Último capítulo de Succession: el verdadero juego de Tronos

Tres de las mejores series que ofrecen los servicios de streaming dicen adiós a partir este fin de semana. Con “Succession” a la cabeza, que termina este domingo, también se va “La Maravillosa Miss Maisel”. ¿Qué vamos a hacer después?



Antes de que el mundo nos encerrara por la pandemia de Covid-19 y de que el streaming se convirtiera en el principal consumo cultural del mundo, hubo una serie que marcó el pulso de los domingos y de las conversaciones. Aunque su última temporada fue una decepción y el final no estuvo a la altura, “Game of Thrones” nos mantuvo atentos, intercambiando teorías y suposiciones, nos hizo creyentes en un mundo de dragones y muertos vivientes.


“Succession” es el nuevo Juego de Tronos. En muchos sentidos. En el más literal, por la pelea feroz que mantiene unidos pero traicionándose a los hermanos Roy, que aspiran a ocupar el sillón que dejó vacante el padre muerto, Logan Roy. Pero también en el sentido menos obvio.


“Succession”, que se termina este domingo con un capítulo de 90 minutos, le devolvió a ese día de la semana un carácter que se había diluido entre tanta oferta de streaming a la carta para empacharse sin límites. Le devolvió algo de la vieja tevé, que hace que el televidente cultive la paciencia, el arte de la espera, y el del consumo con más deseo que la voracidad propia de querer empezar y terminar una serie de una sola sentada.


Favorito de la crítica, de los premios, y del público, “Succession” logra que cada capítulo tenga sus comentarios, sus memes, y hasta sus avisos necrológicos en el diario más grande del mundo (cuando murió Logan Roy, en el tercer capítulo de este año, se publicó un aviso en el New York Times).


Motivos para el fanatismo no faltan. A diferencia de “Game of Thrones”, aquí todo podría ser real (aunque la riqueza que tienen es la de la de una ínfima minoría). Los dragones de esta serie son las noticias -a veces falsas- que echan a rodar para favorecer a algún candidato a la presidencia, por ejemplo. Y el trono de Westeros que tanta sangre derramó, aquí se disputa entre hermanos ambiciosos, despiadados, con apenas una pizca de generosidad, capaces de armar complots unos contra otros por la espalda y seguir sonriéndose de frente. Humanos, ricos, poderosos, repletos de codicia y de malas intenciones.


Esta es la historia de una familia, los Roy, dueña de un conglomerado de medios en los Estados Unidos. Bien podría ser la historia de los Murdoch, desde su entorno en la ciudad de Nueva York hasta su red de noticias de derecha, sus conflictos familiares y las interminables controversias de su sucesión.


Cuando a Jesse Amstrong, su británico creador, le preguntan por el asunto, él más bien elude la pregunta. Pero lo cierto es que hace una década tenía un guión para una película. Se llamaba Murdoch, y se plantaba en la celebración del cumpleaños número 78 de Rupert, sinónimo de los magnates de medios de nuestra era. La película nunca prosperó pero todo ese material le quedó ahí, esperando, fermentando. En cualquier caso, Amstrong contesta así: “Hice mucho investigación para Succession. Escribí el piloto solo, así que buena parte de mi propia investigación y experiencia de vida fue ahí. Después, vino el trabajo con el equipo de escritura, en donde cada uno aportó con sus historias y experiencias. Pensamos en familias famosas de los medios como los Hearsts hasta los actuales Redstone, John Malone, Robert Fitz de Comcast, Murdoch y Robert y Rebekah Mercer, que fundaron Breitbart”.


De ese coctel de familias ricas y poderosas surgieron los Roy, dueños de Waystar Royco, que a su canal de noticias ultraconservador (ATN, muy parecido a Fox News, de Murdoch), le suman una flota de cruceros y parques temáticos (a lo Disney), estudios de cine, una editorial y un diario, New York Globe.


¿Y por qué la historia de unos ricos, poderosos y despreciables miembros de una familia, cuyos herederos tienen enormes traumas e inseguridades, pueden tenernos tan atrapados? Porque más allá de ese lujo despampanante, de la posibilidad que tienen de irse en avión de una punta a otra del mundo, o de hacer crecer o caer una operación de millones y millones de dólares, no deja de ser la historia de una familia, una herencia y la pelea por el amor de un padre completamente incapacitado para demostrar ningún cariño.


Es cierto, es la historia sobre ese 1 % que es multimillonario. Pero aquí no hay miradas condescendientes a esos niños ricos con tristeza. Una muestra de eso es el diálogo, brillante, letal, del hijo menos querido, o menos atendido por Logan, que le dice a sus hermanos: “Lo bueno de tener una familia que no te quiere es que aprendes a vivir sin ella. Todos ustedes persiguen a papá rogando ‘quiéreme, por favor, quiéreme, necesito amor, necesito atención’. Son esponjas secas de amor, y yo soy una planta que crece sobre las rocas y se alimenta de los insectos que mueren dentro. No necesitar amor, es como un superpoder”.


Así, cínicos, fríos, detestables como son, será una pena no poder verlos más.


La maravillosa Miss Maisel

Esta comedia que termina hoy en Prime Video se convertirá en un clásico. No tanto por su recreación de la Nueva York de los 50, como por todo lo demás. Esta es la historia de una mujer que hace stand up cuando eso era una rareza.

Pero aquí hay algo mucho más grande: es la relación de las dos protagonistas, Midge Maisel y Susie Myerson, la cómica y su representante, tan distintas, que incluso atraviesan una pelea, pero que, suerte de Quijote y Sancho Panza, nunca se sueltan de la mano para enfrentar sus molinos.



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