Frente al virus, la desobediencia mata


La combinación entre el desapego a las normas sanitarias y un Estado que no controla dispara las muertes y los contagios de coronavirus en la provincia.


Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor. La frase de Discépolo está en “Cambalache”, la canción que para los argentinos es la que mejor nos representa. Es llamativo que una descripción tan vil se acepte como cierta y que, en cambio, no genere una enseñanza profunda. Lo que se interpreta es que el otro, y no uno, es el chorro, el ignorante o el pretensioso estafador.

“Muchas veces, cuando el sistema político adopta una regla lo hace pensando en que no va a ser aplicada. Dicho de otro modo, quienes gobiernan no habrían aceptado varias reglas y derechos si hubieran pensado que la institución iba a ser fuerte como para cumplirla”, opinó la argentina María Victoria Murillo, profesora de Ciencia Política y Asuntos Internacionales en la Universidad de Columbia en una entrevista al Centro de Investigación Periodística de Chile. Y esclarece aún más: “Es importante considerar que el no cumplimiento de la ley es una estrategia política, no un error de diseño”.

En la provincia de Río Negro la cantidad de personas que mueren con diagnóstico positivo de coronavirus crece semana a semana. Hasta el viernes 343 rionegrinos habían muerto.

Los contagios no entran ni siquiera en un altiplano: se disparan todos los días, con un acumulado de 11.344, de los cuales 2.700 permanecen con diagnóstico positivo. El poco espacio que queda para atender a los enfermos en hospitales y sanatorios pone al sistema en jaque. Y el plantel de médicas, médicos, enfermeras y enfermeros pronto va a quedar chico si sigue creciendo el número de casos.

Y aun así, a pesar de todos estos datos alarmantes y sumamente tristes, hay gente que desobedece, que no se maneja con distancia, desdeña el barbijo, comparte mates, porros y picos de cervezas; organiza fiestas clandestinas; hace turismo aunque esté prohibido gracias a autorizaciones para viajar que extiende cualquier jurisdicción. Además hay aviones y autos que cruzan el país solo para disfrutar de un paisaje o esquiar; se alquilan cuartos de hotel y cabañas; y se realizan manifestaciones como si hubiera ya una vacuna contra el covid o si fueran inmunes al virus.

La falta de apego a las reglas que caracteriza a los argentinos tiene la condición necesaria de un Estado que no controla. Murillo advierte: “No debemos ver las instituciones débiles como errores, sino como estrategias políticas que tienen un objetivo para que alguien gane y alguien pierda”.


Si el gobierno de Arabela Carreras mantiene esta política flexible frente a las violaciones del distanciamiento, la llegada de turistas va a ser complicada.


El genial escritor argentino Guillermo Martínez opinó hace una década: “La gente tiende a descreer de las explicaciones más sencillas y lógicas y, en cambio, cree con facilidad en historias de poderes ocultos que conspiran para producirlos. Esa creencia genera la sensación de que uno es un iluminado y no un ingenuo, como todos los que compran la versión oficial”.

En nuestro país cada nueva regla viene acompañada de una refutación y de una resistencia, como ocurre cada diez años con el censo. Unos tienen temor de darle al Estado sus datos para la tarjeta SUBE pero entrega a Facebook hasta el nombre de la mascota. Otros vociferan que el aislamiento es una medida de control sin mostrar ni cerca el mismo grado de indignación con Google, que conoce con exactitud su localización gracias al teléfono. Las redes sociales sí son parte de una nueva estructura de seguimiento, control y direccionamiento de gustos, tendencias y opiniones. Solo que se muestran mucho más atractivas que el Boletín Oficial.

Bariloche

La economía de Bariloche es por lejos la más castigada de la provincia. Hace tiempo que empresarios y funcionarios hablan de la reactivación del turismo, con protocolos y planes. Y hasta la diputada nacional de la UCR Lorena Matzen, muy activa en procura de su reelección, habla de un “pasaporte sanitario”.

Por momentos pareciera que estuvieran hablando de otro lugar y de otro momento, no de éste en el que la gente muere.


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