“En Roca me siento como en mi casa”

Valentino y Bairoletto son los dos emprendimientos que lleva adelante el empresario Enrique Gobbi con su gente. De Roca dice que “se veía que este era un lugar que iba a progresar y así fue”.

En sus años mozos trabajó en una funeraria, luego fue viajante y llegó a ser gerente de una multinacional alimenticia, también de joven hizo varios viajes de 700 kilómetros por caminos de tierra en una moto Siambretta para ver a quien en ese momento era su novia y hoy su inseparable compañera, fue mecánico y pintor de autos, y la lista sigue.

Enrique Gobbi es roquense por adopción, y hoy es la cara visible de Valentino y Bairoletto, ambas firmas ligadas al rubro alimenticio no solo en Roca sino también en varias ciudades de la región.

“Llegué a Neuquén en 1968 como viajante de Molinos Río de la Plata, hacía toda la parte de la cordillera. Me gustó mucho Roca una vez que vinimos a visitar un pariente que vivía en Cervantes y estuvimos en la Fiesta de la Manzana. A los directivos de Molinos les pedí que me pasaran a Roca pero me dijeron que tenía que ir a Bahía Blanca y hacerme cargo de la zona en la división harinas que era una de las más complicadas que tenían. Me dijeron: si después de dos años triunfás en harinas te mandamos a Roca. Fueron tres años, aparecí acá en el 74”, dice Gobbi comentando sus inicios.

Enrique junto a uno de sus hijos.

“ A Roca llegué como viajante, di un paso trascendente a los 40 cuando recibí una oferta del grupo Navilli que tiene las harinas Pigüe, Múltiple. Yo vengo de familia panadera y mi señora me decía que quería poner una panadería, la íbamos a poner en Neuquén, pero terminé comprando el fondo de comercio de la panadería Rodríguez, ubicada en Mitre y Urquiza, en el año 81”, continúo el empresario.

“Vendí la casa que tenía en Cerri y compramos el fondo de comercio de esa panadería pero me dijeron que pasados tres años no me iban a renovar. Entonces salí a buscar y encontré la esquina de San Juan y Villegas donde estaba la báscula pública. Así arrancamos con la panadería, luego tuve la casa de electrodomésticos Confort 2000 y seguía con la venta de harinas para Navilli. Trabajé haciendo pan, repartiendo, de mecánico de las máquinas. Lo hicimos en un momento muy difícil, me faltaba plata y fui a pedir al Banco del Sud. El gerente me dijo que no había plata para nadie… mala suerte dije yo… pero después me dijo que algo me iba a dar y me terminó prestando 10.000 dólares. Me dijo el gerente: «Sabe por qué se lo doy, porque veo que en tiempos difíciles usted es un emprendedor y no me va a jorobar».

“Cuando ya renuncié al molino le avisé a Navilli y no querían que me fuera, pero vino uno de los dueños a Roca y me regaló un camión completo de harina. De Molinos me fui siendo gerente… pero me tenía que ir a vivir a Mar del Plata o Buenos Aires y yo no quería irme de Roca. La misma empresa Navilli me ayudó a comprar la casa, me dieron un auto. En ese entonces un amigo me dijo que no me quería ver viajar más y me propuso poner Confort 2000”, explicó Gobbi.

Me gustó mucho Roca una vez que vinimos a visitar un pariente que vivía en Cervantes y estuvimos en la Fiesta de la Manzana».

Enrique Gobbi

“Confort 2000 se cerró en ese año precisamente, se venía la crisis, todos se iban a Europa, acá en Roca se venía a instalar Saturno y nos iba a comer a todos. En esa época dos de mis hijos van a una feria en donde se presentaba alta tecnología en panaderías y vieron los equipos que hoy tenemos.

Allí compramos una planta de congelados a una firma italiana que estaba en Garín…” cuenta el empresario.


“Uno de los italianos me dijo cuando estábamos cerrando el negocio «qué raro que no pidió financiación». Le dije que necesitaba 10 meses y me dio 12. Le firmé 12 cheques en dólares… uno por mes. Los primeros cuatro cheques los cubrí bien pero estalló la crisis del 2001 y el dólar se escapó, era imposible pagar. «Vamos a tener que devolver todo», le dije a mis hijos, pero los italianos nos respetaron el valor del dólar de cuando firmamos los cheques”…

La ciudad se va a expandir mucho más, va a llegar un momento que la fruta va a hacer falta de nuevo… no te olvides de eso”.

-Qué vio en Roca que le gustó para quedarse…

-Se veía que era un lugar que iba a progresar y eso se cumplió… en Roca yo me sentía como en mi casa. Después traje parte de mi familia y fuimos formando la empresa de empanadas Bairoletto. El primero que se abrió en Neuquén fue el que está frente a la casa de Gobierno, en Rioja y Roca.

-¿Roca sigue siendo la ciudad que vio cuando llegó?

-La veo tan linda, ya pasé cuarenta años acá y no me voy a ir. Yo le tengo tanta fe a Roca que le hice vender una carpintería grande que tenía un cuñado mío en Bahía Blanca y lo traje para acá… para que administre la parte de panadería. Pienso que la ciudad se va a expandir mucho más. Va a llegar un momento que la fruta va a hacer falta de nuevo… no te olvides de eso.

-¿Están dadas las condiciones para invertir en Roca entonces?

-Funcionar va a funcionar siempre en Roca, hay buena población, estable… El tema es saber amoldarse. En el 2000 cuando cerré Confort 2000 decidimos arrancar todo de cero. Vendimos la Traffic que teníamos, el auto de mi señora… vendimos todo y me quedé solo con el camión de reparto. Con eso abrimos en Las Grutas y fue un suceso, y ahí comenzó a levantar Valentino, eso nos ayudó bastante.


Consultado sobre cómo se las arreglan con la búsqueda de personal especializado tanto en la elaboración de productos como en la atención, Gobbi explicó: “Conseguimos cuatro salteños para trabajar en Las Grutas, hay uno de ellos que trabaja en Inta y acomoda el calendario para venir a hacer la temporada acá. No es sencillo conseguir un panadero con experiencia. Hemos tenido suerte en este sentido”.


Valentino utiliza un método que le dio muy buen resultado a partir del uso de tecnología de congelados en masas crudas.

“Todo surgió cuando en un viaje a Italia vi cómo usaban los equipos de frío en el Corte Inglés: Pan crudo listo para cocinar decía y me explicaron cómo funcionaba… así que seguí investigando. Una vez acá empecé a experimentar junto a un empleado y nos poníamos a trabajar con distintas formas de trabajar la masa. Pedí asesoramiento a Calsa y me mandaron a la Universidad de Quilmes. 

Conseguimos hacer pan a partir del congelamiento pero se nos descascaraba y tuvimos que seguir buscándole la vuelta hasta que lo encontramos. Eso lo llevábamos a Las Grutas todo congelado en crudo, la tira de miñón era chiquita pero una vez descongelado crecía un montón. En un cajón común si ponés los miñones naturales entran 4 kilos, pero congelados entran 18 a 20 kilos. Después salió lo del nitrógeno pero no lo pudimos comprar porque era muy caro, nos salía 175.000 dólares, más todos los gastos para traerla e instalarla.


“En calle Viedma y Río Negro hicimos un edificio que funcionaba como fábrica pero los vecinos juntaron firmas y nos tuvimos que ir. Carlos Soria era el intendente y nos pidió que nos vayamos a parque industrial. Antes de fin de año te asfalto la calle me dijo, y fue así”.


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