Insubordinados

Moyano, hosco y frontal, y Scioli, suave y conciliador, son piedras en el zapato del modelo cristinista.

Redacción

Por Redacción

de domingo a domingo

A quién le sirve la oposición política que encarna ya sin tapujos Hugo Moyano, desde una CGT constreñida al poderoso gremio de los camioneros y a otros de menor envergadura aunque con gran capacidad de daño? Es que el rumbo de colisión adoptado por el líder sindical, en paralelo con la actitud budista del gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli –que no rompe, se somete en apariencia a los designios de la Rosada, pero a la vez con sus amistades, gestos y su proyección hacia 2015, irrita los planes sucesorios kirchneristas–, tiene a maltraer a la presidenta Cristina Fernández y clava una pica de desorientación entre los partidarios de otros proyectos, no subsumidos en las diferentes variantes del peronismo. No callándose nada, Moyano denunció que hay en marcha un operativo para voltear a Scioli, dijo que la provincia es “inviable” sin la ayuda del Tesoro nacional y responsabilizó a Cristina por el no pago a término del medio aguinaldo para los empleados estatales del principal territorio del país. En su lanzamiento electoral hacia el 2013 –difuso, por ahora– se escudó en un justicialismo de Perón, Eva Perón, Augusto Vandor, José Ignacio Rucci y Saúl Ubaldini y borró de la faz de la tierra al matrimonio Kirchner, olvidando los grandes beneficios recibidos y la alianza que hizo posible durante 8 años el “modelo con inclusión social”, a despecho de fuerzas tradicionales, como la mesa de enlace agropecuaria. Antes de que Moyano se insinuara como posible candidato, secundado por el petrolero Guillermo Pereyra (que está en el directorio de la YPF estatizada y tiene diálogo con el ministro Julio De Vido) y el férreo anti-K Gerónimo “Momo” Venegas, promotor del hoy replegado Eduardo Duhalde, la presidenta transparentó por cadena nacional el malestar que siente por la mala administración en el distrito bonaerense. Scioli, como otras veces, soportó estoicamente el reto, confiando en que la sangre no llegará al río y finalmente obtendrá financiación económica. Sin embargo, el cristinismo no está dispuesto a facilitarle los trámites de auxilio que, invariablemente, se repetirán mes a mes. Es más, cuando la presidenta aludió a “operaciones” y “novelas”, hizo saber su enojo por la falta de un pronunciamiento taxativo en contra de la rebelión de Moyano y por los coqueteos con el CEO del grupo Clarín, Héctor Magnetto. Los pingüinos consideraron una provocación la presencia en la rueda de prensa de Scioli del sábado 7 de este mes –y en la que marcó un contraste en el trato con el “periodismo independiente”– de su hermano “Pepe”, quien es el nexo con el empresario Francisco De Narváez, otro de los que trabajan noche y día para desbancar al kirchnerismo. Les pareció innecesario, además, que detrás suyo haya ubicado al afrancesado Jorge Telerman, quien se incorporó a su equipo tras jugar en contra del gobierno en la pasada elección de la Ciudad de Buenos Aires. Hay otros personajes expulsados del espectro K que hoy asesoran o conversan con Scioli y alimentan la desconfianza proverbial de Cristina. Entre ellos están el exministro Roberto Lavagna, el exjefe de Gabinete, Alberto Fernández, el exsecretario Julio Bárbaro, el intendente porteño Mauricio Macri y mandatarios del PJ que no sacan los pies del plato, pero tampoco se privan de criticarla en privado. “Si controla el desbarajuste económico y las cosas empiezan a mejorar en el segundo semestre, los pasará por encima”. Ése es el cometido de Cristina respecto de Moyano y Scioli, en particular, según confió a este diario una de las principales espadas de la presidenta, inquieto por el nivel de insubordinación que observa en las estructuras ortodoxas del justicialismo. Moyano no se detuvo en las reivindicaciones obreras, que también son tomadas como banderas por el otro sector conducido por el metalúrgico Antonio Caló que irá por la CGT en octubre, con el beneplácito del Ministerio de Trabajo. Se detuvo en la inseguridad que ha vuelto a ser un tema que conmueve a la sociedad y en el proceso inflacionario de dos dígitos, pese a que en este punto debería hacer una autocrítica: en las paritarias libres hubo una sugerencia oficial de que los reclamos salariales no traspasaran el 18% y los gremios lucharon a brazo partido por el 30. Aquí pusieron el grito en el cielo los empresarios. El esquema sindical es corporativo y lo tendrá que sobrellevar cualquier gobierno, sea del signo que fuere. La ofensiva de Cristina contra Moyano no tendrá respiro y en lo que respecta al aparentemente sumiso Scioli, le dirá en cuanta ocasión que se le presente, que debe dejar el papel de víctima y ponerse a gestionar con eficacia.

ARNALDO PAGANETTI arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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