¿Por qué hablamos del Día de San Valentín?

Considerada por algunos como una celebración romántica y por otros como una excusa para alentar al consumismo, nada mejor que repasar el surgimiento de una fecha que aún hoy sigue generando amor y rechazo en partes iguales.

De un lado, con el ceño fruncido como si de una batalla se tratara, el bando “anti” enarbola sus banderas al grito de “es una excusa para seguir alimentando el capitalismo”. En la vereda contraria, con la ropa prolija y el mirar perdido de los enamoradizos, los “pro” esquivan las chicanas y aseguran que “es un lindo día para la pareja”. En el medio, el calendario y una fecha: hoy, 14 de febrero, Día de San Valentín.


El debate, tan eterno como la celebración y el día mismo, continúa intenso en redes sociales. Hace ya días que ambos bandos eximen sus posturas buscando dejar en claro que respetan la decisión de cada uno, “pero”… Y siempre un pero, a favor y en contra. Que por qué no lo festejarías, que por qué si, que es una fecha romántica, que es una excusa para gastar más dinero, y quién sabe cuánto más. Pero la fecha se mantiene allí, impertérrita, inamovible.

El Día de los Enamorados nos atraviesa estemos o no en pareja. Y ejerce, en comparación a otros días festivos, un debate mucho más intenso. Pero quizás, para comprender el por qué de una discusión que no lleva a nada, sea necesario revisar los orígenes de una celebración que guste o no fue, es y será tradicional. ¿Por qué se celebra San Valentín? ¿A qué se debe? ¿Desde cuándo?

Lo primero que debemos saber es que no hay una “historia oficial”: debemos remontarnos mucho en el tiempo para hallar la presunción de lo que podría ser el orígen. Según consigna National Geographic, “algunos historiadores sitúan el origen de la fiesta de San Valentín en la antigua Roma, en la celebración de las lupercales, también llamadas lupercalia. Estas se celebraban […] el 15 de febrero. Supuestamente la palabra deriva de lupus (lobo) un animal que representaba al dios Fauno, que tomó el sobrenombre de Luperco, y de hircus, por el macho cabrío, un animal impuro. Los acólitos se reunían en una cueva sagrada y, siguiendo la tradición, el sacerdote sacrificaba una cabra y, a continuación, los niños salían a la calle para azotar a las mujeres con la piel de los animales para incentivar su fertilidad”. Un posible origen un tanto escalofriante, por cierto.

Hay otra teoría que apunta también a una fiesta romana, pero en este caso se trata de la “Juno Februata”, en la que los hombres elegían a su pareja en una especie de sorteo, en el que sacaban papeles de una caja y allí sabían quién iba a ser la muchacha. Si bien podían terminar en matrimonios, aquella “celebración” apuntaba más a una unión sexual temporal, algo más cercano a las relaciones casuales que hoy conocemos que a lo que se esperaría de aquella época.

Hay muchos mitos alrededor del surgimiento de San Valentín.


Medianamente establecida la fecha -y medianamente es un buen paso para la imprecisión que suele haber en estos temas-, ahora resta conocer de dónde surge el famoso “San Valentín”. Y allí volvemos a Roma, pero en este caso nos vamos al siglo III, en plena expansión del cristianismo. El emperador de aquel momento era Claudio II, “el Gótico”, quien mediante una ley prohibía el casamiento de los jóvenes de forma que pudieran formar parte del ejército romano. Sin embargo, un joven sacerdote llamado Valentín se mostró en desacuerdo con esta reglamentación y empezó a trabajar en secreto oficiando matrimonios entre jóvenes. Allí, además, lograba convertir a muchos de ellos al cristianismo.

Pocas historias de aquella época tienen final feliz, y el caso de Valentín no sería la excepción. Lo encontraron, y tras ello fue arrestado y confinado en una mazmorra. Y he aquí donde las cuestiones de creencias, fe, esoterismo o como cada uno quiera llamarlo aparecen: según cuenta la historia, el oficial a cargo de su custodia lo desafío a devolverle la vista a Julia, su hija, que había nacido con ceguera. Y cuenta la historia -nuevamente, como cada uno quiera llamarlo- que el joven sacerdote le devolvió la vista a la joven, logrando convertir al oficial y su familia al cristianismo.

¿Fue dicha sanación la garantía de un final feliz, acaso? No, ni cercano. De hecho, Valentín siguió preso y un 14 de febrero pero del año 269, fue lapidado y posteriormente decapitado. Y he allí el nacimiento de la leyenda: según cuentan, antes de morir dejó una nota de despedida a Julia, de quien se había enamorado, firmando como “tu Valentín”. Julia plantó un almendro junto a la tumba de su amado, y allí nació otro de los simbolismos de esta fecha. Ya en el año 494, el papa Gelasio I declaró el 14 de febrero como “día de San Valentín”, y su tumba se transformó incluso en un célebre lugar de peregrinaje.

Pero la historia no quedó allí. En 1969, durante el pontificado de Pablo VI y luego del segundo Concilio Vaticano, el día de San Valentín fue eliminado del calendario católico. Esto partió por las dudas respecto al origen pagano de su historia. El día fue reemplazo por la advocación de los santos Cirilo y Metodio, y si bien continuó siendo una fecha santa, ya no contaba con la celebración.


Y allí es donde hace su aparición el famoso capitalismo, y da pie a uno de los argumentos centrales de los “anti”, que no por disgustarle a los “pro” deja de ser cierto: es una fecha que alienta al consumismo. En todo caso, el debate pasará por ser o no parte de ello. Porque en 1948, según cuenta National Geographic, “el periodista César González-Ruano, escribió un artículo en el que proponía la idea de importar la celebración de San Valentín desde el mundo anglosajón a nuestro país y, como no podía ser de otra manera, la primera persona que apoyó esta iniciativa fue Pepín Fernández, dueño de las ya míticas Galerías Preciados. El empresario promovió la necesidad de hacer regalos a los seres más queridos. A principios del mes de febrero de ese mismo año, la prensa nacional ya publicaba anuncios en los que los grandes almacenes alentaban a la gente a celebrar el día de San Valentín”.

Una celebración mítica, un ritual pagano, un mártir postergado o una excusa para el consumismo. Sea cual sea el origen, el Día de San Valentín sigue celebrándose cada 14 de febrero. Y seguirá celebrándose, ya sea que la gente se incline por cantarle al amor o que prefiera darle la espalda a una tradición reconvertida en un símbolo capitalista.


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