Invisibilizar el maltrato

No dejar paso a un peatón, esperar una hora en cualquier sala de espera. Recibir una mala mirada de un profesor, obligarme a comer algo que no me gusta. Decir que sí solo por ser adulto o mayor. No contestar. Poner la obligación por encima de mi emoción. No poner un límite en lo que doy ¿No son todas formas de mal trato o destrato?

Laura Collavini

Lic. Psicopdagogía.

laucollavini@gmail.com

Un camión muy grande me corta el paso cuando el semáforo abre de mi lado. Sin pensar comienzo a gritar como una desaforada dentro del auto. Claramente sin que el chofer de semejante máquina se entere. Tocarle bocina siguiendo mis impulsos parecía exagerado. Pero era sin duda lo que mi instinto deseaba.

Los otros autos que componíamos la fila afectada, sin protestar socialmente, nos corrimos y pudimos pasar.

Una anécdota como tantas en el tránsito. Sin embargo, me quedé enganchada en ese instante que fue eso, segundos de mi vida y las de los demás que no conozco.

Registré al atravesar la calle todo lo que había dicho, más o menos fue así: “¡No, no vas a pasar ahora que nos cortás la calle! ¡Sí! ¡Lo hiciste! ¿No te das cuenta de que hay un semáforo? ¿No te das cuenta que existen otros? Después recordé que si tocaba bocina lo primero que iban a registrar es que soy mujer. Las mujeres seguimos siendo mal vistas cuando protestamos. Lo tenemos que hacer en su justa medida, sino se nos caen miradas prejuiciosas. Podría haberlo hecho igual pero también sucede que el ruido de las bocinas me altera.

Como fue un hecho que modificó mi humor reflexioné acerca de la causa. No era solo el camionero que jamás le importó el otro sino la cantidad de veces que eso se repite en el día, en la vida y con las que trabajo a diario.

Llegó diciembre, sí. Agotador. Todo se potencia.

Los que trabajamos en la salud mental no tenemos la vida resuelta, por supuesto, es menester trabajar a diario con estas cuestiones que nos abordan inesperadamente.

Hacia acá va hoy mi reflexión. En todo ese mundo emocional existente en el poder. Cómo manejo el poder y cómo hago sentir al otro en mi manejo. Cómo me siento con el poder del otro.

La diferenciación entre el qué y el cómo es la clave. Cada uno puede tener el poder que sea, sin embargo, la importancia reside en cómo es utilizado.

El poder reside en todo lo que hacemos: hacer la comida, manejar un camión, ejercer la docencia, la presidencia, actuar, ser médico, barrer las veredas, ser madre, hermano mayor, hijo, amigo, etcétera, todo implica un poder. Por el afecto que implica, por la autoridad, o por ambas instancias.

Podemos decir lo más terrible o lo más sublime, pero aquello que nos va a afectar es el modo en cómo se dice. Este modo, la modalidad, implica la emoción. Somos seres emocionales, humanos, necesitamos la mirada del otro, sentirnos parte.

Si el camión hubiese parado en el semáforo hubiera implicado que tomó en consideración su límite. Nos tomó implícitamente en cuenta. Nos miró.

Seguramente ustedes, lectores queridos, se le vendrán paulatinamente en el recuerdo algunos de estos momentos en los que todos atravesamos. Comparto mi intriga de hoy ¿Estamos educados para dejarnos mal tratar? ¿Invisibilizamos el destrato de tal forma que no lo registramos?

No dejar paso a un peatón, esperar una hora en cualquier sala de espera. Recibir una mala mirada de un profesor, obligarme a comer algo que no me gusta. Decir que sí solo por ser adulto o mayor. No contestar. Poner la obligación por encima de mi emoción. No poner un límite en lo que doy ¿No son todas formas de mal trato o destrato?

Escucho muchas personas, incluyéndome en diversas circunstancias, que desestimamos algunas cuestiones de destrato. “Bueno, lo hice solo para no escucharlo más”. “¿Qué querés que le conteste? Es la autoridad”.

Tenemos tan incorporado el temor a la reacción, que no hacemos nada. Nos invisibilizamos.

Cuestionarnos, cuestionar a otros. Debatir, no estar de acuerdo, expresar ideas, conceptos. Considero que debemos ejercitar. Se puede hacer en cualquier instante y no es necesario ni libros ni pantallas. Solo una mente abierta a los cambios.

Sostengo que esa es parte de la nueva educación que se necesita. Entender que somos ambiente, que estamos en este mundo con miles de posibilidades y que todo depende siempre de cómo se realicen las acciones y con quiénes.


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