Cómo la ansiedad llevó a Julia a reinventarse y a conectar con su pasión por la naturaleza
Trabajadora social, esta nacida en Cutral Có debió dejar su profesión, tras sufrir las consecuencias de la presión y las exigencias, propias y ajenas. Hoy instalada en Roca con los suyos, encontró en el trabajo artesanal una nueva forma de vida.
Cuando Julia piensa en el origen de su elección universitaria, recuerda que no tenía muchas opciones: ni docencia ni enfermería, lo disponible cerca del lugar donde se crió. Pero algo tenía que estudiar, en una familia que había sobrevivido a la desesperación y los primeros piquetes en la comarca petrolera, así que Servicio Social (en Roca) fue la alternativa, sin saber que la demanda en ese rubro terminaría por enfermarla.
De apellido Hajos, esta joven profesional, esposa y madre se animó a compartir lo vivido en la sección “Historias de nuestra comunidad” porque ahora que está mejor, entendió que su angustia puede ayudar a otros. Comprobó en su propia historia que era posible encontrar una salida a lo que parecía ahogarla y que empezó de a poco, sin que ella se diera cuenta.

Contracturas, dolores de cabeza, dificultades para dormir, complicaciones gastrointestinales fueron las señales que su cuerpo le fue dando y que su entorno iba viendo, pero que la propia Julia no parecía dimensionar. Los estudios médicos no daban resultados alarmantes, pero ella empezó a descomponerse cada vez que iba a su trabajo. Perseverante, ella no quería sentir la culpa de no cumplir sus obligaciones, así que iba a su casa, se acondicionaba una vez más y volvía a la misma labor que la ponía al límite. Hasta que el médico que la atendía pidió que hablara con un psicólogo y de allí, la derivaron a un psiquiatra.
La salida de Julia frente al estrés laboral | Reproches
En un camino compartido con Alejandro Taboada, su compañero de vida, ya habían pasado por varias ciudades de la región: desde Cipolletti, Neuquén, hasta Villa La Angostura, donde todo explotó, justamente cuando Julia trabajaba en un equipo de Salud Mental. El sólo hecho de pensar en que ella podía estar necesitando la asistencia que ofrecían a sus pacientes la interpelaba: “¿cómo puede ser? Si yo estoy para ayudarlos a ellos”, se reprochaba. Tampoco quiso seguir con cobrando un sueldo bajo licencia porque no le parecía ético y cuando no pudo más, optó por renunciar.
Ahí fue cuando se dio cuenta que hasta su pequeña hija tenía más vida social y actividades en su rutina que ella, a pesar de su corta edad. Lo mismo ocurría con Alejandro. Pero Julia no, hundida en interminables jornadas de trabajo en las que le exigían atender más y con la misma dedicación. Se fue de su lugar de trabajo, creyendo que era la solución, pero tampoco. De pronto, la salud de su padre también desmejoró y con eso tocó fondo de verdad: ahí la que tuvo que pasar por el servicio de Salud Mental, con medicación de por medio, fue ella, le pesara a quien le pesara.
De esos meses difíciles, esta profesional de 44 años entendió lo que la ansiedad puede hacer en la vida de una persona, al punto de impedirle ir al banco, a la verdulería, por los ataques de pánico. El no poder ejercer la hizo sentir que ya no tenía incluso ese oficio que la identificaba: ahora era la “trabajadora social que no podía ayudar”.
La salida de Julia frente al estrés laboral | Recuerdos revitalizantes
Pero la crisis fue tan grande que no hubo margen para otra cosa que no fuera mirar hacia adentro, aunque eso significara desperdiciar el esfuerzo de sus padres que la enviaron a estudiar en plena debacle del 2001, aunque pusiera en riesgo su seguridad económica. Y en ese proceso de conocerse e identificar patrones, frases que la habían marcado, como la de “agachar la cabeza” y “agradecer que tenía trabajo”, encontró un recuerdo que la ayudó a encontrar el norte. Se vio a sí misma recortando la columna de medio ambiente que se publicaba en la antigua revista “Nueva”, que acompañaba al impreso de Diario RÍO NEGRO, y las veces que aún siendo niña discutía con su papá para evitar que derroche agua.

Esos disparadores la ayudaron a pensar por qué no volver a esas convicciones y a las manualidades que le permitían expresarse en la escuela primaria. Ya en Roca, cuando intentaron seguir haciendo el compost que diariamente alimentaban con los residuos de la familia, descubrieron que no había quienes vendieran los recipientes necesarios. De allí surgió la posibilidad de “Mutar Composteras”, una propuesta que hasta en el nombre apunta a esa transformación de la materia, similar a la que convirtió a Julia en su nueva versión.
Los talentos de Alejandro, siempre dedicado al trabajo manual y a las herramientas, les permitieron armar el diseño ideal, que hoy preparan para sus clientes a pedido, tras capacitarse con el INTA y el INTI. Hasta que el proyecto se consolidó Julia recuerda que apeló a cuanta venta pudo, para superar las urgencias económicas que los apuraban sin un sueldo fijo y con el trabajo independiente de Alejandro. Pero hoy mira satisfecha hacia atrás, convencida de que salieron a la luz capacidades suyas que estaban escondidas. Sabe que la ansiedad puede volver, pero hoy ya no es la misma y tiene la llave para seguir adelante.
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