El modelo de la mujer perfecta cumple 20 años en la cima
El modelo de belleza imperante es el mismo desde hace unos 20 años. Sin embargo los símbolos eróticos actuales están bastante lejos de las beldades esqueléticas. Por el contrario las miradas se las llevan Graciela Alfano, Salma Hayek, Moria Casan, entre otras femmes muy bien dotadas.
En el principio fue Bo Derek. ¿O fue Cleopatra? ¿O Eva, la chica que meloneó a Adan? ¿O Sofía Loren de corpiños con o sin ballena? ¿O Marilyn Monroe con ese vestido que lució en un cumpleaños de su amante, John Kennedy? ¿O Susana Giménez?
Todas podrían justificar su sitio en el paraíso de las beldades eternas pero sólo Bo Derek llegó a la máxima nota escolar: el 10. Aunque Marilyn y también Sofía alcanzan para generaciones de hombres la misma puntuación.
Empecemos con Bo Derek. Los 80 daban la largada a una época obsesionada con el dinero. Lo fue. Una de las tantas películas que se estrenaron en esos años fue «10, la mujer perfecta», o la hembra perfecta desde la óptica más machista. El filme, apenas una comedia tonta, anticipaba la obsesión por un modelo corporal. Bo Derek era delgada, curvilínea y no muy alta. El 10.
Desde entonces ha sido el modelo imperante. Es cierto que el mercado las pide altas pero esta es una condición más relacionada con las utopías de los diseñadores de moda que con la realidad. La chicas, y sobre todo en esta parte del planeta, no son esbeltas. Derek tampoco lo era entonces. Lo importante, y lo que quedó fijado en la memoria colectiva, alimentada por el bombardeo publicitario, es una delgadez apenas insinuada. Sumaba sus ojos celestes, hundidos; un rostro… Y una espalda que se diluía en una cola nada abrupta… la cola. Una mujer sin necesidad de valor agregado para ser hermosa. La bikini le era ajena. Lo suyo para salir de las aguas de Santa Mónica era una malla enteriza inmaculadamente blanca.
En buena parte del mundo Bo se transformó en un símbolo erótico. En la Argentina no dejó de ser llamativo que recibiera este status. Porque un tramo del país – el amante de lo voluptuoso – venía de reverenciar a Isabel Sarli. Y otro tramo tenía nostalgia de aquel rostro muy dorado que a finales de los 60 preguntaba desde un aviso si uno tenía fibra: «Chunchuna» Villafañe. Nostalgia incrementada cuando se recuperaba la imagen de aquella muchacha de rostro delgado que caminaba por las blancas arenas de Marruecos con un LM sostenido por labios muy finos: Claudia Sánchez. Un país que avanzados los 80 perdería el aliento por Susana Giménez.
«Lo bello es bueno», sostenía Platón. Lo bello es alto y flaco, podría asegurar un modisto de estos años. Una sola cosa es cierta: lo bello es discutible. Toda época tiene sus parámetros. La que vivimos marca algunas diferencias con las anteriores, producto de las imágenes que no deja de proyectar la industria. El modelo Derek, un poco más alto, lleva 20 años en la cúspide.
Las mujeres de la corte de Luis XVI se dibujaban venas azules en el cuello y los hombros para resaltar su sangre noble. ¿A quien se le ocurriría hacerlo hoy?
El modelo de estos años, dicho está, es delgado, alto, andrógeno y en cambio las figuras que se llevan las miradas de deseo no entran en el molde.
Ese que ayudaron a construir Noami Campbell, Claudia Shiffer y Linda Evangelista -aquella de la célebre frase: «Por menos de 20 mil dólares no me levanto de la cama»- .
Pamela Anderson es baja. También Salma Hayek. Tampoco podría decirse de ellas que son esqueléticas. Lucen, si, cada vez que pueden, el tamaño de sus senos. La Coca hizo escuela.
Tampoco Jennifer Lopez es un digno exponente del modelo de fin y principios de milenio. Es rellenita, la piba. Alguna vez declaró, sin exagerar, que estaba tan bien dotada de sus cuartos traseros que era capaz de servir el té sobre ellos. No es poco.
Las latinas también tiraron por el suelo el mito de las rubias. Que son divertidas todavía lo sostienen algunos varones. A Hayek y Lopez les brilla el pelo negro. Marilyn Monroe, Carole Lombard y Marlene Dietrich son venus de otras décadas.
«Pero, ¿qué es un rostro atractivo? Consiste en un rostro simétrico. Lo más importante, asegura Judith Langlois, profesora de psicología en la Universidad de Texas, es que sea un rostro promedio en términos de posición y tamaño de los rasgos faciales. (…) Es una cuestión de armonía y de distribución de rasgos. La fotografía de una joven con ojos a una distancia normal y nariz pequeña es más sencilla para el ojo que la de una de ojos bizcos y nariz ancha. Los extremos generan rechazo y no son considerados atractivos explica Langlois», dice Cathy Newman en un artículo publicado en la National Geographic.
La ciencia ha permitido que las divas de hoy puedan adecuarse a los gustos cambiantes del público. Así es como, por ejemplo, la actriz y cantante Cher se sacó dos costillas con el fin de obtener una mejor cintura y Demi Moore se sometió a duras dietas, liposucciones y operaciones varias para conseguir el cuerpo curvilíneo con el que protagonizó «Streeptease».
Dos símbolos sexuales argentinos como Moria Casán y Graciela Alfano también pasaron por el quirófano en más de una ocasión. A su edad compiten con el modelo consagrado que encarna Valeria Mazza. Valeria lleva las de perder en territorio nacional. Tiene el cuerpo que la pasarela exige pero la hinchada sabe lo que quiere: pechos. Y una cosa más: un rostro sugerente, algo que sí tiene Andrea Frigerio.
Lo entendió bien Daniela Cardone. Ella también ofició de modelo y cuando hizo falta volumen lo consiguió. El resultado: sensual, delgada y dotadísima. Lo que naturaleza no da, lo consigue un buen cirujano plástico.
Este es el marco en el que dos íconos sexuales como Osvaldo Laport y Soledad Silveyra, todavía se mantienen compitiendo a sus cuarenta y tantos. Son un increíble homenaje al sacrificio y a la pericia humana.
En este desfile de íconos sexuales, ¿cabe la presencia de Cris Miró? En España hay un antecedente. Bibi Andersen se consagró en el cine desde su sexualidad cambiada. Miró sigue sus pasos y su presencia exitosa en la revista porteña, o lo que queda de ésta, confirma el gusto actual. Aparecen de nuevo los senos llenos y la mirada pérfida. Que no falten. Que los piden en todos lados.
Y que tampoco falten los labios. No como los de Raquel Mancini, pero por ahí. La chica ya había pasado un mal momento en un quirófano. No aprendió la lección. Hace unos meses apareció con una especie de morcilla en la boca. Peligrosamente parecida a ese personaje de Juana Molina. «Se me pasó la mano con el colágeno», dijo la ex diva.
No importa lo que digan los paneles publicitarios, los gustos cambiarán. ¿Volverán las rellenitas? ¿Las bajas? ¿Las pelirojas?
«Aunque la gente de la calle se maquille con aspecto natural, no deja de identificarse con las figuras nostálgicas cuyos modelos desgastados siguen mostrando las revistas. La belleza no sólo se reinventa, sino que además se alimenta de modelos difuntos. Colette, Rita Hayworth, Marilyn Monroe, Jackie Kennedy, Audrey Hepburn regresan…», escribió Dominique Paquet en su libro «La historia de la belleza».
Cirujanos y estilistas ya afinan el pincel. La historia no los pescará desprevenidos.
Carlos Torrengo
Claudio Andrade
En el principio fue Bo Derek. ¿O fue Cleopatra? ¿O Eva, la chica que meloneó a Adan? ¿O Sofía Loren de corpiños con o sin ballena? ¿O Marilyn Monroe con ese vestido que lució en un cumpleaños de su amante, John Kennedy? ¿O Susana Giménez?
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