El chat o nuevas reglas de comunicación

Los encuentros afectivos entre personas son raros pero intensos

El chat es el paraíso de las relaciones frustradas. Allí donde los que «navegan», naufragan. Aunque -hay que reconocerlo- de cuando en cuando dos o tres personas hacen «click».

Las líneas del chat están llenas de frases como ésta: «¿Alguien quiere conversar?» «¡Ufa! qué aburrido!» Paradójicamente son pocos los que conversan y más los que se fastidian.

El resto son guiños entre gente que se conoce en carne y hueso, fanáticos de algún club deportivo o gente que parece estar pegada a la pantalla como podría estarlo a una telenovela colombiana o a una chimenea.

Y esto no observa cambios importantes cuando se pasa del chat «amigos» al de «sexo».

Pero en el momento en que dos o más personas hacen conexión algo increíble sucede.

Hierve la sangre porque sólo podemos intuir todo del otro sin saber, en realidad, nada. Salvo las señas que aparecen en la pantalla. El otro es la construcción que hacemos de él. Y eso es lo divertido.

Que la conexión exista no significa que esté basada en datos reales. Es muy común que las personas se apasionen en un chat y confiesen, en línea privada, ideas que no se les ocurriría plantear en una sesión de terapia. El chat actúa como un desinhibidor.

Hay que aceptar el juego, eso sí. Si alguien dice llamarse Gabriela tal vez sea Gabriel, los solteros son casados, los casados solteros, los adolescentes ancianos y los ancianos niños. La mentira es un valor intrínseco de la charla. Y un valor porque permite dejar de lado los datos puntuales para pasar al fondo del asunto.

En los chat las personas se besan, prometen encuentros en ciudades perdidas, fraternizan, se entienden y terminan, bajo un manto de datos dudosos.

Los números de teléfonos van y vienen, pero uno nunca sabe si éstos son verdaderos.

El chat, sin imagen, sin voz, ha servido como un territorio liberado. Una zona roja para las confesiones.

Pero el click no abunda. Por lo general, los demás no son nuestras almas gemelas.

Y cuando el entendimiento se hace posible es mejor dejar que las cosas fluyan, sin apuro.

El chat es un universo de intercambio distinto, el tono lo imponen las palabras y por lo mismo exigen motivaciones sobre todo intelectuales.

Los ambiciosos de la carne -y que no suene a reproche- suelen ver frustrados sus galanteos. Se olvidan de que el chat es un juego a ciegas. En donde la curva del busto y el color de los ojos, son un sueño que empieza y termina en la palabra.

Intercambios intensos que aceptan la fragilidad de su naturaleza.

Claudio Andrade


El chat es el paraíso de las relaciones frustradas. Allí donde los que "navegan", naufragan. Aunque -hay que reconocerlo- de cuando en cuando dos o tres personas hacen "click".

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