Succession y un final 10 puntos para la familia más miserable de la tevé

El domingo terminó la serie de HBO Max que le puso punto final a una sátira con visos trágicos. Alerta spoiler

Una sola imagen, la anteúltima, resume a la perfección la perfección del último capítulo de «Succession», la serie de HBO Max que anoche domingo cerró cuatro temporadas brillantes, con un episodio de 90 minutos. Es la espalda de Kendall Roy, el hijo mayor, el que iba a quedarse con todo y se quedó con nada. Su nuca, el cuello de su abrigo, la misma postal que vimos de su padre a lo largo de todas las presentaciones, con esa musiquita que será sólo de la creación de Jesse Armstrong. La espalda de un derrotado.

Ahora vendrán las discusiones sobre si es un buen final. Lo es. Es el más justo: la serie se llama Succession, y era lo que debía resolverse, la sucesión del trono para una familia de miserables emocionales que se traicionaron hasta el último minuto sin dar respiro. Un final de sátira, cínico e infeliz, como sus personaje.

«Somos unos mierda. No somos nada», dice Roman Roy (un excelente Kieran Cullkin), cuando ve que todo ya es demasiado oscuro como para que haya alguna esperanza de luz. Son una de las familias más ricas, de ese 0,1% que retrata la serie, pero es evidente que no tienen nada. Nada. Ni Shiv (Sarah Snook). que dio vuelta la votación; ni Roman, que se desmoronó en el funeral del padre; ni Kendall, el hábil y frágil Kendall. No son nada.

Y ahora deberan mirar cómo el imperio que construyó su padre, para el que siempre dejó en claro que no estaban preparados, queda en manos, en definitiva, del arrastrado Tom Wambsgans (Matthew MacFadyen), nombrado por el comprador de Waystar Royco, Lukas Matsson (Alexander Skarsgård). Hay sátira y hasta algo de poesía en que el advenedizo, el que no forma parte de esa casta millonaria salvo por estar casado con Shiv, sea el nuevo CEO. Su total falta de dignidad, menospreciada por todos los Roy incluida su esposa, no lo hizo menos apto para el trono que quedará en sus manos.

Es posible que el imperio que creó el déspota Logan Roy, ese conglomerado de medios que llegó a decidir la voluntad de los EE.UU en una elección, siga en pie. Pero muerto el rey, la familia se desmorona. La imagen de Kendall, el heredero, el que se sentía el favorito, mirando el río Hudson, con su abrigo y su ojos perdidos en lo poco que le queda, son elocuentes. Mira la nada. Ya es nada.


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