El territorio como sujeto del desarrollo

La ciencia política tradicional ha enseñado, desde hace varios siglos, que el territorio es uno de los elementos indispensables para la existencia de un Estado (junto a la población, la autoridad o poder y el gobierno). Según el «Manual de Derecho Constitucional Argentino» de Germán Bidart Campos (Editorial Ediar, 1985), este eminente académico y docente define el territorio como «la base física o espacio geográfico donde se asienta la población del estado» y agrega que éste está formado por «el suelo, el subsuelo, el espacio aéreo, el litoral marítimo, el mar adyacente y la plataforma submarina» (pág. 93). Además, podemos repetir ciertas frases que solían anotarse en los antiguos opúsculos, como que «sin territorio no existe estado», para hacer luego una sinopsis sobre la situación del pueblo judío antes de la erección del Estado Israel en 1948 o en la actualidad sobre Palestina, los vascos y otras naciones. Sin entrar en conflicto con estas nociones sobre el territorio, veraces por cierto, podemos abundar en que se concebía a este elemento del estado como un mero soporte para el protagonismo de los sujetos habitantes de él, con lo cual adquiría un rol pasivo y, si nos atenemos a sus partes componentes, éstas a su vez fueron también objeto de estudio del derecho administrativo y dieron origen a la idea de la soberanía del Estado, en oposición a la del señor soberano de la Edad Media, a través de la cual hizo un uso exclusivo de los recursos inmersos en sus dominios a través de una batería de normas jurídicas, incluida la norma suprema o sea la Constitución nacional.

La crisis del Estado-Nación a par-tir de la década de 1990, con un fuerte acento puesto en el seguimiento de políticas neoliberales de descentralización de funciones desde la Nación hacia las provincias y de éstas hacia los municipios o comunas, en muchos casos sin las partidas presupuestarias correspondientes, y el advenimiento de la mundialización con sus macro acuerdos (NAFTA, UE), a pesar de haber resultado en primera instancia una desventaja, han convertido a los territorios periféricos en verdaderos sujetos del desarrollo a través de la reconversión del antiguo esquema productivo, con la utilización de las nuevas tecnologías de información y el turismo, logrando en la población una mejoría en su calidad de vida.

Para intentar alcanzar el desarrollo territorial, Sergio Boisier articula una serie de factores los actores sociales públicos y privados, las instituciones, la cultura, los procedimientos, los recursos y el entorno («El vuelo de una cometa. Una metáfora para una teoría del desarrollo territorial»; ILPES, Santiago de Chile, documento 97/37) que unidos por la confianza, el clima social favorable, la cooperación, el pronunciamiento político y el conocimiento, crearían el proyecto político, un recurso muy importante para transformar el crecimiento en desarrollo. Podríamos preguntarnos entonces: ¿qué puede aportar el territorio al desarrollo de un municipio, de una comarca o de una región? Aunque es probable que la lista sea incompleta, pueden mencionarse: flora, fauna, riquezas minerales, paisaje, estaciones del año y climas diversos, naturaleza rural o agreste, avistamiento de distintas especies animales o vegetales; ruinas arqueológicas y paleontológicas; lugares sagrados o que en el mismo se haya celebrado alguna batalla o el natalicio de una figura insigne; cementerios; grandes construcciones humanas (diques, puentes, túneles); el casco antiguo o abandonado de una ciudad, pueblo, parque industrial o fábrica; lugares con potenciales peligros en los cuales puedan vivenciarse de manera directa aquellos (zonas sísmicas o volcánicas, regiones con altos porcentajes de tornados y otros meteoros de gran magnitud, con altos índices de conflictividad social o inseguridad, en zonas de deslizamientos de tierra, anegamientos o derrumbes); lugares con prácticas agrícolas rudimentarias o directamente insustentables; colonias de inmigrantes de distintos lugares del planeta. Pero, como todo esto es insuficiente, además es fundamental que se produzca entre los factores enunciados precedentemente una sinergia, que les permita aportar lo mejor de cada uno en pos del beneficio general.

Precisando, podemos afirmar que el territorio al cual nos estamos refiriendo no se trata de aquel acostumbrado a ser pisado por nuestros pies, sino que se trata de una verdadera construcción social, de un entorno activo y dinámico, estimulador de los cambios tecnológicos y de los avances en el conocimiento, con un gran compromiso en la creatividad empresarial y para el emprendedor, con «inteligencia» para captar las inversiones públicas o privadas que demanden los cambios y, fundamentalmente, que permita una explotación de los recursos naturales teniendo en cuenta a las generaciones futuras, es decir con sustentabilidad. En este aspecto coincidimos con Francisco Alburquerque cuando indica que «el desarrollo local es el resultado del compromiso de una parte significativa de la sociedad local», donde se sustituye «la concepción tradicional del espacio por la de un contexto social de cooperación activa un territorio, lo cual precisa de cambios básicos en las actitudes y comportamientos de la sociedad local» («Fomento productivo municipal y gestión del desarrollo económico local»; ILPES, Santiago de Chile, 1996, pág. 17). Las consecuencias más importantes que pueden extraerse de este proceso son:

a) La necesidad de rediseñar las relaciones entre las distintas escalas gubernamentales y la administración (Nación, provincias, municipios), en cuanto a atribuciones tributarias, institucionales y de explotación de recursos naturales, con normativas modernas y eficaces.

b) La construcción de nuevos territorios de acción y proyección a partir de interacciones más densas entre ciudades, espacios metropolitanos y/o microrregiones. (Oscar Madoery en «Municipio y Desarrollo Territorial»; UNC, 2002, pág. 246).

Pero, sin dudas, ningún proceso de desarrollo territorial, ya sea en un municipio o una región, se lleva a cabo si los actores sociales públicos y privados, no han concertado previamente su realización, si antes «no se han quitado la piel del antiguo régimen».

ANGEL HORACIO VILLEGAS (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Especialista en Municipio y Desarrollo Territorial – UNC.

ahvillegas@yahoo.com.ar


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