El delivery se transformó en un hábito y en una salida laboral en Bariloche

La caída del turismo hizo que el sector del reparto a domicilio con pedidos por internet se circunscribiera al mercado de los residentes, que durante la pandemia creció. Cómo es el mundo de los repartidores.

La crisis de desempleo obligó a muchos trabajadores a explorar nuevas actividades para asegurarse un ingreso regular y algunos decidieron ingresar al mundo del delivery, cuyo desarrollo a nivel local había comenzado de modo incipiente en los últimos años y creció mucho con la pandemia.

La llegada de una empresa que estandarizó ese servicio y lo administra mediante una aplicación de telefonía celular también potenció esa oportunidad laboral, que registra ya una evolución con varios datos singulares. El más notorio es que el medio de movilidad elegido por muchos al comienzo, la bicicleta, dejó espacio con el correr de los meses a la moto e incluso al auto.

También hubo una reconversión en el perfil y la edad de los repartidores. Hasta el año pasado eran jóvenes, muchos universitarios, con interés en un trabajo de tiempo parcial, y con edades que fluctuaban entre los 20 y los 30 años.

Hoy la realidad se adaptó (lo mismo que los medios de locomoción) a la crudeza del panorama laboral y comenzaron a incorporarse desocupados de otros rubros, personas que dejaron el taxi o cerraron un negocio y que encontraron el delivery como única alternativa. La edad media también se estiró y hay gente de hasta 50 años dedicada a esa tarea, incluidas varias mujeres.

Pero el reparto en bicicleta sigue reducido a un núcleo de perseverantes, que no cambian porque son “fans” de ese tipo de vehículo o porque no cuentan con el dinero para la moto, aspiración de la mayoría.

Universo

80
trabajan en el reparto a domicilio con pedidos mediante una app. De ese total, hay 15 jóvenes que lo hacen en bicicleta.
40
mil pesos por mes obtienen como mínimo los que se dedican al delivery tiempo complejo. Algunos llegan al doble.

La bicicleta es para pocos

Facundo trabaja en la empresa de delivery de distintivas mochilas rojas desde su llegada a Bariloche, en noviembre de 2019. Aunque el año pasado dejó entre marzo y octubre. Tiene 34 años y siempre se manejó en bicicleta y este será su primer invierno. Calculó que en la actualidad son unos 80 los repartidores que trabajan en el centro de Bariloche, pero la mayoría “motorizados”. Los que se mueven en bici no llegan a 15.

Explicó que las condiciones laborales son duras, pero claras. Tienen un vínculo con la firma que no les da derechos de empleado formal, tienen que presentarse con su monotributo en regla y cumplir varios pasos hasta firmar el contrato. La relación se maneja enteramente por correo electrónico y dependen de un coordinador que está en Neuquén y con quien no tuvieron nunca contacto presencial.

Más directo es el vínculo con los clientes/empresas, que los requieren para entregar una venta. La gran mayoría son locales de comidas rápidas, heladerías, pizzerías y elaboradores de empanadas. También supermercados. Por ahora no hay farmacias y ferreterías, que son habituales usuarios de delivery en otras ciudades.

Con los clientes finales -los destinatarios del pedido-, el trato es cordial casi sin excepciones. Y la propina no falta casi nunca, aunque los montos son modestos. Los repartidores con cierta antigüedad añoran las temporadas altas de turismo, cuando abundaban los viajes para dejar comida “en hostels y departamentos” temporarios y muchos los premiaban “con dólares o pesos chilenos”.

Según Facundo, es un trabajo que le sirve porque “se puede acomodar”. Él necesita tiempo para sus estudios de fotoperiodismo y elige salir solo “algunos días” de jueves a domingo. En un buen fin de semana puede reunir entre 3.500 y 5.000 pesos. La empresa les paga 65 pesos fijos por viaje, más un plus por kilómetro recorrido.

Tracción a sangre: muchos de los que reparten lo hacen con sus bicicletas como medio de locomoción. Foto: Alfredo Leiva

Leandro también acumula importante experiencia en el rubro. Comenzó a fines de 2019. Tiene 25 años, es egresado de la escuela industrial, y se dedica a tiempo completo: turnos de ocho horas de lunes a sábado.

Dijo que si trabaja todo los días puede reunir al mes entre 40 y 50 mil pesos y de propinas suma otros 1.000 pesos por semana. Calculó que los delivery en auto “llegan a sacar 80.000 pesos”. Todo depende de la cantidad de pedidos que pueden llevar por turno. En bicicleta, es difícil pasar el tope de 20.

“Es bastante sacrificado, especialmente cuando llueve, nieva o hace frío”, reconoció Leandro. También dijo que la gente en general los valora y los reconoce, “aunque a veces hay algún chistoso” que niega el pedido realizado, “como si fuera un juego”.

Bariloche ya no puede desentenderse de su condición de “gran ciudad” y, aun con demora, adoptó esta modalidad de entregas rápidas a domicilio, que registra fuerte competencia y ya es moneda habitual en Buenos Aires, Neuquén y otros grandes centros urbanos.

Al menos por ahora, la actividad de delivery no está regulada a nivel local. En la provincia existe la ley 5.457, aprobada el año pasado por impulso, entre otros, del legislador oficialista Lucas Picca. En lo esencial, crea el “registro provincial de aplicaciones móviles” y las define como aquellas que desarrollen como actividad principal el “servicio de mensajería urbana” o el “reparto a domicilio de sustancias alimenticias”, así sea con “automóvil, motovehículo o ciclorodado”.

Les impone a las empresas la inscripción ante la AFIP, la constitución de un domicilio en la provincia, declarar la nómina de conductores a través de los cuales presta el servicio, un seguro de accidentes personales y que acrediten “el procedimiento para garantizar la protección de datos de los usuarios”.

El concejal Gerardo Ávila dijo que en Bariloche no surgió la necesidad de reglamentar el delivery por ordenanza, aunque hubo algún intento hace dos años, cuando irrumpió la primera empresa y comenzó a contratar repartidores locales.

“No hemos recibido demanda del sector para que lo regulemos. En principio no debería ir por fuera de lo que es cualquier habilitación comercial -consideró-. En cuanto al vínculo laboral, si cumple o no con las normativas, es incumbencia de la secretaría de Trabajo”.

Aclaró que igual la actividad no tiene una envergadura que merezca mayor atención. “Esto no es como Buenos Aires, donde hay miles de repartidores -dijo Ávila-. No se me ocurre qué debería hacer el municipio”.

Para que “los números cierren” a fin de mes y el trabajo se justifique, los repartidores saben que es importante tomar turnos al mediodía y a la hora de la cena, cuando se multiplican los pedidos de comida. También hay más trabajo los fines de semana, “cuando la gente cobra” y los días de River-Boca o cuando juega la Selección.

El trabajo está precarizado, bajo reglas que todos aceptan y admiten como un signo de los tiempos. Según Facundo, no tienen aguinaldo ni vacaciones y en el mismo contrato se comprometen a no presentarse como empleados de la empresa sino como trabajadores independientes.

No se puede comparar con un trabajo estable, pero uno sigue porque le sirve”, afirmó. El año pasado iniciaron contactos para sindicalizarse, pero perdieron impulso con la pandemia.


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