«Víctima/Sospechosa», el crudo relato de una incómoda realidad

“Víctima/Sospechosa”, el nuevo documental de Netflix, retrata las injusticias que deben atravesar las víctimas de abuso sexual que se presentan a realizar las denuncias.

Revictimización constante, maltrato psicológico, dilación en lo burocrático y numerosas injusticias. Las denuncias por abuso sexual suelen ser un auténtico dolor de cabeza para las víctimas, que con toda la carga de la situación deben enfrentarse además a un escenario hostil.


El documental “Víctima/Sospechosa”, estrenado por Netflix el pasado martes, refleja como ninguna otra producción este escenario. Con la dirección de Nancy Schwartzman y a lo largo de 90 minutos, conoceremos la investigación de la periodista Rachel de Leon sobre un caso de abuso sexual que, tras ser denunciado por la víctima, terminó convirtiéndose en una acusación de “falso testimonio” por parte de la policía.

El caso de Emma Mannion es el más paradigmático, que nos va guiando a lo largo de la producción. Se trata de una joven que, a los 18 años, fue abusada sexualmente pero se encontró con que, luego de denunciar a su victimario, la policía le inició una causa por difamación y la acosó mediante medios y redes sociales. Eso llevó a que Emma se declarar culpable con el objetivo de parar el acoso mediático y reducir su potencial condena, aún cuando la joven decía la verdad.

Emma no fue la única protagonista de la historia. También conocemos las historias de Nikki Yovino y Dyane Bermeo. Estos tres ejemplos son utilizados para darle forma al relato, pero la propia De Leon comenta en un pasaje del documental que tras ahondarse en el reportaje descubrió cientos de situaciones similares en Estados Unidos.

En la voz de Rachel vamos conociendo los entretelones tanto de los casos como de la investigación que ella realizó, que además fue su primer trabajo en profundidad. Comenzó entre 2016 y 2017, durante el auge del movimiento #MeToo. Según relata, imaginaba que iba a ser una investigación corta, pero al profundizar en los hechos encontró un hilo conductor que la llevó a realizar una investigación de varios años, con lujo de detalles.


El documental tiene, si se quiere, tres capas. La primera, en la que conocemos la historia de Rachel, sus investigaciones, la forma en la que lograba contactar con las distintas fuentes y su búsqueda desesperada por la palabra de varios protagonistas, que elegían refugiarse en el silencio. Esa faceta que muestra todo el trabajo periodístico detrás de la investigación es valiosa, porque no suele estar bajo los focos en muchas producciones.

La segunda capa es la de las verdaderas protagonistas. Las víctimas, quienes ven como sus casos se dan vuelta por la presión de la policía, y deben lidiar con esta situación acompañadas de sus familias. Vemos también el escarnio público al que son sometidas, que en algunos de los casos llevó incluso a que debieran abandonar sus estudios y cambiarse de instituciones. El relato de las protagonistas es tan crudo como valioso, porque se puede identificar sin duda alguno el dolor que les causó esta historia, y también se puede ver cómo se fue desenvolviendo cada una de las situaciones, algunas con un final más justo que otras.

Por último, pero no menos importante, la capa que quizás más impacta. No porque no conociéramos la existencia de estas situaciones, sino por lo bien que son retratadas. En este caso se hace referencia al abuso policial, el pésimo sistema de (in)justicia y el peso de los contactos.


A partir de las numerosas grabaciones de confesionarios obtenidas por Rachel, podremos ver la brutalidad con la que la policía trata a las víctimas, y cómo ejerce presión no solo para que abandonen las denuncias, sino incluso para que se sientan mal por haberlas realizado. Quizás uno de los ejemplos paradigmáticos sea cuando una de las víctimas es sometida a más de 2 horas y media de interrogación (con frases donde la inculpaban directamente y hasta se ejercía abuso por parte de los efectivos) y el acusado, por su parte, estaba únicamente 20 minutos en el confesionario y se retiraba entre risas, mientras uno de los policías le agradecía por su predisposición y le decía “si estuviera en tu lugar, también querría que me ayuden”.

Apoyado por una gran cantidad de material, este documental retrata perfectamente el tortuoso camino que deben afrontar muchas víctimas de abuso, y constituye un ejercicio de memoria necesario.


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