A los 14, Santi pesca grandes truchas en un paraíso de la Patagonia, las devuelve, no deja basura y la rompe en las redes

Con sus aventuras en el Limay Medio, el río que corre entre Neuquén y Río Negro al norte de la Patagonia, el neuquino Santiago Sánchez es un gran exponente de la nueva generación de pescadores. Como su abuelo y su padre, sueña con piques imposibles cuando apoya la cabeza en la almohada. Y ya sabe lo que se siente cuando se hacen realidad. Esta es su historia.

Empezó con la caña a los cuatro, a los ocho ya probaba con moscas, a los 14 ya es todo un pescador, símbolo de las nuevas generaciones: saca unas hermosas truchas en el Limay Medio, un paraíso que corre entre Neuquén y Río Negro a norte de la Patagonia, las devuelve todas, no deja basura y desde que su instructor Matías Fernández Carro subió un video con una gran marrón y una enorme sonrisa la rompe en las redes.


Santiago Sánchez cursa la secundaria en la EPEA 2, la escuela técnica con orientación agropecuaria ubicada en Plottier, vive con su familia en Neuquén y le apasiona ir al Limay Medio, el mejor pesquero cercano al Alto Valle, a unos 170 kilómetros.

Está toda la semana pendiente a ver si se arma la salida, sobre todo ahora, en la recta final de la temporada que termina el 31 de mayo, con tantas grandes marrones migratorias remontando el río desde el embalse de El Chocón.


«A los 4, si no lo llevaba a pescar hacía terrible berrinche»


“Cuando veía que me iba con el equipo y no lo llevaba, hacía un berrinche, se quedaba llorando. Y tenía nada más que cuatro años. Ya se me acopló desde entonces, se la rebancaba en el río”, recuerda con una sonrisa su padre Ariel, pescador de ley como su hermano Sandro y como Lito, el abuelo de Santi que también se prende con sus 87 años. Tres generaciones de Sánchez, la misma pasión.

Tres momentos de los primeros pasos de Santi con la pesca y la foto con su papá Ariel y su abuelo Lito en el Limay Medio: tres generaciones, la misma pasión.

«¿Hay pique? ¿Están saliendo?»

En estos días, Ariel estuvo en la casita que se armaron en Naupa Huen, del lado rionegrino del río que es el límite natural con Neuquén y en el que para acceder al río solo hay que caminar y pueden bajar sin problemas y sin pagar la lancha.

En esta meca de pescadores, es complicado llegar a la costa del lado neuquino, ya que hay pagar en un camping cercano a la desembocadura y en otro cercano a la represa Pichi Picún Leufú en el otro extremo, a unos 90 km.


Del lado rionegrino, hay que pagar en los campos y los puestos para pasar, pero no es el caso de Naupa Huen, donde arrancaron con un dormi y después levantaron dos piezas en este pequeño pueblo de unos 180 pobladores esparcidos en el campo, que tiene comisión de fomento, escuela, salita de primeros auxilios, gas por zeppelin, electricidad, agua y Wi fi. La señal de celular se corta un km antes. Aunque no podía ir porque tenía que estudiar, Santi le mandó mensajes todos los días, con las dos preguntas más importantes: “¿Hay pique? ¿Están saliendo?”

La evolución de Santi. De la pesca saliendo de la pandemia a la última a mediados de abril en el Limay Medio.

«Esta loco por la pesca como nosotros»

Ese es el mundo donde transcurren las aventuras de Santi, que tenía de quién aprender en la familia. De todos modos, el padre quiso que tomara un curso para incorporar las nociones básicas con Matías Fernández Carro. Antes, el instructor, como hace siempre, le preguntó a él si tenía ganas, porque no da cursos si el padre quiere pero el chico no.


Después, enseguida, Matías se sorprendió con el rendimiento del alumno, con las ganas, la persistencia. Tenía lo más importante: “Estaba loco por la pesca como todos nosotros”, dice el instructor.


El padre ya lo sabía, pero aún así, codo a codo en el agua con su hijo los primeros tiempos, ya alejados después unos 50 metros para darse espacio en el río como hacen los pescadores y van rotando de posición en las correderas y los pozones, le asombró lo que vio, la tenacidad para hacer un tiro más, para cambiar la mosca, el lugar, la táctica, lo que hiciera falta para tener un buen pique. “No se quería ir nunca”, cuenta Ariel.

Una flotada en el Limay Superior en noviembre del 2022 y una hermosa trucha en abril del 2024 en el Limay Medio.


“Es impresionante cómo agarró viaje enseguida. Pienso en lo que me costó agarrar la onda de pescar con mosca y lo veo a él: le resultó mucho más fácil”, agrega.

«En el curso aprendió a tirar, a leer el río, lo básico. El papá pesca muy bien, le da las herramientas para explotar más sus capacidades», dice Matías, el instructor.


Más allá de los detalles técnicos, lo que más orgullo le da al padre, entre tanta mugre y tantos furtivos que aparecen cuando ya pasó el control, es que Santi devuelve todo lo que saca, que se lleva su basura sin que le digan nada, sabe que así se hacen las cosas.

“Es que así son las nuevas generaciones”, dice Ariel y recuerda la alegría de su hijo en cada pique, su enorme sonrisa la última vez que pescó esa hermosa trucha. “No te puedo creer hijo, es impresionante”, le dijo antes de que la devolviera rápido, como siempre. Difícil saber quién estaba más contento.


«Pescar es lo que más me gusta hacer en la vida»

¿Y qué dice el protagonista de la historia? Ayer al atardecer, poco después de llegar a Naupa Huen desde Neuquén, envió este mensaje:

«Soy Santi Sánchez, tengo 14 años, nací en Neuquén capital y me gusta mucho la pesca.

Desde los 4 años que empecé a salir a pescar con mi papá y mi abuelo, desde ese momento me di cuenta que era lo que más me gustaba hacer en la vida.

A los 8 años mi papá me regaló una caña de mosca y comencé a practicar lanzamiento en la plaza de mi barrio, algunas cosas me enseñó mi papá y también hice un curso con Matías Fernández Carro.

Me gusta mucho pescar en la cordillera, pero donde amo pescar es en el Limay Medio, donde tenemos una casa en Naupa Huen y vamos muy seguido a pescar y a disfrutar de ese paraíso, cuido mucho la naturaleza y me da mucha satisfacción devolver una trucha al agua».


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