Conocé el rincón de encuentro, sabor y pertenencia que Catriel tiene para vos

"Un momento para parar y apreciar las cosas bonitas de la vida", bajo ese lema, Fika Café & Helados, propone una experiencia diferente. Además es "pet friendly".

Por Federico Sacchi



Lo que comenzó como el sueño de una joven pastelera que hacía tortas por encargo fue creciendo a paso firme. Primero, con la apertura de una cafetería en la que se combinaban aromas, sabores y un ambiente cálido. Luego, con la incorporación de una heladería artesanal que, en poco tiempo pasó a ser un nuevo atractivo en las tardes de verano. Cada paso fue sumando un valor: innovación en la pastelería, frescura en los helados, y sobre todo un espíritu que va más allá de lo gastronómico.


«Apenas se abre la puerta de Fika, la rutina parece quedar suspendida. El aroma del café recién molido se mezcla con los dulces que sorprenden por sus sabores innovadores: tartas, brownies y helados que invitan a descubrir algo distinto en cada visita. Las mesas invitan a sentarse y conversar, mientras los detalles del local —luces cálidas, colores festivos según la temporada y pequeños guiños de creatividad— crean un ambiente acogedor y cercano. Y si el día lo permite, entre susurros y risas, el murmullo del café se acompaña de música en vivo: un integrante del staff toma la guitarra o el teclado, y la tarde se transforma en un momento donde la gastronomía y la emoción se encuentran».

Se distingue porque no solo ofrece café, tortas y helados. La propuesta sorprende con sabores en su pastelería, elaboraciones que despiertan curiosidad y atraen a quienes buscan algo distinto. Cada detalle, desde la carta hasta la decoración, refleja el deseo de brindar experiencias memorables. Pero lo que más resalta es su dimensión social y afectiva .


No es un lugar de paso: es un punto de encuentro. Allí se generan conversaciones largas, se celebran fechas especiales y se comparten pequeños momentos cotidianos que se vuelven inolvidables. En días festivos, el local se viste con luces y colores, transformándose en un espacio que contagia alegría y suma vida cultural a la ciudad.


Una perrita como anfitriona



El costado humano y empático también atraviesa la identidad del café. Una perrita adoptada tomo el nombre del local, Fika vive allí, se convirtió en anfitriona y símbolo del proyecto. Su presencia recuerda que este es un lugar abierto, inclusivo y amoroso, donde las personas pueden ir acompañadas de sus mascotas. Con el tiempo, el espacio se transformó en punto de encuentro de perros en situación de calle, generando un lazo fuerte con quienes valoran el cuidado y el respeto por los animales.


Otro rasgo que vuelve único a este espacio es su capacidad para sorprender con propuestas que trascienden lo gastronómico. Parte del staff comparte sus talentos artísticos y, en distintas ocasiones, el café se convierte en escenario de intervenciones musicales en vivo. A veces, entre tazas de café y charlas, surgen jams improvisadas que transforman la tarde en un recital íntimo. Esta diversidad de experiencias refuerza el valor cultural del espacio y lo coloca como un punto de encuentro para la creatividad en Catriel.


Con pocos años de trayectoria, Fika logró algo difícil: consolidarse como un lugar donde la comunidad se reconoce. No es casual que muchos describan al local como un espacio que “abraza”, porque allí el servicio se combina con una calidez que excede lo esperado en una cafetería o heladería. En Catriel, hablar de este lugar es hablar de un rincón que emociona, que sorprende, que invita a quedarse. Un lugar que demuestra que la gastronomía, cuando se mezcla con sensibilidad, puede convertirse en parte de la identidad de una ciudad.


Por Federico Sacchi

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