Extranjeros en la batalla del Cerro de la Caballada

Por Héctor Pérez Morando

E l emperador brasileño Pedro I se enojó y el decreto del 10 de diciembre de 1825 lo hizo conocer por bando: «Yó; habiendo oído mi Consejo de Estado, declare como declaro, la guerra á las dichas Provincias y su Gobierno: (Provincias Unidas del río de la Plata) Por tanto ordeno que por mar y tierra se les hagan todas las hostilidades posibles, autorizando el corso y el armamento que quieran emprender mis súbditos contra aquella nación… Palacio de Río Janeiro, 10 de diciembre de 1825, 4º de la independencia y del imperio. Con la firma de S. M. I. Vizconde de Santa Amaro».

Motivo de la declaración guerrera: el conflicto por la Banda Oriental y los corsarios del río de la Plata y El Carmen que tenían a maltraer a naves en las costas brasileñas. El fuerte de El Carmen (Carmen de Patagones) casi en la desembocadura del río Negro era uno de los preponderantes refugios y plaza comercial y de alistamiento de famosos corsarios con y sin patente, es decir con permiso, «armado en corso» como se estilaba decir a aquellos piratas y filibusteros que parecían legalizar sus acciones en alta mar, por medio de la marinera palabra y estando al servicio de un país. Teatro principal de operaciones, el río de la Plata y costas del Brasil.

«El botín de guerra, los negros esclavos arrancados a los veleros que se dedicaban a tan infame tráfico, los prisioneros, todo era desembarcado en Patagones, lo que dio orígen a una activación inusitada en la vida maragata de aquel entonces. (1825-1827) La riqueza llegó a la zona y las familias hasta ese momento de vivir sencillo, aldeano, conocieron el lujo traducido en muebles finísimos, porcelanas, tapices, pianos, sedas, encajes, en fín, todo un mundo de «Las mil y una noches» que trastocó el clima apacible y monótono del último pueblo de la tierra, como alguna vez se le llamó a Carmen de Patagones», se expresa en una pequeña publicación. Solamente el famoso corsario francés Francisco (Bivois) Fourmartín, asentado en el lugar, había capturado más de cuarenta presas.

No vamos a relatar los episodios desarrollados a fines de febrero y primeros días de marzo de 1827 y que culminaron con la famosa «batalla del Cerro de la Caballada» por haberlo hecho en «Río Negro» y otras publicaciones y ser muy conocidos. Un monolito y placas testimonian el triunfo y está ubicado en promontorio cercano al puente ferrocarretero Carmen de Patagones-Viedma, del lado bonaerense. Solamente recordamos aspectos no muy tenidos en cuenta.

Gobernaba Bernardino Rivadavia y era comandante político y militar del fuerte el coronel Martín Paulino Lacarra y Toledo, quien tenía algunas noticias sobre posible ataque brasileño a esa población en la cual vivía, como tesorero, Ambrosio Mitre, padre de Bartolomé y Emilio, este último nacido en el lugar. La población de El Carmen no pasaba de ochocientas personas, con gran porcentaje de extranjeros y especialmente negros libertos y no tanto. Soldados muy pocos, como también escasos cañones y armas en general. A fines de febrero del 1827 fueron avistadas naves brasileñas en la boca del río Negro, hoy el «Estacionario» y balneario «El Cóndor». Vencer la «barra» era el gran escollo. Allí estaban prontas para entrar al «río de los Sauces», la corbeta Duquesa de Goyaz y sus similares Constança (Constancia), Itaparica y el bergantín-goleta Escudeira (Escudero), comandadas por el inglés James Shepher. Cañones en cantidad apreciable.

El comandante Lacarra y vecinos vivían una decisión: si esperar a los atacantes o ir al encuentro de aquéllos. Tal vez el avance por el río de la Itaparica y los desembarcos en ambas costas del Negro apresuraron la puesta en acción. Algunos invasores robaron gallinas en la chacra de Rial, margen sur. En el fuerte, mujeres, niños y ancianos presumían de soldados con disfraces del momento, para engañar. Enfrente, en el río estaban la corbeta Chacabuco comandada por el galés Santiago Jorge Bynon (Bysson), los corsarios Hijo de Mayo a cargo de Jaime Harris, «El Cojo», londinense. Corsario Hijo de Julio con Juan Saulin (francés) a la cabeza, Oriental Argentino comandado por Pedro Dautant (francés), las presas goletas Chiquinha, Emperatriz y sumaca Bella Flor.

Se calcula que los invasores eran alrededor de 650. Como es de suponer, la gran mayoría extranjeros, así lo diría Bynon luego del triunfo, el 26/3/1827 en parte al ministro de Guerra y Marina ofreciendo armar los buques apresados: «Existen aquí las tripulaciones, entre ellos 200 ingleses (nada menos), los cuales han ofrecido sus servicios a la nación». Una bala que atravesó el «pescuezo», en su avance por tierra cerca del «cerro de la Caballada» y a la vista del fuerte, puso fin a la vida del comandante Shepher que, junto con la desastrosa varadura de la Duquesa de Goyaz en la «barra» del Negro, el incendio de campos y sed de los invasores, produjeron la rendición.

El corsario francés Francisco Fourmantin -luego comandante del fuerte y con descendientes en la maragata población bonaerense- estuvo enfermo. No participó, pero el marino norteamericano Juan Bautista Thorne, desde la Bella Flor al mejor estilo corsario de abordaje, fue el primero en saltar a la Itaparica y arriar la bandera imperial. El inglés Guillermo Eyre era el segundo comandante de los invasores, figuró entre los prisioneros con su sustituto en esa nave Joaquín Agustín Pecurario, también el tte. 2do. Joaquín Márquez Lisboa, después vizconde de Tamandaré (brasileño). El francés Luis Clemente Pouthier comandó la Escudeira y el tte. Joaquín José Ignacio (lusitano) la Constança, éste sería luego barón de Ynhauma y almirante de la marina brasileña.

Con tantos británicos casi fue una «tercera invasión inglesa», pero en la Patagonia y decidida por el entonces imperio brasileño; 1806 y 1807 en Buenos Aires eran la más inmediata y no lejana referencia. Ocurrió el 7 de marzo de 1827, hace 175 años. Un hecho de guerra de relevancia en la historia del sur argentino, pero casi no destacado en «nuestra historia oficial argentina». El jefe inglés Shepherd se quedó sin su aspiración de que se le devolvieran «los buques, propiedades y prisioneros que han sido introducidos en su puerto (El Carmen) por los corsarios de Buenos Aires y Banda Oriental», según traducción del oficio que se encontró en sus ropas.

Llamativo y anecdótico: entre los elementos «tomados al enemigo», además de naves, cañones, fusiles, etc. figuraban 280 sables de abordage (sic), 2 clarines, 36 barriles de pólvora, 17 faros de combate, 30 pares de esposas, 30 barras grillos, 2 banderas y… una resma de papel.

Hemos hecho mención a algunos extranjeros de uno y otro bando, motivo especial de esta nota, pero también formaron parte del grupo defensor -inevitable el recuerdo- además del comandante Martín P. Lacarra, el cnel. Felipe Pereyra -llegado poco antes-, el baquiano José Luis Molina y sus gauchos, miembros de familias fundadoras como los Crespo, Guerrero, Rial, Alvarez, Alfaro, Olivares, Otero, Araque, Herrero, Miguel, Cabrera y otros. Más anónimos vecinos y negros.

Bibliografía principal: Biedma, J. J. Apuntes, 1887 y Crónica, 1906. Historia Marítima Argentina, Tomo VII. González Lonzieme, I. S. La Gesta, 1968. Museo Histórico Regional, Carmen de Patagones, varios. Pérez Morando, H. Varios. Carranza, Angel J. Campañas Navales. Triunfo de Patagones (partes) Imprenta del Estado, 1827. Y otros.

(*) Periodista. Premio ADEPA 1998

en Cultura e Historia.


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