En el Camino del Inca celebraron casi 50 años de amistad

Olga Díaz y María Radlak son amigas de toda la vida. En 2017 se encontraron en Perú, para vivir unos días inolvidables.

Hola queridos lectores de Río Negro, mi nombre es Olga, vivo en Madrid, y me encanta viajar y tomar fotografías. Viajar es algo maravilloso que se disfruta antes (la planificación), durante y después, como este momento en el que no podemos viajar pero si recordar lo vivido y transmitir nuestra experiencia a otros viajeros. Viajar nos enseña muchas cosas como valorar lo que tenemos y darnos cuenta de nuestras carencias.

Es por ello que mi amiga María, que vive en Neuquén, colega de profesión y amiga desde hace casi 50 años, no tardó mucho en convencerme de hacer un viaje al Machu Pichu. Pero claro, ella no quería cualquier viaje, su sueño era hacer el Camino del Inca.

Ollantaytambo: Tomando el tren a Machu Pichu

La Ciudadela Inca de Machu Pichu, Santuario Histórico, es una maravilla arquitectónica y de ingeniería considerada Patrimonio de la Humanidad, no podíamos dejar de conocerla. Pero, no me convencía caminar por la montaña como lo hacían los incas, no porque no me gusta caminar, sino porque tenía 63 años y a esa edad las rodillas suelen no estar en óptimas condiciones.

Llegando a la Puerta del Sol, contra lluvia y altura.

El Camino del Inca tiene tres rutas, la más larga de 4 días recorre alturas de unos 4.200 msnm. La más corta, es la que hicimos, dura un día y el punto más alto es el del Inti Punku o Puerta del Sol a 2.745 msnm, desde donde se observa una vista de la Ciudadela, ubicada más abajo a 1 km de distancia.

Fuimos en mayo, la mejor época para hacer el Camino del Inca. Cada una emprendió su viaje, yo desde Madrid y María desde Neuquén. Nos encontramos en Lima y seguimos viaje hacia Cuzco donde nos alojamos y esperamos allí dos días antes de emprender el Camino del Inca, para aclimatarnos. Nos vino muy bien puesto que Cuzco está a 3.399 msnm, recorrimos la ciudad, La Plaza de Armas, La Catedral y los alrededores arqueológicos Sacsayhuaman, templos como el de Qoricancha, Qenko y Tambomachay.

Ya en el pueblo de Aguas Calientes

Llegado el día, la agencia que contratamos, nos vino a buscar al hotel muy temprano, llegamos a Ollantaytambo y tomamos el tren. Nos encantó el tren, nos ofrecieron té y galletas. A mitad de camino, en el km 104, se detuvo y nos bajamos.

Nos esperaba el guía, Jorge Fonseca, cruzamos el puente colgante sobre el río Urubamba. Y allí comenzó nuestra hazaña. A las 5 o 6 de la tarde debíamos estar bajando de la Ciudadela para tomar el último bus hacia Aguas Calientes donde dormimos esa noche.

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Voy

El camino no terminaba nunca de subir, lleno de plantas y flores preciosas. La mitad del camino el clima estuvo perfecto, llegamos al mediodía al Campamento donde se albergan los que hacen el camino largo, almorzamos y cuando nos disponíamos a continuar hacia la Puerta del Sol, la zona más alta, comenzó una lluvia torrencial que nos acompañó hasta llegar a Inti Punku. Desde allí, no pudimos ver la Ciudadela cubierta de nubes.

Comenzamos el descenso, de pronto ante nuestros atónitos ojos se levantaba la Ciudadela, imponente. Al final llegamos justo para tomar el último bus hacia Aguas Calientes, una localidad en el valle, junto al río, muy acogedora. Al otro día temprano fuimos directamente a la Ciudadela de Machu Pichu la cual visitamos en unas 3 horas, antes de que comenzara a lloviznar.

Un día después, a la 3 de la madrugada partimos hacia Vinicunca, montaña de unos 5.200 msnm, con vivos colores a rayas. No pudimos disfrutar de la vista porque llegando a la cima empezó a nevar. Sin embargo, fue algo que nunca olvidaremos.


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