El valor de la artesanía textil en la Patagonia

Un completo detalle de cómo incide la actividad en la economía de las unidades familiares que la practican, a quién le venden y qué prendas confeccionan

Mujeres dominan la escena

La artesanía textil en la Patagonia responde a una tradición cultural arraigada que hace a la identidad de la región y de su gente. Su importancia va mucho más allá de lo estrictamente cuantificable a nivel productivo y monetario, ya que es una de las múltiples actividades que realiza la agricultura familiar que, en conjunción con el género, las costumbres y las tradiciones, forman parte de un modo de vida.

A partir de un trabajo realizado en un encuentro regional de artesanas de la Patagonia, en el que participaron más de un centenar de mujeres de diversas organizaciones, se lograron datos e información muy valiosa sobre la actividad artesanal textil que desarrollan.

Entre ellos se pueden destacar los siguientes:

• En la mayoría de los casos, sólo una parte de los ingresos familiares proviene de la actividad artesanal textil, puesto que las características del trabajo de los agricultores familiares es diversificado y complementario, ligado a las posibilidades y limitaciones de los territorios.

• Se mantiene una escala económica y productiva reducida como elemento identificador, ya que el fin primordial es la reproducción de la unidad económica familiar con el objeto de satisfacer sus necesidades y las de la comunidad.

La participación de las artesanas en organizaciones es muy importante no sólo para comercializar sus productos sino también para intercambiar saberes y haceres que reflejan su identidad cultural.

Desde el punto de vista productivo, la lana de oveja, principalmente proveniente de la raza merino, es la más utilizada por las artesanas. El mayor movimiento de la actividad, tanto en cantidad de producción como en los montos comercializados, se refleja en los tejidos, lo cual resalta la importancia del valor agregado en este rubro.

Si bien más de la mitad de las artesanas declaran que comercializan parte de su producción en ferias, puestos o mercados, una alta proporción de las mismas (el 43%) reconoce como dificultad la falta de acceso a canales comerciales.

Otro de los problemas puestos de manifiesto por este sector productivo regional es la escasa difusión que se le da a la existencia de este tipo de emprendimientos. Un 30% de las entrevistadas observa como crítica la ausencia de financiamiento para el sector, cuestión que cobra mayor relevancia si se tiene en cuenta que el 84% de ellas afronta su actividad con recursos propios, por lo cual éste pareciera ser un nicho posible de intervención para estimular dicho trabajo.

Desde el punto de vista comercial, el cuentapropismo domina la escena. De acuerdo con las encuestas realizadas en el marco de la investigación llevada adelante, sólo el 42% de lo comercializado se realiza a través de las organizaciones, mientras que un 58% se vende por cuenta de las artesanas en forma separada e individual.

Seis de cada diez de ellas dieron cuenta de que aprendieron los secretos de la actividad a muy temprana edad, no más allá de la niñez o adolescencia, a través de la transmisión familiar de madre y/o la abuela y comunitaria, lo cual resalta el rol protagónico de la mujer en este tipo de emprendimientos.

En promedio, son dos miembros de la familia los que se involucran en la tarea, si bien el 55% de las tejedoras declara que trabajan solas.

El 79% comenta que lo producido se destina al propio emprendimiento, el 13% lo hace para otros y el 48% también para el autoconsumo. El 69% de las artesanas encuestadas trabaja por pedidos, lo que a pesar de no representar el principal ingreso del grupo familiar, en la mayoría de los casos relevados, sí representa algún tipo de ayuda económica en la economía de cada hogar que se dedica a la actividad.

Respecto de la materia prima utilizada para confeccionar las prendas, surge de la encuesta que el grueso de las creaciones se realiza con fibras de oveja (83%), en un 41% correspondientes a lana merino y un 25% a linca o criolla. También está presente el uso de fibras de guanaco y de cabras, aunque en ninguno de los casos mencionados la proporción supera el 10%.

Otro dato a destacar sobre este sector productivo es que sólo el 21% de las artesanas encuestadas produce la fibra con la que trabaja y el 23% compra fibras a terceros a través de distintos proveedores, de los cuales se destacan las adquisiciones realizadas en ferias de vellones, en barracas y en forma directa a productores, entre otras.

¿Qué tejidos producen?

El 94% de las artesanas realiza productos tejidos. A la confección de piezas más tradicionales, con el correr del tiempo y la experiencia, se fueron agregando otras creaciones que ayudaron a incrementar la oferta final de producción propia.

Esto fue importante, ya que de esta manera no se especializaron en un producto y tienen un abanico de posibilidades para ofrecer a sus potenciales clientes en las rondas de comercialización.

Básicamente, seis de cada diez artesanas se especializan en la confección de caminos, prendas de vestir o tapices. Pero, además, la mitad de las emprendedoras agregó otras producciones a las del relevamiento, como guantes, chalecos, medias y morrales. En menor medida, también existe la posibilidad de encontrar peleras, cinchas, ruanas, cuellos, fieltros, pulseras, accesorios para la casa, polainas, cintos, maletas, bufandas, camperas, zapatos, poleras, carteras, almohadones, pantuflas y boinas.

Comercialización y técnica de transformación

El 20% de las artesanas manifestó además dedicarse a la comercialización de fibras (ver gráfico).

El precio promedio de la venta por kilo de fibra fue muy variable, considerando las diferentes características, procedencia de la misma y de su grosor (fino, mediano y grueso).

El tiempo promedio que tardan las artesanas en vender las fibras que producen o adquieren para confeccionar sus prendas es de más de dos meses y medio.

¿Qué importancia tiene lo generado en esta actividad en el ingreso familiar?

Al contrario de lo que podría suponerse en un principio, sólo dos de cada diez artesanas toman a la actividad como un medio significativo para generar ingresos económicos. En el otro extremo, para un 55% de ellas, la actividad resulta de poca o nula significación en cuanto a este rol. Esto es coherente con los datos arrojados sobre las ventas anuales promedio.

El 36% de las artesanas manifestó tener otra actividad además de la textil artesanal ya sea como amas de casa, docentes o personal doméstico. A su vez, el 23% percibe una jubilación o pensión.

Nota elaborada por el Área Comercialización- Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar de la Región Patagonia (IPAF) INTA


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