ENTREVISTA A Enrique Pinti: «En materia de teorías, los argentinos estamos hasta el gorro»

Enrique Pinti no necesita ninguna presentación: es simplemente un talento que, de cara a los argentinos, los alienta a la reflexión desde una ironía sin igual, saludablemente despiadada como espejo de lo que somos.

– Se perdió el entusiasmo por el sistema democrático que había al principio. Había un entusiasmo «por la escoba nueva que barre bien». La gente tenía confianza en el sistema y pensaba que de por sí iba a revertir un montón de cosas. Eso creo que se perdió porque después la gente se dio cuenta de que al sistema hay que ayudarlo, desde abajo votando y desde arriba cumpliendo con lo que se promete. Entonces hay una decepción de los últimos 20 años, porque no sólo tenemos una depresión económica sino también moral de la gente. Claro está que la decepción de la gente varía de acuerdo con las capas sociales a las que pertenecen. Las clases más bajas sufren, en mayor medida, la depresión económica, mientras en los otros estratos sociales la decepción es a nivel intelectual. Pero la decepción no es institucional, porque aunque al piquetero le parezca que no, al cartonero le parezca que no, al ahorrista estafado le parezca que no, a los familiares de Cromañón les parezca que no, el país funciona en ese aspecto. La democracia no es el salvoconducto para que todo marche bien. Me acabo de enterar de que los jueces de la Corte Suprema no pagan impuestos. Ahora yo que me considero una persona informada, no lo sabía, entonces soy un tarado. Si hay alguien que debe pagar son los que están encargados de impartir la justicia. Puede estar exento un misionero, un voluntario, alguien que no cobra por lo que hace, o que se va a cumplir una misión internado en los bosques o en las minas para dar clases. Por eso digo que la diferencia está en la decepción.

– ¿A quién le atribuye usted la decadencia argentina?

– La decadencia viene por varias cosas, pero básicamente creo que es por la falta de compromiso de la clase política que no se ha comprometido y en ellos incluyo a todos los que detentaron el poder en la Argentina. La clase política está formada por los militares y por la gente que los apoyó, los empresarios, los sindicalistas, en fin, ahí no se salva nadie. Todos ellos no se han puesto de acuerdo, más allá de sus diferencias políticas, en que un país que produce alimentos para 300 millones de personas no puede tener hambre, salvo que aceptemos que la clase política es una manga de inútiles. Y eso que dicen que la clase política sale de nosotros, yo les digo que así como salen los políticos, salen los plomeros y los electricistas, por lo tanto como yo no sé arreglar un cable, cuando lo necesito llamo al electricista. Esa idea que si no te gusta meterte no se puede creer, porque meterse no es comprometerse. Yo no puedo manejar un avión, no, que venga alguien que lo sepa hacer.

– Usted es un hombre político. ¿Podría ser candidato como otros del ambiente artístico que se presentan y no tienen idea?

– Yo no sé si tienen idea, yo sé que tengo idea teórica, pero creo que «de teoría estamos hasta el gorro», que necesitamos gente que pueda poner en práctica la teoría. Esa es la maravilla. Por ejemplo, desde abajo como público se puede decir que es un mal actor, que no sabe dar con el tono, no me hizo reír, no me hizo llorar, no le creí que era Hamlet, no sabe llevar una corona, se cae de culo, no sabe caminar. Teóricamente uno ve todo lo que está mal y si le dicen vení y hacelo vos, no podés porque no estás preparado para ser actor. Lo mismo pasa con la política. No es fácil, uno puede ver lo que está mal, puede ser un gran analista, pero no puede ver cómo se hacen las

cosas.

– ¿Lo tentaron para que sea candidato político?

– No porque creo que ya saben que yo soy indomable y que cuando no coincido con algo lo digo y no me importa nada. Creen que uno es un «petardo» y que uno va a «petardear», entonces se han cuidado muy bien de no llamarme. Gracias a Dios no me llamó nadie.

– Para hablar de lenguaje. Hace 20 años utilizábamos dos mil palabras y ahora seiscientas, aunque los jóvenes sólo emplean doscientas. ¿Qué opina?

– El problema del idioma y de la escasa amplitud del vocabulario es un signo de pobreza intelectual de un pueblo. En otros tiempos la gente de campo con escasa instrucción tenía un vocabulario muy rico aunque no hablaban el idioma castizo, pero sí tenía una manera muy amplia de comunicarse. Creo que la tecnificación reemplazó a la comunicación verbal y el vocabulario se redujo muchísimo. Los chicos emplean la k en lugar de que o qui, por ejemplo.

– Pero yo le agrego un dato para su reflexión: cada argentino lee un libro por año, en Estados Unidos leen ocho y en Francia seis. ¿Qué nos puede decir?

– Claro, lo cual no mejora las cosas en la cultura norteamericana porque están cada día más brutos, cada día entienden menos y si les preguntás algo sobre México, que lo tienen ahí, no tienen la menor idea. No tienen cultura. Está deprimida la cultura mundial.

– Por eso no hay grandes líderes.

– Para que Bush haya llegado a ser lo más alto que tienen, con tanta pobreza de lenguaje, con mala sintaxis, que no sabe pronunciar palabras. Si ése es lo más importante que han podido elegir, evidentemente tienen que revisar su sistema educativo.

– Usted como periodista, ¿escribe con pasión?

– Sí. Como yo soy también actor y pertenezco al ambiente teatral, muchos críticos dicen que hago mal en usar el escenario para decir lo que pienso. Bueno, eso requiere de un psicoanalista. ¿Cómo

hago para no decir lo que pienso? Y me dicen: vos en el escenario hacés una especie de tribuna. Yo en mi trabajo con Francella me preocupo por actuar bien y no pongo mi pasión personal. Ahora, cuando yo escribo en «La Nación» o cuando hablo con Magdalena, pongo pasión en lo que hago porque son mis creencias. Después, si me equivoco tengo la posibilidad, en el teatro, de decir: yo dije esto, pero me equivoqué, me engañó, no me hagan caso. Lo dije un montón de veces. Por ejemplo con De la Rúa dije: acá hay que aliviarse, es un hombre decente, correcto, es un hombre que no será brillante pero con la ayuda de 'Chacho' Alvarez, que es fuerte, creo que vamos a tener un buen gobierno. Pero a los dos meses fui a pedir perdón por lo que había dicho.

– Ese es otro defecto, el de no saber reconocer los errores.

-Por supuesto, porque cada uno cuenta cómo le fue en la feria y ése es otro tipo de decadencia. A mí me conviene la pesificación, entonces Kirchner está bien. A mí me convenía el uno a uno porque viajaba seguido a Miami, entonces que vuelva Menem. Entonces hay una lectura de lo que ocurre de acuerdo con cómo me fue a mí y a mi grupo y eso demuestra la decadencia, porque no se necesita ser la Madre Teresa de Calcuta, hay que saber ver cuándo algo perjudica a tanta gente porque eso a la larga nos perjudica a todos, por ejemplo cuando nos cortan la ruta o cuando nos afean el paisaje juntando cartones. El hablar de acuerdo a cómo a ellos les fue, mata la autocrítica.

– ¿Usted cree que el argentino tiene identidad?

– Creo que sí. En el '30 todavía estaban muy frescas las huellas de los inmigrantes que tenían la idea de que esto era una especie de hotel de paso. En el 2005 el argentino tiene una identidad.

– ¿Por qué decimos este país de mierda?

– ¡Ah sí!. Porque no es nuestro, vaya a saber la gente.

– Ni en el más pobre de Latinoamérica se escucha este país.

– No, nadie lo dice así. Dicen mi país y hay que ver cómo lo defienden, aunque estén muy mal. Pero algo ha cambiado en nuestra gente porque hay que reconocer que siempre se tuvo una mirada hacia fuera y ahora basta que alguien hable mal del país para que salgamos todos con la bandera argentina. Eso es significativo. Si un tipo publica una carta de lectores en «Clarín» diciendo «me avergüenzo de ser argentino», la respuesta de la gente es «morite».

– ¿Por qué en Brasil y Chile tienen continuidad en sus políticas, equivocadas o no? Aquí la cambiamos cada pocos años.

– Eso forma parte de nuestra idiosincrasia: destruir lo que está mal y volver a construir sin cambiar los cimientos. Lo que deben tener Brasil y Chile, a pesar de sus idas y vueltas, es cimientos fuertes, como los tiene Estados Unidos a pesar del caos.

– Usted debe coincidir conmigo en que el peor de los imperialismos es el cultural. La música tiene una clara influencia estadounidense, hasta los nombres de los negocios. ¿Por qué tanta dependencia?

– No se sabe. Eso es una cuestión comercial y EE. UU. dominó económicamente con su política invasora mediante todo con lo que puede penetrar en las masas: el cine, la televisión, la publicidad, la tecnología. Ellos sabían lo que significaba la industria del cine y la protegieron. Cuando filmaban en Nueva York y llovía, el gobierno de California los invitaba a que filmaran allá y no les cobraba los impuestos. Y no pagaron un solo impuesto hasta el año 28. Por eso entre 1912 y 1928 se filmaron miles de películas que recorrieron el mundo y todo el mundo fumaba como los norteamericanos y se identificaba con los actores de la época.

 

CARLOS VERNAZZA

(ADEPA)

 


- Se perdió el entusiasmo por el sistema democrático que había al principio. Había un entusiasmo "por la escoba nueva que barre bien". La gente tenía confianza en el sistema y pensaba que de por sí iba a revertir un montón de cosas. Eso creo que se perdió porque después la gente se dio cuenta de que al sistema hay que ayudarlo, desde abajo votando y desde arriba cumpliendo con lo que se promete. Entonces hay una decepción de los últimos 20 años, porque no sólo tenemos una depresión económica sino también moral de la gente. Claro está que la decepción de la gente varía de acuerdo con las capas sociales a las que pertenecen. Las clases más bajas sufren, en mayor medida, la depresión económica, mientras en los otros estratos sociales la decepción es a nivel intelectual. Pero la decepción no es institucional, porque aunque al piquetero le parezca que no, al cartonero le parezca que no, al ahorrista estafado le parezca que no, a los familiares de Cromañón les parezca que no, el país funciona en ese aspecto. La democracia no es el salvoconducto para que todo marche bien. Me acabo de enterar de que los jueces de la Corte Suprema no pagan impuestos. Ahora yo que me considero una persona informada, no lo sabía, entonces soy un tarado. Si hay alguien que debe pagar son los que están encargados de impartir la justicia. Puede estar exento un misionero, un voluntario, alguien que no cobra por lo que hace, o que se va a cumplir una misión internado en los bosques o en las minas para dar clases. Por eso digo que la diferencia está en la decepción.

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