La buena alimentación como remedio a la hipertensión
El verdadero secreto está en comer más sano.
No es cuestión de sacar, dicen los especialistas, sino de agregar. La hipertensión arterial, enfermedad «silenciosa» ya que sus síntomas no son sensibles, principal causa de los accidentes cerebrovasculares, está asociada en cuanto a sus factores de riesgo y prevención al exceso de colesterol, el síndrome metabólico, la diabetes tipo II y demás afecciones con efecto sobre el aparato circulatorio con las que, se sabe, «colaboran» el sedentarismo, la obesidad y el tabaquismo.
En este sentido, hay estudios internacionales que indican que con sólo cambiar la alimentación se obtienen tantos beneficios como con medicamentos: «Con la llamada dieta del Mediterráneo, modificada y adaptada a las necesidades, sin ningún cambio en la medicación, se modificó la incidencia a 2 años del síndrome metabólico, que hoy en día es una de las enfermedades que más frecuentemente se encuentran en la población», asegura el presidente de la Sociedad Argentina de Hipertensión Arterial (SAHA), Dr. Gabriel Waisman. Esta «dieta del Mediterráneo» no es en sí lo que habitualmente se conoce como una dieta –concepto que habitualmente se asocia con un código de restricciones– sino un conjunto de costumbres alimentarias basadas en los productos de esa región: aceitunas, frutos secos, vinos, lácteos, abundantes frutas y verduras, poca carne, etcétera.
Esta «dieta» había sido la base de la forma de comer de los pueblos del sur de Europa durante siglos, pero en las últimas décadas la globalización trajo consigo sus toneladas de sales, azúcares y
grasas saturadas que cambiaron la cultura alimentaria de todo el mundo; ahora, ante el aumento de los infartos que a la larga eso provoca, están proponiendo volver a las fuentes, pero estudiando más minuciosamente las propiedades de los alimentos y sus efectos en el organismo. Pero la idea de los conceptos que aquí explica el Dr. Waisman, quien es también jefe de la unidad de hipertensión del hospital Italiano de Buenos Aires, es que puedan ser aplicados con lo que se encuentra al alcance del público local.
Los aceites protectores
Las grasas que predominan en la alimentación «glo
balizada» son las saturadas (origen animal) y las «trans», que surgen cuando los aceites vegetales naturales son alterados por los procesos industriales de hidrogenación para elaborar alimentos envasados (margarina, galletitas, panificados, etc.). Consumir estas grasas aterogénicas genera aumento de peso, empeora los niveles de colesterol y perjudica al metabolismo y a los tejidos circulatorios. Los aceites vegetales naturales, en cambio, crudos y sin calentar, son beneficiosos para el organismo y necesarios en toda alimentación equilibrada.
Pero de acuerdo a lo que indica el dr. Waisman, hay aceites que son especialmente recomendables por su efecto protector de los tejidos vasculares, y son los que tienen más concentración de omega 3. «Son especialmente los contenidos en alimentos de origen marino, en los pescados de mar, sobre todo en los de aguas profundas: la caballa, el arenque, el atún». Sin embargo en la Argentina se consume poco pescado, y en general, merluza, que es precisamente uno de los menos ricos en este tipo de aceites protectores ya que, de acuerdo con Waisman, su contenido es 12 veces menor que en las otras variedades mencionadas.
Los pescados de río, aclara, «son ricos en omega 6, pero no en omega 3, que son los más protectores». Los pescados contienen tanto más omega 3 cuanto de aguas más profundas proceden y cuanto más grasosos son.
En la Argentina, admite, es caro y difícil conseguir salmón o atún al natural: ¿conservan sus propiedades protectoras los que vienen envasados? «Las latas de atún y de caballa tienen la misma cantidad de omega 3 que el pescado natural; el único problema es que tienen sal. Pero ese problema es solucionable: basta colocar el contenido de la lata de atún en un hervidor o colador bajo la canilla de agua fría para lavarlo y sacarle toda la sal posible.» Para esto es necesario que sea atún al agua (no en aceite, que es el inconveniente que presentaría para el caso la caballa envasada). De esta manera, se recomienda consumir una porción 3 veces por semana.
En cuanto a los aceites vegetales, el único que contendría buena cantidad de omega 3 es el de canola, proveniente de una flor silvestre del Canadá: «Se conseguía en la Argentina durante el '1 a 1'; hoy es muy difícil», comenta el médico entrevistado. Sin embargo, asegura, se puede encontrar también, aunque en menor concentración, en el aceite de soja («no en el de maíz ni en el de girasol»).
Los otros aceites protectores son los monoinsaturados, como el alto oleico, en el cual es rico el aceite de oliva.
Qué gusto tiene la sal: sodio versus potasio
Controlarse con el salero parece sencillo, pero el hábito cultural pesa, y por eso existen las sales con menos contenido de sodio, modificadas al 66 o al 50%, o directamente sin este elemento, aunque con un sabor muy diferente. El elemento que reemplaza al sodio, en todos estos casos, es el potasio.
Sodio y potasio son complementarios en el organismo y, tal como explica el especialista, el problema para las arterias no es el sodio, sino que cuando se consume mucho sodio, no se consume potasio: «Es la falta de consumo de potasio lo que enferma las arterias». «Aunque uno siga consumiendo sal, una dieta rica en potasio previene la enfermedad cardiovascular», asegura. El potasio se encuentra naturalmente en el hinojo, la banana, la pera (2 peras equivalen a una banana en cantidad de potasio), el tomate, los cítricos y las verduras de hoja (espinaca, acelga) sobre todo si se cocinan al vapor. Y salvo que la persona padezca insuficiencia renal, el exceso de potasio se elimina mediante la orina. «La industria está empezando a reemplazar la sal, como conservante de los alimentos envasados, por otros conservantes, por eso es importante que la gente lea las etiquetas. Un alimento que contenga más de 150 gr de cloruro de sodio por porción no debe ser consumido por un hipertenso.»
«Todo el mundo deja de consumir fiambres y enlatados, por la cantidad de sal, pero no deja de comer pan y queso –advierte–. El pan común tiene 15 gr/sal por kilo, cuando un pretenso no puede comer más de 4 gr de sal por día. Tres medias lunas tienen toda la cantidad de sal que un hipertenso puede consumir en una semana. El queso blanco viene sin sal, y hay quesos magros que tienen poca grasa, pero los quesos duros tienen sal y grasas», a menos que se lo indique específicamente.
Las aguas de manantial son las que poseen menos sodio, «pero hay que tomar mucha cantidad de agua para que la sal del agua sea un problema para un hipertenso; en general no lo es, a menos que uno tome 5 litros de agua por día», define el presidente de la SAHA.
No es cuestión de sacar, dicen los especialistas, sino de agregar. La hipertensión arterial, enfermedad "silenciosa" ya que sus síntomas no son sensibles, principal causa de los accidentes cerebrovasculares, está asociada en cuanto a sus factores de riesgo y prevención al exceso de colesterol, el síndrome metabólico, la diabetes tipo II y demás afecciones con efecto sobre el aparato circulatorio con las que, se sabe, "colaboran" el sedentarismo, la obesidad y el tabaquismo.
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