30 años de «El amor después del amor»: la historia musical y personal del mejor disco de Fito Páez

Fue editado el 1° de junio de 1992. Particularmente inspirado por su relación con Cecilia Roth, Fito Páez logró exorcizar todos sus fantasmas y proyectar un futuro luminoso en 14 canciones brillantes.

Fueron dos llamados telefónicos en la vida de Fito Páez separados por poco más de treinta años. Uno, de fines de 1990; y el otro, de mediados de 2022.  

El de 1990 fue de su manager Fernando Moya para avisarle que pensara en volverse porque “Tercer Mundo”, el disco que le había dejado a Moya sobre el escritorio para que hiciera con él lo que pudiera, había vendido 30 mil copias en apenas una semana. Cansado, endeudado y sin contrato discográfico, Páez, había decidido cumplir con su promesa, la de irse a Europa en busca de un destino mejor. O de lo que sea.  

A sus 27 años y con una prometedora discografía hecha de cinco discos en apenas seis años, uno de ellos nada menos que en colaboración con Luis Alberto Spinetta (“La La La”, de 1986), Fito era le caía bien a todo el mundo, menos a las discográficas. Tras ficharlo para su debut solista con “Del 63” (1984), EMI le soltó la mano en 1988, luego de editar “Ey!” (1988).  

Con la plata de Moya, Warner aceptó editar “Tercer Mundo” (1990) y ver qué pasaba. Y pasó lo que Moya le contó al rosarino en aquella llamada telefónica: que había vendido un montón de copias y que proyectaban, en diciembre, varios Gran Rex a modo de presentación del disco. En uno de ellos, disponible completo en YouTube, puede verse la primera presentación grande de dos chicos de 14 años… Emma Horvilleur y Dante Spinetta. Invitados por Fito, los Illya Kuryaki tocaron “Fabrico cuero” e hicieron coros en “Solo los chicos”. 

“Tercer Mundo”, el disco con el que Páez comenzó a ver la vida otra vez en colores, tal como él mismo lo reconoció, fue la puerta que se abrió para que, dos años después, sucediera “El amor después del amor”. Con “Tercer Mundo” había vuelto Fito al país, a la música y al amor. En definitiva, había vuelto a la vida. 

En aquel verano de 1991, ya separado de Fabiana Cantilo desde antes de “Tercer Mundo”, el rosarino conoció a Cecilia Roth en una fiesta en José Ignacio, cerca de Punta del Este. Y como sucedió siempre en él, la música empezó a escribirse primero en su propia vida. La Roth fue la inspiración para componer las canciones que vendrían. Pero no sólo ella, también Fabiana lo fue porque sencillamente, treinta años después, lo sigue siendo. 

Treinta años. Fito Páez, de 1992 a 2022.

El otro llamado, el de hace un par de semanas, fue para decirle a Fito que en pocos días se iban a cumplir treinta años de la publicación de “El amor después del amor”, ocurrida en 1° de junio de 1992. Porque, como él mismo dijo desde su cuenta de Instagram: «Un día te llaman y te dicen que ‘El Amor después del amor’ va a cumplir 30 años de su salida y lo primero que pensás es ‘uf, qué rápido pasa el tiempo’, lo segundo que pensás es que eso no te gusta nada y lo tercero es que es una realidad, entonces aparecen muchas sensaciones muy hermosas porque todas las sensaciones ligadas a ese álbum fueron y son muy hermosas». 

«Se me ocurrió re grabarlo de vuelta, entero, versionar, poner los mismos elementos en distintos lugares, llamar otros invitados».

Fito Páez.

Y, tras esas sensaciones, una certeza que sorprendió: «Se me ocurrió re grabarlo de vuelta, entero, versionar, poner los mismos elementos en distintos lugares, llamar otros invitados». La pregunta inevitable es, fue: ¿para qué?, ¿por qué? Si se trata de un disco perfecto, porque lo es, porque qué otra cosa podría ser un disco detrás del cual se habían alineado todos los universos posibles para que sucediera. Y las respuestas a aquellas dos preguntas son que no hay respuestas. O sí: porque quiere y porque puede y porque, treinta años después, tiene con qué desafiarse a sí mismo porque regrabar “El amor después del amor” es eso, un desafío a sí mismo.  

Compuesto a lo largo de 1991 y grabado en el verano de 1992, “El amor después del amor” es, además del disco más vendido en la historia del rock nacional, un disco perfecto porque todo funciona: las letras, las melodías, los arreglos, los invitados (Mercedes Sosa, Spinetta, Andrés Calamaro, Charly garcía, Fabiana Cantilo, el Chango Farías Gómez, Celeste Carballo, Lucho González, Gabriel Carambula, Ariel Roth, Fabián Gallardo, Osvaldo Fattoruso, Daniel Melingo, Chucho Marchand y Antonio Carmona), las ocurrencias, el ambiente… todo. Todo funcionó. 

En ‘El amor después del amor’ se da una combinación de gran inspiración con un momento de paz que Fito no tenía desde hacía años».

Tweety González, músico, programador y colaborador de Fito Páez en El Amor Después del Amor.

Pero hubo algo más: por primera vez Fito contó con un presupuesto a la altura de su capacidad. Hasta entonces, sus discos no habían contado con apoyo económico significativo de las discográficas. Esta vez, sí: Moya puso sobre la mesa 150 mil dólares, nada menos, un dinero que no había salido de su bolsillo sino del de la Warner, que también puso dos superproductores como el chileno Carlos Narea y el inglés Nigel Walker, discípulo de George Martin e ingeniero de grabación de Pink Floyd. 

En enero de 1992, Fito se instaló en Punta del Este junto a su amigo, compañero de la primera hora y socio creativo Tweety González. Fueron apenas diez días de trabajo donde sucedió todo lo que escucharíamos después.  

Entrevistado por RÍO NEGRO en octubre de 2012, por los 20 años de “El amor después del amor”, Tweety González nos decía sobre una de los claves del éxito del disco: “Un gran pico de inspiración de Fito. Quizás el más alto de una serie de picos creativos que él ya había tenido en discos anteriores. En ‘El Amor…’ se da una combinación de gran inspiración con un momento de paz que Fito no tenía desde hacía años. Es un disco que se cortó solo y sorprendió a todos. La gente vio honestidad artística en ese disco, con letras que le llegaron. Además, una coyuntura artística donde no había solistas que sacaran discos. Con Cecilia (Roth) encontró un ánimo muy inspirador, una seguridad emocional que él hacía rato estaba buscando. Es como que se alinearon los planetas para que se dé ‘El amor después del amor’”. 

Tweety y Fito habían hecho “Giros” (1985), “Corazón clandestino” (1986), “Ciudad de pobres corazones” (1987) y “Ey!” (1988). En cambio, en “Tercer Mundo (1990) apenas tocó teclados en “Los buenos tiempos”. Es que, para entonces, Tweety ya era miembro estable de Soda Stereo. Pero a fines de 1990, con “Canción animal” recién editado, decide aceptar la invitación de su viejo amigo. 

“La pregrabación y la preproducción fue hecha en Punta del Este entre Fito y yo, en ese micromundo que armamos. Se componía, se preproducía y se grababa todo a la vez. Era una misma cosa. El corazón del disco está ahí. Si eliminas esos once días el disco no es lo que sería”, recordaba Tweety en aquella nota con Río Negro. 

Tweety González y Fito Páez, en tiempos de «Ey!» (1988).

“Muchísimas cosas que escuchás salían a partir de ideas tecnológicas que yo aportaba. Fuentes de sonidos, teclados, máquinas de ritmo. Pedacitos de disco de otra gente que usábamos como semilla para generar las canciones. Yo aporté muchos loops, por caso el que arranca ‘El amor después del amor’. El riff de ‘Tumbas de la gloria” es de Cerati que yo pasé por las máquinas y que usaba en los shows de Soda”, apunta el músico. 

Y en esto último está una de las claves en el sonido del disco. Por primera vez, Fito usó máquinas de sonido y cierta tecnología para hacer música. Todos esos trucos están muy bien trabajados en el disco, tanto que son casi imperceptibles. De hecho, Tweety comentó que “cuando explotó el disco Gustavo (Cerati) me preguntaba cosas de la grabación. Nadie se esperaba ese disco de Fito”. 

En este sentido, quien fuera tecladista de Soda Stereo, reconocía que “personalmente, me estaba dando lujos yo también con este disco. Participé con Fito en las mezclas, quizás un poco más que él, junto con Nigel Walker. Yo llegaba con mucha data de Soda, había aprendido cosas con ellos. Estábamos más maduros los dos, no tan inocentes. y eso también explica el disco”. 

Además de Tweety González, la banda que grabó el disco estaba compuesta por Daniel Colombres (batería), Ulises Butrón (guitarra) y Guillermo Vadalá (bajo), todos ellos pilares del rock nacional pero que entonces eran todos, incluido Páez, muy jóvenes. A pesar de semejante banda, todos ellos se “limitaron” a acompañar la inspiración creativa e interpretativa de Fito. Quizás por eso es que también, a pesar de contar semejante ingeniera detrás, el disco fluye. Los artificios de los que está hecho, y son muchos, se naturalizaron de tal modo que hicieron que todas las canciones sean piezas valiosas por sí mismas, pero que, todas juntas, son aún mejores. 

El disco abre techno, con un loop de batería de unos cuarenta segundos al que se le suma un piano y luego la voz de Páez pronunciando el nombre del tema y del disco: “El amor después del amor, tal vez se parezca a este rayo de sol”. El tema, que en vivo sonaba increíble porque al loop de batería se le sumaba la batería analógica de Daniel Colombres, incluye la voz de Claudia Puyó que le dio una potencia vocal inigualable. 

Una vez presentado con el tema homónimo, el disco tiene de todo: folclore junto a Mercedes Sosa en “Detrás del muro de los lamentos”, algo de tango en “Pétalo de sal”, rock crudo y duro en “Tráfico por Katmandú”, visitas obligadas a Los Beatle “a Rueda mágica”, junto a Charly y Calamaro, y al cine en “Dos días en la vida”, basada en el filme “Thelma y Louis”, con el tandem vocal de Fabiana Cantilo y Celeste Carballo. También incluye un cierre canchero -de cancha, se entiende- con “A rodar mi vida”, que funciona como funcionó “Y dale alegría a mi corazón” en “Tercer Mundo”. “Brillante sobre el mic”, “Un vestido y un amor”, “La Verónica” y “Te vi” son gemas melódicas dedicadas a ella, Cecilia Roth. O, como dirá el booklet del disco, “Para Chechu”. 

Pero hay un tema, “Tumbas de la gloria”, que es “el tema”. La guitarra de Cerati sampleada por Tweety le dio una impronta sonora dramática a una letra redentora que mira hacia atrás para saber cómo, y, sobre todo, dónde ir hacia adelante. La letra recorre de un modo magistral el arco del dolor de Fito que comenzó con la muerte de su madre Margarita, ocurrida tan solo ocho meses después de su nacimiento, pero que encontró su mayor profundidad en noviembre de 1986, cuando, se supo después, un ex compañero del colegio, asesinó a su abuela materna Delia, de 76 años, a su tía abuela, de 88, y a la empleada doméstica, de 33 y embarazada de seis meses.  

Habíamos dicho que esta historia estaba unida por dos llamados telefónicos. Pero no, fueron tres porque falta el llamado que dio comienzo a la historia. El llamado que le avisaba a Fito que habían asesinado a su familia en su propia casa. Fito atendió aquel trágico llamado desde Brasil, donde estaba junto a Fabiana Cantilo, Charly García y Zoca, su pareja de entonces.  

Fue el comienzo de los años oscuros de Fito Páez o de los años salvajes, como él mismo los identificó en el primero de sus recientes tres discos. En la canción homónima, dice “Después que asesinan a tu familia/ Solo tenés ganas de dos cosas: hundirte o correr/ Yo elegí las dos, y todo el amor que existe en el mundo me alejó de mí”. 

“Cuando hice ‘El amor después del amor’, muchos no entendieron que no estaba hablando solamente de Cecilia… estaba hablando de mis abuelas”, le dirá Fito a Enrique Symns. El amor (Cecilia) después del amor (Fabiana) tiene un capítulo anterior, el de sus abuelas asesinadas. Reformulada, la ecuación da otra cosa: el amor no sea solo Cecilia, sino también Fabiana. Y ese después del amor sean su abuela, su tía abuela y, por qué no, también su madre Margarita.  


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