajo al que describen como pieza de escucha, una experiencia sonora de casi veinte minutos hecha de elementos propios del radioteatro y del monólogo teatral.

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