Golpe al destino
Por ALEJANDRO LOAIZA
alejloaiza@yahoo.com
Casi como un epitafio escrito con fuego Scrap (Morgan Freeman) alecciona a Maggie Fitzgerald (Hilary Swank) en la premiada «Million dollar baby» (Clint Eastwood, 2004): «En el boxeo es todo al revés. En ves de escaparte del dolor, te sumerges en él». Ambos saben a lo que se refiere porque los dos vienen de sentir (en diferentes épocas) en sus entrañas el desgarrador paso del dolor e, inexplicablemente, se arrojan a él (nuevamente) sin mirar las consecuencias.
El boxeo es (y será) uno de los tópicos favoritos del cine para relatar historias de superación. Generalmente estos seres viven al margen de la sociedad, casi desplazados, con sueños (mil veces) estrellados en el pavimento y eligen los guantes como vehículo de (jamás mejor usada la palabra) pelea. Cada golpe, cada combate, parece simular sus propias existencias: golpear todas las puertas hasta derribarlas, caer y levantarse, recuperarse y continuar empujando aquellas paredes (tan imaginarias como reales) que no les permiten acariciar sus pequeños sueños.
Como una metáfora de la realidad de muchos, el boxeo, se transforma (para el cine en general) en uno de los conductores más requeridos a la hora de contar historias de seres que pelean desde la oscuridad de una sociedad que los ignora. A la exquisita propuesta de Eastwood (poderosa en más de un sentido y nada complaciente) se suma el reciente estreno en las pantallas locales de «El luchador» (Ron Howard, 2005) con Russell Crowe en la piel de James Braddock (una historia real), un hombre que tuvo la gloria y regresa a los rings mucho tiempo después para recuperar el tiempo perdido. En el mismo espacio se desenvuelven «Rocky» (John G. Avildsen, 1976) y sus innumerables secuelas (¿se vendrá otra más?), «Boxer» (Jim Sheridan, 1997) con Daniel Day-Lewis luchando por su dignidad y el amor de Emily Watson, «Ali» (Michael Mann, 2001) basada en la complicada existencia de Muhammad Ali con un gran trabajo de Will Smith, «Toro salvaje» (Martin Scorsese, 1980) con Robert de Niro como Jack la Motta y la nómina continúa.
Quizás el valor de «Million dollar baby» sea que, por primera vez, es ella y no él la que boxea, aunque la diferencia sólo sea de género. Sin escapar a los condicionamientos del grupo de «filmes de boxeadores» la protagonista tiene una vida vacía con un trabajo de camarera a los 30 años, una historia familiar conflictiva y un futuro más bien pesimista. Sin embargo, cada golpe que da será como vencer (aunque sea un poco) esa realidad de la que no puede huir. La violencia pasa a un segundo plano: no importa mucho quién está al frente, es como una batalla contra el propio destino.
Y (nuevamente) desgranando otra sentencia, Scrap-Freeman (el gran disparador de frases de la película) deja deslizar de entre sus labios: «El boxeo tiene la magia de arriesgarlo todo por un sueño que sólo tu ves». Quizás sí, quizás no. Nada está escrito (a pesar del sufrimiento propio de cada existencia individual) y siempre hay tiempo de dar batalla. El dolor dirá presente pero la esperanza también. Y, cuando las palabras «The end» aparezcan ante nuestros ojos, sabremos que cada una de estas «luchas cinematográficas» dejará sus huellas. Y ya no importa si no podemos levantarnos: igualmente valió la pena intentarlo.
Por ALEJANDRO LOAIZA
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