Greta y la transición sostenible que nos interroga

A. Rubén Etcheverry*


El cambio se viene les guste o no”, profetizaba en la cumbre de las Naciones Unidad la semana pasada Greta Thunberg, una activista, líder del movimiento Viernes por el Futuro, de apenas 16 años y decidida a lanzar una cruzada contra el cambio climático.

Esta advertencia y desafío tan vehemente dirigido a los jefes de Estado y líderes mundiales ha generado una nueva grieta. Entre quienes apoyan y quienes denostan la teoría del cambio climático. Entre los que apoyan a Greta y detractores que la critican como la niña rica, marioneta de intereses que operan y la financian en las sombras.

Hay una clara tendencia y coincidencia en ámbitos de proyección mundial en que vamos hacia un futuro motorizado por energías limpias.

Persisten dudas respecto a esa transición. La duda sobre el escenario que adoptaremos: si será rápido o lento. Pero por sobre todo si la transformación será sostenible.

Se plantea como claro driver de utilización de la energía a la electricidad y como combustible estrella de este mientras tanto al gas natural.

Sin embargo, persisten dudas respecto a esa transición. La duda sobre el escenario que adoptaremos: si será rápido o lento. Pero por sobre todo si la transformación será sostenible. Y no se discute solamente sobre la versión apocalíptica del cambio climático que nos enrostra esta joven activista sueca, sino algo aún más básico: si podrá ser sostenible económica y financieramente.

A un país como Suecia u otros con niveles de ingreso per cápita del orden de los 60.000 dólares anuales quizás no les resulte tan dificultoso como a Argentina, con ingresos anuales por persona de US$ 11.000; o casi imposible, si no es con ayuda externa, a aquellas más de 30 naciones que deben subsistir con menos de mil dólares por habitante al año.

Ya está en agenda.

En mayo de 2019, Thunberg apareció en la portada de la revista Time. El dilema está planteado. Y lo más rescatable es que insta a una acción inmediata.

Podemos seguir con fanatismos que despierten odios inconducentes o focalizarnos en acciones concretas.

Fustigar a los políticos de turno que miran al cambio climático desde el corto plazo y por sus réditos electorales; poniendo la culpa en los otros, donde la responsabilidad nunca es mía; o hacernos responsables como individuos. El cambio climático es global pero la contaminación es local.

Limpiar el río y las bardas, demostrar con el ejemplo: no tirando, reutilizando y reciclando. Cuidar la energía y el agua. Hacer de la eficiencia energética uno de los principales pilares de todas nuestras gestiones. Generar conciencia sobre las maneras irresponsables de producir y consumir actuales. Utilizar menos plásticos y bolsas, sumarse al carpooling, comprar orgánico, tener una huerta en casa, donar comida y evitar desperdicios, reciclar, donar ropa, además de altruismo y miles de programas, cambios culturales e iniciativas que podemos hacer habituales, serán sin dudas nuestros silenciosos granitos de arena. Siempre resulta más fácil combatir por ideales lejanos y utópicos que el esfuerzo cercano, cotidiano y poco heroico.

Ojalá nos hayamos interrogado: ¿quiénes y cuántos de nosotros tenemos un panel solar en los techos de nuestras casas, un termotanque solar, un auto eléctrico, una huerta en nuestro patio terraza o balcón, plantas o techos verdes? ¿O estamos realmente dispuestos a pagar un plus por la energía renovable, por sanear el planeta o mantener intacto un cm² de selva amazónica?

Esperemos que Greta haya logrado incomodarnos, despertarnos. El desafío será enfocarlo en acciones concretas más que encararlo como una lucha, y lograr que la transición sostenible hacia energías limpias y renovables pueda acelerarse y no a costa de más pobreza.

*Ingeniero, exsecretario de Energía de Neuquén


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