Plantas autóctonas: Tamarisco, una especie adoptiva

Aunque no es originaria de la región, el tamarisco ya forma parte de nuestros paisajes. Gustavo Manzor, Ingeniero Agrónomo, repasa sus características.

En esta oportunidad, vamos a repasar una planta que no es autóctona, pero que ya se volvió propia de la región. De nombre “tamarisco” o “taray” -y no tamarindo, ya que esa es otra especie de planta-, hablamos de un conjunto de especies del género “Tamarix”, que forman casi 60 especies originarias del mediterráneo, África, Asia y Europa.


Se trata de un arbusto o arbolito caducifolio que puede tener de 2 a 10 metros de altura, perteneciente a la familia Tamaricaceae, introducidos en distintos países con fines ornamentales, como barreras de viento, para la estabilización de taludes y dunas y para el control de la erosión. En Argentina, cuenta con cuatro géneros predominantes.

“La presencia de tamariscos data, cuanto menos, del siglo XVIII”, aclara el Ingeniero Agrónomo Gustavo Manzor. Agrega que “su alta producción de semillas dispersadas por el viento, más la velocidad de desarrollo, su tolerancia a la sequía y la capacidad de alcanzar depósitos de agua freática, le permitieron avanzar de manera espontánea sobre extensas zonas de nuestro país, en especial en regiones áridas y semiáridas”.

Según Manzor, hasta el momento se ha registrado sobre cursos de agua permanentes y transitorios, zonas inundables, salitrales y costas oceánicas desde los 70 metros sobre al nivel del mar hasta los 2700. Florecen desde noviembre hasta principios de abril, y en la provincia de La Rioja su floración dura hasta el mes de julio. Se multiplica por semillas, retoños y esquejes; y esto puede tener mejores resultados en otoño y primavera.

Sus ramas se caracterizan por ser finas y de follaje gris verdoso, mientras que en la corteza de las ramas jóvenes se presenta lisa y de color rojiza parda. Con la edad, se hacen pardo púrpura y rugosas. En cuanto a las hojas, algunas son solapadas y otras caducas. Las flores pueden ser rojas, rosadas o blancas; y aparecen en racimos verticales de 1 a 4 centímetros de largo con pequeñas flores de 2 a 3 milímetros de 5 pétalos. “Florece profusamente desde fines de primavera hasta principios de otoño” afirma Manzor, y agrega que “sus frutos se presentan en una cápsula dehiscente de 3 valvas, los cuales miden unos 4 milímetros conteniendo semillas, con un penacho plumoso”.


Manzor asegura que “el tamarisco forma bosques y matorrales densos que cambian la estructura original de la vegetación y los hábitats de la vida silvestre”, y agrega que “así, esta exótica invasora afecta el hábitat de muchos organismos, entre ellos aves como el cisne de cuello negro, una especie migratoria de ambientes de humedales”. Pero, ¿cómo afecta esta especie introducida nuestro hábitat?

– Aumento de la salinidad de los suelos. Las especies de este género pueden utilizar aguas subterráneas salinas, excretando el exceso de sal a través de las glándulas de sus hojas. De esta forma, el agua salada gotea en la superficie del suelo, o cae con las hojas en el otoño formando una capa de sal que inhibe la germinación de otras plantas.

– La reducción en la disponibilidad de agua. Los tamariscos cuentan con raíces muy profundas y son tolerantes a la sal.

– La modificación de los cursos de agua. “Parches densos de tamariscos a lo largo de los cursos de agua causan incrementos de la sedimentación, profundización y estrechamiento de canales, rellenado de remansos, crecimiento excesivo de las barras de arena y grava y cambios en la turbidez y temperatura del agua”, explica Manzor.

A medida que abren sus minúsculas flores, se observan los detalles.


– Cambios en la dinámica del fuego. “En áreas invadidas por tamariscos los incendios se vuelven más frecuentes y destructivos, especialmente después que la hojarasca seca, altamente inflamable, que se ha acumulado en el suelo”, indica Manzor.

– El reemplazo de la vegetación nativa. Muchos investigadores coinciden con que las especies de tamarisco reemplazan a la vegetación nativa que no puede prosperar, frente a las nuevas condiciones ambientales generadas por la alteración de los flujos de agua o los regímenes de fuego, a la disminución de niveles freáticos y al incremento de la salinidad del suelo.

– La reducción del valor productivo de la tierra. El profesional afirma que el tamarisco afecta la productividad ganadera debido a que su avance está asociado al empobrecimiento del forraje, la disminución del agua de riego, al incremento de la salinidad del suelo y de la frecuencia de los incendios.


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