El mayor desafío de Piñera: Bachelet

JAVIERA SALINAS DPA

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, vive hoy el mayor desafío de sus primeros días de gobierno: superar el fantasma de la ex mandataria Michelle Bachelet, imagen que sigue latente en la sociedad chilena. El más reciente problema que acongoja a Piñera es que posee la más baja aprobación ciudadana al iniciar su mandato que ha tenido un presidente desde la vuelta a la democracia, en 1990. Sin embargo, lo que enciende las alertas dentro del gobierno ni siquiera es el aumento de la desaprobación al presidente, que desde que asumió en marzo tuvo un alza de un 18 a un 34%, sino el 68% de apoyo que los chilenos manifiestan hacia la opción de que Michelle Bachelet vuelva al poder, según la encuesta Cerc. Las razones de estas cifras han sido explicadas por el escenario en que el empresario asumió al país sudamericano luego de un terremoto y el poco arrastre que su entorno político tiene en comparación a los gobiernos previos. A los inconvenientes de no poder resolver rápidamente los daños del terremoto y una lenta instalación en el poder, criticada por los masivos despidos de funcionarios públicos, se sumó el poco conocimiento que los chilenos tienen de quienes ocupan los cargos ministeriales. Esto resultó ser una de las consecuencias que podía traer “el tipo de perfil de ministro elegido y porque el presidente copa mucho la agenda noticiosa”, explicó el director del Instituto de Investigación de Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales, Claudio Fuentes. Sin embargo estas cifras, tan relevantes para la política chilena por su capacidad de dar la temperatura de la sociedad en un momento determinado, señalan también que el gobierno de expertos que esperaron 20 años para llegar al poder todavía no puede sacudirse la imagen de Michelle Bachelet. A la emergencia del terremoto le siguieron los problemas ligados a los derechos humanos, que dejaron en evidencia la falta de liderazgo y reacción de la administración de Piñera ante los inconvenientes. Situación que contrastó con una ex presidenta que, a pesar de los problemas, logró crear una imagen empática, sensible y cercana. Las palabras del ex embajador de Argentina, Miguel Otero, y del hermano del presidente, José Piñera, en defensa de la dictadura militar chilena sacaron roncha en una sociedad que todavía no supera la división entre derecha e izquierda y que no puede reconciliarse con un pasado marcado por los crímenes de lesa humanidad. El silencio al que optó el presidente Piñera, dejando la tarea de confirmar el compromiso de su gobierno con los derechos humanos en sus desconocidos ministros, hizo que nuevamente salieran las comparaciones con Bachelet, caracterizada por dotar de poder a un vocero que seguía la línea de lo que la mandataria quería transmitir. Las críticas al manejo comunicacional del gobierno nacieron desde el propio oficialismo, que ve con temor que el cargo de presidente no permite que Sebastián Piñera tenga un escudo protector a situaciones como el polémico y frío saludo que recibió del técnico argentino Marcelo Bielsa cuando recibieron a la selección chilena tras el Mundial. Un tema netamente deportivo se convirtió en algo político, donde nuevamente la figura de Bachelet salió a relucir, por la cercanía que ella construyó con el fútbol chileno durante su mandato. “Como presidente de la República voy a tratar con el debido respeto a todas y cada una de las personas. Ésa será una de las conductas de la cual nunca me voy a alejar”, dijo Piñera al conocer las disculpas que ofreció el rosarino por su conducta. Cansado de tanta relevancia de Bachelet, incluso manteniendo un perfil bajo que sólo fue alterado por su presencia en el Mundial, Piñera encargó a los parlamentarios de su sector fiscalizar las acciones emprendidas por la ex mandataria en su gobierno. Lo que debía ser una acción reservada terminó por ser público gracias a los legisladores oficialistas, que contaron la intención de indagar eventuales irregularidades en la entrega de recursos a las ONG durante la administración de Bachelet. La iniciativa impulsada desde la Casa de Gobierno terminó con una ex presidenta llena de señales de apoyo de los jefes de partido y de bancadas legislativas de la Concertación, que acusaron una “caza de brujas” para ensuciar la opinión que la ciudadanía tiene de ella. Ante la polémica, el presidente Piñera nuevamente optó por el silencio y dejar que su círculo cercano saliera al paso de las críticas, una carta que pocos frutos le ha dado hasta ahora. Y es que el intento de lograr la empatía y cercanía que tenía la mandataria anterior ha desviado al presidente de las características que sí le reconocen y por las cuales fue el favorito en las pasadas elecciones: energía, dinamismo e inteligencia. La preocupación por llegar al histórico 85% de aprobación con que Bachelet dejó el gobierno ha llevado a las filas del oficialismo a buscar el “femicidio político” que antes acusaron dentro de la Concertación. Hoy el desafío del presidente será abrazarse a sus características esenciales para superar el fantasma de Michelle Bachelet y cumplir con la nueva forma de gobernar prometida en su campaña, para demostrarles incluso a sus propias filas que hay más de una manera de llevar el cargo que ostenta.


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