Fuera de servicio: las estaciones abandonadas a la vera de la ruta 22

Son mucho más que imágenes de espacios abandonados a su suerte y su herrumbre. Son reflejos de otras épocas, cuando cada estación tenía su particularidad y su impronta, cuando no eran seriadas. Un registro de la arquitecta Luján Martínez Cavallo.

Esos lugares abandonados provocan una mezcla de encanto y horror . No tanto por la herrumbre y lo corroído de sus estructuras, sino también por lo que fueron. Y sobre todo, por lo que fueron en contraste con lo que son hoy.

Luján Martínez Cavallo es arquitecta, y quizás como formación o deformación personal, mira edificios, estructuras y desde hace un tiempo, además, las fotografía. No con una cámara de fotos, sino con su celular. Lo prefiere. Dice que el celular tiene algo de espontáneo que la cámara no. Que mientras la cámara predispone a la pose, el celular no da siquiera ese tiempo. Lo suyo, si hubiera que ponerle un nombre -y ella se lo pone- es la fotografía urbana amateur.

Primero fotografió casas de la ciudad en la que vive, Roca; después tomó la ruta y registró otros edificios: clubes, piletas, construcciones de otras ciudades del Valle. Pero entre enero y febrero del año pasado miró un lugar por el que siempre pasaba, una estación de servicio abandonada, sobre la calle Bolivia, a la vera de la ruta 22, en Roca. Y ese instante, el de detener la mirada en algo que lleva décadas en ese estado, la enfocó en una suerte de obsesión: las estaciones de servicio fuera de servicio.

Todo cerrado y abandonado, en una estación de Allen.
Una vieja estación, sobre el kilómetro 1254 de la Ruta Nacional 22.

Ahí, en ese espacio que parece puro abandono, desprecio y contaminación, Martínez Cavallo vio otras cosas. “Desde el principio fotografié cosas de otra época.No me interesa tanto lo contemporáneo sino que me gusta cierta época situada entre los 50, los 60, los 70 , esa estética en particular. Y hay muchas estaciones de esa época. Y en el camino, sobre la ruta 22, un camino que debo haber hecho un millón de veces, me sorprendí por la cantidad de estaciones abandonadas”, dice, ahora que lleva poco más de un año retratando esos edificios que le suman algo apocalíptico al paisaje patagónico. Surtidores rotos, estructuras llenas de herrumbre, plantas que brotan entre las paredes, vidrios rotos, y una suerte de condena: allí donde funcionó una estación de servicio, sólo es posible remediar el terreno para que vuelva usarse con otro fin. La cantidad de viejas estaciones abandonadas son la prueba de que la remediación es muy lenta o directamente no se hace.

Más abandono en el kilómetro 1142 de la Ruta Nacional 22.
En el kilómetro 1214 de la Ruta Nacional 22.

Lo que más le llamó la atención a Martínez Cavallo, que encaró esta serie como parte de un taller de expresión fotográfica que dicta Eugenio Peralta Martínez, es que cada estación tenía su propia impronta. “Antes, cada estación parecía única. Aunque había estaciones de las grandes marcas – YPF, Shell sobre todo y algunas marcas que ya no existen más-, cada estación estaba pensada como única y todas respondían a parámetros relacionados con el lugar en el que se implantaban. Tenían ciertas particularidades. Ahora parecería que hay un manual, un protocolo donde se explica cómo deben ser y no importa el lugar donde uno esté, la estación de servicio es siempre igual, un punto de referencia. Sabés a lo lejos que si ves una luz azul vas a tener u lugar donde vas a poder tomar un café, cargar combustible, comerte una hamburguesa o una medialuna. Antes había particularidades que ahora no”, dice, graficando una especie macdonalización de las estaciones de servicio y también de lo que se ofrece adentro, que sabe igual, aunque la estación esté en la Línea sur, en el Norte neuquino o en la costa rionegrina. En sus palabras: “Ahora pareciera que hay un único estudio de arquitectura que piensa todo, mientras que antes parecía que había alguien que le daba su impronta. Había una singularidad, una identidad local, que ahora se ha perdido”, dice.

Todo el óxido y la herrumbre en una estación de Ingeniero White.

a prueba de la singularidad de cada una de esas estaciones de servicio que ahora esperan por su proceso de remediación, es que son fácilmente reconocibles. Cada vez que Martínez Cavallo sube a sus redes las fotos de algunas de ellas, los lugareños las reconocen, las recuerdan por algo en particular; le pasan datos de otras estaciones abandonadas a la vera de los caminos de la Patagonia.

En el kilómetro 1028 de la Ruta Nacional 22.
Otra imagen de Roca, sobre la calle Italia.

Martínez Cavallo, que además es profesora en la carrera de Diseño de Interiores y de Arquitectura de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) está convencida de que “la arquitectura es la construcción de la mirada para transformar o diseñar. Y la fotografía tiene mucho de eso. Todos sacamos fotos ahora y es la construcción personal de la mirada. Construimos nuestra mirada, es nuestro ADN”.

Su mirada, dice es la de la melancolía. “Mis imágenes, si bien algunas son más vibrantes, tienen una cosa sepia, no tan luminosa. Es que yo estoy convencida de que todo tiempo pasado fue mejor. Creo que hubo un momento en que las cosas era fantásticas, hermosas. Ahí hubo algo grande. Ahora no hay tanto cuidado en la belleza, hay mucho seriado”, dice. Y por eso también, corre detrás de este impulso por captar aquellos tiempos. Sabe – lo ve cada vez que sale a buscar imágenes- que incluso esas estructuras que parecen anquilosadas, van cambiando, desapareciendo, perdiéndose.


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