Un Día del Niño sin festejos

La psicopedagoga Laura Collavini nos invita a reflexionar sobre todos los aspectos que se descuidan en torno a las infancias.

El domingo pasado se festejó el histórico “día del niño”. En general conmemoramos durante agosto la primera etapa de la vida. La llenamos de imágenes dulces, tiernas, amorosas. Se asocia con la inocencia, la alegría, la creatividad.


Claro, es un día comercial. Las jugueterías se llenan de gente, aunque ahora hay más ventas de tecnología y sus elementos asociados. Día donde todo el mundo recuerda que tiene un niño adentro más a flor de piel o menos. Se mandan mensajes del estilo y suenan campanitas de colores. Ya sé mi tono es irónico. No puedo ni quiero evitarlo.

Día de la niñez, de las infancias, cambiamos los términos con la intención de ser más inclusivos. Qué tal si empezamos a mirar si las plazas lo son, por ejemplo. Inundadas cuando llueve, rotas, peligrosas.

Miremos las ciudades, si están preparadas para que circulen los niños sin peligro. Miremos las escuelas, si son seguras y si tienen ventilación para los días cálidos y calefacción para los días fríos.

Los invito a mirar si las sillas de las aulas están en condiciones, si no se lastiman al sentarse. También podemos hacer un recorrido en las casas de los niños cuando hay paro docente. Las expresiones de no saber qué hacer.


Dos años de pandemia y encierro, dos años sin escuela y con las cervecerías llenas fue muestra suficiente para saber que a pocos les interesa la niñez. No me gusta dar vueltas y a los que me conocen saben que la histeria no es mi fuerte. Cuando digo a nadie, es a nadie. Incluso si estás leyendo esta nota y lo único que vas a decir es “Qué barbaridad, pobres chicos”, también calzate el poncho, porque te anda.

Miremos a los niños y niñas teniendo que quedarse callados ante los gritos desenfrenados de los adultos que los toman como lugar de descarga de sus frustraciones. Escuchemos decir que los padres no tienen tiempo para ellos. Ni para mirar la tarea, ni para jugar, ni para escuchar el original juego que se inventó.

Los llevo a espiar la cantidad de casas silenciosas, con niños conectados a diversos dispositivos, ahogando durante horas su ejercicio de lenguaje, expresión corporal, entre otras cosas. Recreos donde la preocupación por la violencia y la falta de tolerancia reinan. Es lindo ver globos de colores y peloteros. Risas en las calles al menos un día al año.

¿Dónde están las políticas públicas que generen cuidados ante los maltratos, prevención de adicciones? Donde los abusadores no lleguen a los niños después de las denuncias. Donde los pasos para resguardar la salud integral de los más “inocentes” de la familia, sean activos y eficaces.


¿Hablamos de los niños que necesitan atención especial? ¿El abandono en todo sentido? ¿El desamparo y desesperación que sienten sus padres? Si se cuentan con recursos económicos más o menos se maneja, más o menos… ¿Y si no? El amor y las buenas voluntades.

¿Ya está? ¿Todo el mundo contento de haber comprado un regalo lindo y haber pasado un hermoso día? Qué bueno. Felicitaciones. ¿Ahora qué? ¿Esperamos hasta navidad y el próximo cumpleaños?

La niñez pasa pronto. Después no nos quejemos si hay más delincuencia, droga y violencia. Nadie sale de un repollo.



Por Laura Collavini, psicopedagoga, Cipolletti (lauracollavini@hotmail.com).-


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