El turno del jefe

La actitud prepotente que han adoptado muchos líderes del PJ en contra de la indagatoria a Menem perjudicó al partido.

Puesto que según sus críticos el gobierno menemista fue con toda seguridad «el más corrupto de la historia» de la Argentina, lo cual es mucho decir, y se han editado libros sobre las riquezas fabulosas presuntamente adquiridas por Carlos Menem en el curso de sus diez años en la Casa Rosada, no es demasiado sorprendente que casi un año y medio después de que abandonara el poder un juez lo haya citado a declarar en una causa relacionada con uno de los muchísimos escándalos que se han denunciado. Tampoco, en vista de su estilo particular, lo es que el propio Menem y sus allegados hayan reaccionado con furia, atribuyendo la actitud del fiscal Carlos Stornelli, el principal responsable de esta ofensiva judicial, a lo que el ex presidente calificó de «la trama más siniestra urdida por algunos sectores de la comunidad política argentina», declarándose víctima de una campaña «tremenda» de persecución destinada no sólo a destruirlo a él mismo sino también al «movimiento nacional justicialista». Tal actitud parece reflejar su conciencia de que, sus propias afirmaciones no obstante, entiende que su situación legal es bastante complicada de suerte que le convendría politizar la causa al máximo con la esperanza de que el gobierno termine optando por rescatarlo.

Por lo pronto, el presidente Fernando de la Rúa ha preferido no darse por aludido, limitándose a decir que todo estaba en manos de la Justicia, o sea, ha repetido las mismas palabras que Menem empleó con frecuencia llamativa cuando aún se sentía seguro de que ningún juez se animaría a citarlo. ¿Continuará negándose a interferir? Por desgracia, entre los peronistas existen serias dudas en cuanto a la forma en la que el gobierno nacional afrontará este episodio, de ahí aquella manifestación vergonzosa de «solidaridad» con Menem que fue organizada por diversos dirigentes partidarios. Mientras De la Rúa u otros aliancistas no convenzan a los partidarios de Menem de que les será totalmente inútil intentar forzar al gobierno a salvarlo, seguirán difundiendo declaraciones beligerantes y trabando el funcionamiento del Congreso. En esta ocasión como en tantas otras, la ambigüedad característica del presidente De la Rúa constituye un factor desestabilizante.

Si no fuera por la fuerte sospecha de que, además de «desviar» armas supuestamente vendidas a Panamá y Venezuela para que llegaran a Croacia y Ecuador, distintos personajes vinculados con el gobierno de Menem aprovecharon la oportunidad para cobrar comisiones multimillonarias, el ex presidente sí tendría la posibilidad de frenar la causa recurriendo a planteos netamente políticos aunque, obvio es decirlo, éstos no tendrían nada que ver con los ensayados hasta ahora. Por ejemplo, podría argüir que a su juicio y a aquél de sectores del gobierno estadounidense era del interés del país suministrar armas a Croacia e incluso a Ecuador a pesar del embargo impuesto por la ONU. En el mundo actual maniobras de este tipo son comunes y, por discutibles que fueran los motivos aducidos, el gobierno del sucesor de Menem podría considerarlos lo bastante coherentes como para hacer deseable una «solución política» del embrollo.

Sin embargo, parecería que los menemistas han optado por llevar su batalla en el terreno de la política interna tradicional al acusar a «algunos sectores» – es de suponer que pertenecerían al Frepaso – de querer usar la causa para «destruir» el peronismo. Aunque haya grupos políticos a los cuales les encantaría poder concretar un operativo tan ambicioso, para tener alguna posibilidad de lograrlo tendrían que contar con mucho más que la causa de la venta ilegal de armas, pero gracias a la torpeza de muchos dirigentes peronistas, últimamente estos presuntos conjurados se han visto fortalecidos. Por cierto, no cabe duda alguna de que la actitud prepotente que han adoptado muchos líderes del PJ y las exageraciones a veces grotescas que se han permitido tanto el ex presidente como su hermano, el senador Eduardo Menem, para no hablar de distintos integrantes de la familia de su ex esposa, han perjudicado al peronismo en su conjunto mucho más de lo que lo hubieran hecho la reiteración de su confianza en la imparcialidad de los jueces y la reafirmación de su voluntad de acatar sin protesta los fallos de la Justicia.


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